Un joven eterno, un tío enorme

Felipe Escudero vivió, amó y trabajó con una lealtad a prueba de toda duda

Montaigne ya dijo: "Nos buscábamos antes de conocernos, porque él era él y yo era yo". Poco diré yo. Tan distintos y tan distantes. Y sin embargo amigos. Socios en el pasado y amigos siempre. Una persona enorme, tanto que a veces el desconocido le percibía un histrión. Un balear de playa y exceso. Un periodista de raza y colmillo. Y lo era, pero también el asturiano tierno, reservado y de principios. Lo que tengo por seguro es que era tan enorme que solo hizo cosas grandes. La mayor: que vivió con su eterna sonrisa en un paréntesis; un paréntesis larguísimo solo atribuible a su Víctor, su naturaleza y su apego a disfrutar de la vida. Tantos años, que le dio tiempo a amar, vivir y trabajar, con una lealtad a prueba de toda duda. Lealtad sin preguntas. Cortesanos de interés denostaron al genio en su bohemia y le hicieron caminar a tientas en busca de afectos. Pero lo que deja hecho, fundado está y firme herencia es. Añoro sus ideas rompedoras, sus riesgos desmedidos, sus riñas de maestro, su defensa de lo que era diferente, su fiesta, su saber estar... manga japonesa era Felipe, todo cabía en él. Hasta el silencio de callar lo inconveniente, por importante, en esta Vetusta de postureo. Aquellos cortesanos, que hoy declaran en un juicio o están ya felizmente en prisión, son la prueba de que el genio bohemio e histrión siempre fue visionario y, sobre todo, leal. Él artista ahora, sigue callado en su discreto mutis por el foro, pero alguien tenía que decirlo. Un tío enorme en todo momento, en un cuerpo mayor de joven eterno. Por fin, ahora estará dándole un beso a Javi. El vermú de hoy va por ti, Don Felipe.

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