-Mi marido está rígido, babea, tiene los puños cerrados, no responde, no puede despertar...

Así se explicaba la esposa de un enfermo que amaneció con una convulsión tónica el pasado domingo en su domicilio del barrio avilesino de El Pozón. Incapaz de moverse, no podría abrir los ojos. Su mujer decidió descolgar el teléfono y llamar al 112.

Hasta entonces, en la sala de espera del equipo de la UVI móvil de Avilés reinaba la calma. El conductor de ambulancias Antonio García fingía estar indignado con la fotógrafa por haberle llamado calvo, el técnico Adolfo Jaén miraba un programa de cocina en la televisión por cable -su hija quinceañera se ha vuelto vegana- y le daba palique al médico Ginés Martínez. Su rutina en esa sala es esperar a que pase algo. Desgraciadamente, suele pasar algo todos los días, y alguien, en alguna parte de Asturias, llama al 112.

Con cada aviso se activa el mismo protocolo. El médico de guardia del Centro de Coordinación de Emergencias evalúa la gravedad de lo ocurrido y decide qué tipo de ambulancia debe desplazarse a la zona. Las dos opciones más habituales son la ambulancia de equipos básicos (AEB) o la ambulancia de equipos avanzados (AEA). En la jerga del mundillo, se refieren a ellas como "la beta" o "la alfa". La segunda es la que utiliza el equipo de la UVI móvil y la mejor equipada: incluye un monitor desfibrilador que realiza electrocardiogramas, una bomba de infusión que inyecta por vía dosis exactas, un respirador artificial, un aspirador de secreciones, walkie-talkies para los casos de accidentes con víctimas múltiples en zonas territoriales amplias y un maletín especial para niños, entre otros. "Si nos necesitan es porque la cosa pinta mal, pero desde esta ambulancia podemos hacer prácticamente lo mismo que se haría desde una unidad de vigilancia intensiva (UVI) de un hospital estándar", subraya el médico José Luis Vega.

Los necesitan. ¿Qué sucede entonces? Suenan los teléfonos, la centralita comunica al conductor la dirección del accidente y al médico los síntomas del paciente afectado, todo el equipo se levanta a la vez, como un resorte. Mientras responden con monosílabos las indicaciones de su centralita, van poniéndose la cazadora, cogen las llaves de la ambulancia, se abrochan el cinturón, apagan la tele y dejan las tazas sucias en la mesa. "No suele pasar más de un minuto desde que nos llaman hasta que nos subimos a la ambulancia. Da igual lo que estemos haciendo", señala César Fernández, otro de los médicos de la UVI móvil de Avilés.

El pasado domingo, a primera hora de la mañana, una mujer notó que a su marido le ocurría algo. Cuando la centralita movilizó a la "alfa" de Avilés, el equipo de turno -compuesto por el médico Ginés Martínez, la enfermera Isabel Arnés y los técnicos Adolfo Jaén y Antonio García- salió disparado hacia el domicilio. Llegaron en unos cinco minutos y el enfermo seguía desorientado -se negaba a que Arnés le pusiese la vía en la mano-, así que los cuatro operarios acabaron a horcajadas sobre el paciente, que todavía seguía en la cama:

-Se ha puesto usted malín, no pelee. ¿Me deja la mano?

Lo sentaron en la silla de transporte -era imposible subir la camilla por el estrecho portal- y lo taparon con una sábana. Cuando entraban como una exhalación por la puerta del Hospital San Agustín, el paciente seguía suplicando que le dejasen tranquilo. Había pasado tan poco tiempo que seguía pensando que estaba en casa. Llevaba encima más de gramo y medio de calmantes, pero seguía consciente. Lo subieron a a la sala de Radiología -Martínez sospechaba que podría tratarse de un tumor o de una hemorragia interna-, pero los resultados salieron limpios. Según los médicos del hospital, y a falta de pruebas posteriores, lo más probable es que el hombre estuviese empezando a manifestar un problema de epilepsia.

Independientemente del diagnóstico, desde que la mujer del paciente descolgó el teléfono hasta que en la pantalla del ordenador de radiología apareció un cerebro libre de bultos y hemorragias no pasó más de media hora. "Nos regimos por el tiempo. En nuestro trabajo, ningún paciente puede atender a demoras", advierte Fernández. Esta actuación tipo se repite, de media, unas cuatro o cinco veces al día, según el equipo.

Eso sí, no es lo mismo que el 112 reciba el aviso de una parada cardiaca en la plaza de la Escandalera de Oviedo que en la plaza de la iglesia de Tapia de Casariego. Asturias está dividida en ocho áreas sanitarias y, las dos primeras, correspondientes al occidente astur, son las únicas sin equipo de UVI móvil. "Se está pensando en dotar a Jarrio, de la zona I, con una alfa. Lo ideal sería que Cangas del Narcea también la tuviera. Mejoraríamos el servicio al ciudadano y crearíamos puestos de empleo entre compañeros", sentencia Vega.