Una vetusta pizarra preside la sala de reuniones del servicio de Urología del Hospital Valle del Nalón en Riaño (Langreo). "Es la mejor forma de comunicarnos entre nosotros, hacer las programaciones quirúrgicas o explicarle algo a un paciente. Lleva aquí 40 años, desde que abrió el hospital, y no vamos a cambiarla; tiza y pizarra, como toda la vida". Francisco Valle González lleva más de tres décadas viendo ese encerado. Empezó a trabajar en Riaño en 1982, y desde 2010 dirige un servicio que se ha convertido en un referente nacional en el tratamiento de las roturas de uretra y los prolapsos genitales. Esta especialización lleva a Valle a viajar con frecuencia fuera de Asturias para operar en otros hospitales del país. Este mes han tocado Mallorca, Madrid, Murcia y Canarias.

- ¿Por qué urología?

-Nada más terminar la carrera, con 22 años y mientras preparaba el MIR, me fui al Hospital San Agustín a trabajar en lo que se llamaba el "retén quirúrgico". Era igual que lo que es urgencias ahora, pero todo lo que era quirúrgico lo atendías tú. Ayudabas al especialista de turno, ya fuese un traumatismo, un apéndice o un parto. Se hacía muy poca urología, pero recuerdo que los que estaban en el servicio eran gente muy simpática. Entre una cosa y otra, me decidí por esta especialidad.

- ¿Por qué es referente Riaño en la recomposición de uretra y en prolapsos genitales?

-Una lesión muy frecuente entre los mineros era la rotura de uretra, por culpa de caídas a horcajadas sobre las entibaciones. Se caían de una galería a otra y se partían la pelvis y, como consecuencia de ello, la uretra. Otra lesión relativamente frecuente se producía cuando los mineros se quedaban aprisionados entre las vagonetas, que eran problemas mucho más importantes. Eso fue lo que me hizo ir a formarme a Hamburgo y a Londres con Anthony Mundy, que también trataba a muchos accidentados en la mina. Hablamos de unos años en los que la uretra en España sólo la hacía un médico, José María Gil-Vernet, que incluso vino una vez a operar aquí. Nos tocó trabajar en un sitio donde existía una patología poco frecuente y que actualmente sí se ve más, no sólo por traumatismos sino por las lesiones que se producen en el tratamiento del cáncer de próstata. Hoy día yo voy a arreglar uretras por toda España. Casi todos los años, entre fístulas y traumatismos de otro tipo, suelo hacer una media de doce intervenciones fuera de Asturias. Lo otro en lo que nos formamos son los prolapsos de órganos pélvicos e incontinencias en las mujeres. En este tema del suelo pélvico fuimos referentes mucho antes.

- La unidad de suelo pélvico de Riaño fue pionera en Asturias y nació como fórmula para dar una respuesta integral y coordinada al paciente, sin la parcelación de departamentos, ¿es ése el camino?

-En mi opinión, sí. Hay cosas, como el suelo pélvico, donde confluyen urólogos, ginecólogos y proctólogos. ¿Vamos a llamar a cada especialista para que arregle lo suyo? Eso tiene que verse de una forma integral. El que lo sepa hacer debe resolverlo y formar a gente para afrontarlo en un futuro.

- ¿Qué programas de formación desarrollan actualmente?

-Todos los años hacemos dos veces un curso on line de uretra, que es una cirugía compleja, y uno en cadáver. Se hace todos los años y vienen entre ocho y diez alumnos de toda España. De suelo pélvico hacemos un congreso en el que invitamos a gente de todo el país. Emitimos mucho vídeo y discutimos sobre las intervenciones que se pasan. Se empezó haciendo en el hospital de Riaño con cirugías en vivo, y ahora se hace en Oviedo. Residentes de toda España rotan por este servicio de Riaño, salvo del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Somos el único hospital de España que desde los años ochenta hacía quimioterapia del cáncer de próstata y renal. Tenemos un curso sobre esta cuestión, junto a los de suelo pélvico y uretra.

- ¿Qué debe tener un médico para ser bueno en su profesión?

-Una cosa básica que no hay actualmente: vocación. Se pide una gran nota para entrar en Medicina y después, en muchos casos, no hay vocación. No quieren trabajar, no les interesa. Hace falta vocación porque, si haces una especialidad quirúrgica, te llevas para casa todo. Es una opinión personal, pero creo que con los enfermos tienes que tener mucha vinculación. Eso que dice la gente de que los médicos nos deshumanizamos no es cierto. Sufres por todos ellos. Y, en mi caso, ahora más. Hace 25 años sabía que tenía un bombero detrás, pero ahora, como jefe de servicio, el bombero soy yo. Aquí no hay horas, o debes pensar que no hay horas. Aunque lo ponga en tu contrato, esto no es de ocho a tres. O no es a lo que debes aspirar. Debes aspirar a estar bien formado y ser de utilidad para la gente.

- ¿Qué percepción cree que tiene la ciudadanía de la labor del médico y del propio gremio?

-Los médicos de hoy creen que son dioses y entre los ciudadanos está muy mezclado. Esta cuenca del Nalón es muy difícil de extrapolar porque es mucho más demandante, por ejemplo, que la del Caudal. Y mucho más que la de Oviedo, que conozco por la privada. Creo que los pacientes sí nos quieren, igual que mucha gente y yo mismo queremos mucho a este hospital.

- ¿Se percibe un ambiente distinto en los hospitales comarcales, más familiar o más cercano?

