La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Mamá cumple 100 años"

Una reflexión sobre las razones profundas del maltrato y el despotismo en el ámbito familiar

Al hablar acerca de la actitud patriarcal y de maltratador en algún varón padre de familia, lo habitual es oír que a esta persona, desde su más tierna infancia, le persigue la sombra del padre déspota y que, por no haber asimilado y superado aquel infierno infantil, reproduce compulsivamente tan siniestra experiencia con sus hijos y su esposa. Pero es el caso que semejante modelo aparece en la mujer, sobre todo, en el medio rural. Carlos Saura trae a pantalla esta circunstancia -¿matriarcal?- de convivencia familiar en "Mamá cumple 100 años", personaje histriónico representado por Rafaela Aparicio.

Trátase de la madre de pechos fríos, vacía de afectos, de fingidos cariños, posesiva, acaparadora, absorbente y, al mismo tiempo, mujer desconfiada en su patológico narcisismo. La madre manipuladora, como "Mamá", genera una dinámica de complicada convivencia familiar. La "Mamá" del misógino es mujer de motivaciones ocultas y, casi siempre, antagónicas que, habitualmente, solapa y maquilla. Esta "Mamá" mantiene, de manera compulsiva, una "relación de doble vínculo" con cada uno de los miembros de la familia. "Mamá" militante del altruismo -máscara tras la que oculta un "egoísmo hipócrita"-, usa y abusa del victimismo, unas veces; del chantaje emocional, otras, y de fingido sufrimiento, de forma habitual; obviamente, trátase de inequívocas artimañas siniestras para manipular voluntades y someter en servidumbre a propios y cercanos. Como "Mamá" manipuladora, es dada a generar enfrentamientos entre hijos, sin ocultar su predilección por uno de ellos, por aquel que es objeto de sus proyecciones narcisistas. Esta madre hace de alguno de sus hijos, como es el caso del personaje "Fernando", un individuo neurótico, de alma macerada por la culpabilidad, en deuda siempre con quien no le ha amado y, prosternado a los pies de la histriónica "Mamá", mendicante de un gesto de reconocimiento, como Lázaro ante la mesa del rico.

Es sabido que quien ha vivido este drama en su temprana niñez, bien muere en vida, culpándose por su indignidad, bien, mediante introyección de la "Mamá verdugo", se venga en hijos y esposa de las heridas que aquella había infligido a su alma infantil. Quien no ha sido amado, quien ha mamado en pecho frío, necesita dominar para sentirse seguro. ("Tal cual eres tú, tal te mostrarás y te portarás", reza el adagio del padre del nihilismo contemporáneo, si bien podría haber salido del tintero psicoanalítico de Freud). Así, es frecuente ver cómo esta persona, apelando al "espíritu de familia", somete a los suyos. Esta persona, por el infierno infantil vivido con la "Mamá", entiende la familia como sirvientes domésticos. Con respecto a los hijos, no entiende que se trata de vidas que no le pertenece, no entiende que se trata de vidas propias que han de realizar su proyecto personal de vida, no entiende que los hijos no deben cargar con los fantasmas de los padres, no entiende que amar a los hijos es ayudarles a que se valgan por sí mismos en la búsqueda de su propia felicidad.

Volviendo al punto de partida. ¿Por qué se tiende a ver en el padre autoritario, "machista" y maltratador, el origen de la actitud patriarcal y despótica del varón con su mujer? ¿Por qué es dado pensar que la misoginia del machista y maltratador tiene su origen en el modelo patriarcal? La misoginia, manifiesta en la consideración y trato que dispensa el maltratador a la esposa, es la expresión inconsciente del odio por su madre, que aquel niño varón ha anidado en su corazón, consecuencia del infierno infantil sufrido por el desapego de su "Mamá", así como de la relación de "doble vínculo" de aquella con él. (Recuérdese a Norman Bates, de Hitchcock). Una vez adulto, este resentimiento es proyectado en todas las otras mujeres, y de forma directa y cruel con su propia esposa.

Compartir el artículo

stats