La historia reciente de la tecnología nos ha dejado numerosos ejemplos de la dificultad que tiene predecir el futuro. Saber qué tecnologías serán las que en mayor medida impactarán en nuestra forma de vida en el medio plazo no es tarea fácil.

Sí conocemos bien los retos sociales que tenemos en estos momentos y las tecnologías que permiten abordarlos, con dos grandes pilares: la digitalización y la economía sostenible y circular. El mensaje ha calado en todos los ámbitos de la sociedad convencidos todos de que estos grandes retos solo podrán ser solucionados vía el desarrollo tecnológico.

El concepto actual de digitalización hereda el proceso que de forma natural se venía produciendo en la industria desde hace décadas en la continua mejora de la automatización y robotización de productos y procesos. Las cosas importantes tienen que tener un nombre y ha sido todo un acierto de comunicación el haber aglutinado hace unos años bajo el concepto de Industria 4.0 las tecnologías que están detrás de este proceso hacia la digitalización.

Tecnologías como la fabricación aditiva o impresión 3D, la robótica colaborativa, la realidad virtual y aumentada, la ciberseguridad, el internet de las cosas, la sensórica,... son algunos ejemplos de las tecnologías actualmente disponibles, en sus distintos grados de maduración, para abordar dicho proceso de digitalización. Aunque a nivel personal vivimos desde hace años inmersos en este proceso, uno de los mayores retos tecnológicos en estos momentos se encuentra en su aplicación al ámbito industrial. La mejora de la productividad y la competitividad dependerán en gran medida de su acertado despliegue. Los fondos europeos deberán aportar los recursos necesarios para llevar a cabo con éxito este proceso.

De todas estas tecnologías, probablemente sea la Inteligencia Artificial la mejor candidata para producir cambios disruptivos en nuestra sociedad a medio plazo. Estamos viendo ya ejemplos de desarrollos tecnológicos (robots, coche autónomo,...) que hace unos años serían considerados ciencia ficción. Nos esperan años apasionantes, donde se hace difícil predecir lo que llegaremos a ver. Ante estos cambios tecnológicos surgen nuevas competencias tanto técnicas como transversales que será necesario abordar con suficiente antelación, siendo imprescindible la adaptación de la formación y la capacitación de los trabajadores. Ya lo estamos viviendo, no podemos competir en determinados ámbitos donde una máquina, un robot o un software se encuentran más capacitados que nosotros para realizar ciertas tareas, por lo que habrá que desarrollar perfiles con capacidades para trabajar colaborativamente con este nuevo entorno más automatizado y digital, aportando valor.

No hay que tener miedo a la evolución tecnológica, históricamente siempre ha habido resistencias iniciales al cambio, pero donde finalmente los avances han supuesto mejoras que han superado con creces a los recelos iniciales, con todo un proceso de adaptación por el medio nada sencillo.

Una de las principales diferencias que estamos viviendo actualmente frente a otras revoluciones industriales está en el tiempo transcurrido hasta que una nueva tecnología es adoptada y en estos momentos la velocidad de los cambios tecnológicos es tan alta que se hacen especialmente necesarias altas dosis de adaptación.

Todo ello en una economía que deberá ser circular y sostenible, donde no solo el hidrógeno jugará un papel relevante como vector energético en la transición que se está produciendo, sino muchas de las tecnologías anteriormente descritas.

A la incertidumbre habitual que ya existía se ha unido la pandemia que estamos sufriendo y que ha venido a reforzar y a demostrar que el futuro hay que abordarlo de manera distinta, el tan ansiado y citado cambio del modelo productivo.

Si algo positivo podemos sacar de esta crisis sanitaria es un convencimiento de la sociedad del protagonismo que la ciencia, la tecnología y la innovación han de tener en nuestro nuevo modelo. Modelo que encuentra en Avilés un buen ejemplo a seguir.

El ecosistema de innovación e industria que actualmente existe en la ciudad con empresas industriales punteras y referentes en sus sectores, así como centros tecnológicos, es el resultado de una visión mantenida en el tiempo durante décadas de un modelo que ha demostrado ser exitoso. La consolidación de este tipo de ecosistemas innovadores es muy relevante ya que no nos encontramos solos en el mundo.

Compiten las empresas, pero también compiten los territorios entre sí a la hora de atraer inversiones y talento. No está en nuestras manos predecir cómo será el futuro ni qué tecnologías lo harán posible, pero sí cómo queremos recorrerlo y pasa sí o sí por una apuesta decidida por la industria, la tecnología y la innovación.