-Totalmente, sin dudarlo. Un hospital de mil camas es un monstruo llamado a desaparecer. No aquí, en todos los sitios. Yo ando por muchos. Me ha tocado conocer ejemplos como Burgos o Palma de Mallorca. Son hospitales de mil camas que tienen, de punta a punta, 500 o 600 metros. Entre los propios profesionales ni se conocen. Riaño es más familiar.

- ¿Cura más en ocasiones una palabra de aliento que una pastilla?

-De eso hay mucho. Parte de nuestra función es psicológica. Todos los médicos somos un poco psicólogos. El lugar en el que yo me formé un año en Italia era el Instituto para la cura y tratamiento de los tumores. Toda persona que entraba por la puerta tenía un cáncer. Vi sufrir mucho a la gente y tiene que haber un acercamiento con el paciente. Luego hay personas que no quieren ese acercamiento, como todo en la vida.

- ¿Qué opinión tiene de las fusiones de servicios hospitalarios?

-Hay que tratar de optimizar los recursos humanos y materiales. Por ejemplo, en nuestro caso, sumando recursos económicos de los dos hospitales, de Mieres y Riaño, hemos logrado tener lo mejor en litiasis. Fue una inversión de más de 100.000 euros y eso se hizo por la coordinación de servicios. Es duro al principio, porque en el otro hospital no conocen tu forma de funcionar. El problema es que a veces, administrativamente, está tan encorsetado todo, que los gerentes tienen muy pocas opciones. La fusión como tal no salió adelante en el Parlamento y para mí fue un error. Mieres y Langreo están a diez minutos de distancia.

- El cáncer de próstata es el más diagnosticado entre los varones y el tercero que causa más mortalidad, ¿cómo se puede enfrentar?

-Es el más frecuente y sabemos, por las autopsias, que por encima de setenta años, dos de cada cinco varones tiene cáncer de próstata, ¿desde cuándo llevaba ahí? Pero es que si pasas a ochenta años, son cuatro de cada cinco. Y se mueren con él, sin diagnosticarse. La alarma salta cuando un cáncer de próstata aparece con metástasis en un chaval de 45 años. Ése no lo puedes detectar de ninguna manera y te va a seguir pasando igual con los medios que tenemos actualmente. Hoy día, hay un 40 por ciento de los tumores que operamos que no se deberían intervenir quirúrgicamente. El problema es que, como no sabemos qué evolución va a seguir, se llevan a quirófano. Cuando el tumor está avanzado, la sintomatología es igual que la de otro prostatismo. Un señor que orina mal, con dificultad, que se queja de que le escuece, alguno entra en retención de orina... Para encontrar un tumor de esos que mata tendríamos que hacer a mil varones de la población de entre 50 y 60 años dos revisiones al año con análisis de próstata y tacto rectal. Es imposible. ¿A quién perseguimos? Al señor que tiene clínica, es decir, que se queja de que orina mal, y a aquéllos que tienen casos de cáncer de próstata en su familia.

- ¿Hay factores de riesgo?

-Se habla mucho que si los antioxidantes, la polución... El factor mayor de riesgo es tu marca genética. Sobreoperamos y sobretratamos mucho, pero es que no hay otra alternativa.

- ¿Hay un aumento de los casos de incontinencia urinaria en mujeres?

-No es que haya más casos, sino que se consultan más que antes. Hace años se veía como algo normal, como un efecto de la edad, y ahora la mujer no acepta como antes que se le escape orina, aunque sean unas gotas. Lo consulta, y lo consulta antes. Además, los resultados quirúrgicos para la incontinencia urinaria son excepcionales. Las mujeres, como pacientes, son mucho más duras y sufridas que el varón. Pueden pasar años hasta que vaya a consulta. En cambio, si un varón operado de próstata tiene una incontinencia leve, lo tienes en la consulta al día siguiente. La intolerancia es total.

- Le ha tocado conocer muchos hospitales de España y Europa por su actividad. ¿Qué nota pone al Sistema Nacional de salud?

-Desde el punto de vista asistencial, no hay ninguna diferencia con un país puntero como puede ser Alemania. La diferencia es que allí hay copago. Hay cosas excepcionales que te las tienes que pagar, por ejemplo si quieres operarte con el robot quirúrgico, el Da Vinci.

- ¿Qué opina de esta herramienta quirúrgica?

-El robot, en urología, no mejora en nada la asistencia. Sólo mejora el bolsillo de los propietarios del robot. Yo opero por toda Europa, y opero mucho en América también, y en el sistema sanitario español tenemos que hablar de la relación entre coste y efectividad. Tú, en tu casa, no puedes comprar una lavadora que lava muy bien si tienes que cambiar el bombo cada cinco lavados. En algunos hospitales de los que yo voy por España se están haciendo las anginas con el robot. ¡Las anginas! ¿Dónde está el coste-efectividad? El cirujano probablemente está mucho más cómodo porque está sentado, como si jugara a la Play. Pero la pregunta es: ¿En qué mejora al enfermo? Cuando operas de cáncer de próstata a un paciente tienes que lograr controlarlo oncológicamente, que no pierda orina y que quede potente, si se puede. En esas tres cosas, el robot no mejora en nada a la cirugía convencional abierta. ¿Por qué hay que hacerlo con robot? ¿Porque es más cómodo para nosotros, porque la gente aprende primero y es más fácil? Repito, ¿dónde está el coste-efectividad? Para un hospital público es ruinoso, porque vale siete u ocho veces más que una intervención a mano. Además, aumentaría las listas de espera, porque cada intervención conllevaría más tiempo. Puede tener cabida en hospitales privados donde la gente va buscando operarse con el robot y se lo paga de su bolsillo.