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El termómetro

Es una vergüenza

Sobre la indignación y la sensación de injusticia y de que vivimos mal

"Es una vergüenza". Me encanta esta expresión. Porque vale para todo. Lo mismo para un arbitraje presuntamente injusto que para una subida de impuestos también presuntamente injusta que para una cola demasiado larga en un servicio público.

Lo simpático es que cada vez se oye más por todas partes. El vergonzoso comportamiento de los otros está invadiendo nuestras vidas. Y todo el mundo pone el grito en el cielo. El mundo está fatal.

Recuerdo la charla que dio no hace mucho el astrofísico Bruno Sánchez-Andrade Nuño en Noreña, en la que ponía de manifiesto que el mundo, en parámetros como el hambre, las guerras, los excesos demográficos o la mortalidad, está mejor ahora de lo que estaba hace diez años, y mucho mejor que hace veinte.

Sin embargo -yo he hecho la prueba muchas veces-, si le preguntas a la gente cómo cree que está el mundo hoy en alguno de esos aspectos (o en temas de crímenes, violaciones, etcétera), la mayoría dirá que estamos peor que nunca. Cuando no.

También es cierto que algunos derechos sociales han ido para atrás, y que la crisis ha zarandeado el sistema en perjuicio sobre todo de la clase media y baja, pero en cualquier caso tengo para mí que hay demasiada gente que vive relativamente bien que está más que convencida de que vive relativamente mal.

Y hay una cosa clara: el bienestar, aunque tiene unos mínimos relacionados con la supervivencia y con ciertas comodidades, es algo muy subjetivo. Si uno cree que vive mal, vive mal.

Que hay gente pobre y gente que sufre y lo pasa mal por diversas circunstancias no lo puede negar nadie. Pero tengo la impresión -y es solo una opinión, algo muy subjetivo- de que hay otros muchos que, un día sí y otro también, vivimos mal porque creemos que vivimos mal.

Una vergüenza.

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