Como enseña cualquier manual básico de marketing, la diferenciación de producto es una estrategia mercantil que tiene como objetivo que el consumidor perciba de forma diferente el bien o servicio ofrecido por una empresa, con respecto a los de la competencia. En mercados de commodities (bienes similares entre sí en cuanto a apariencia, calidad, tamaño, etcétera), una acertada diferenciación puede proporcionar una ventaja competitiva sustancial traducible, incluso, en términos de precio: alguien está dispuesto a pagar más por un producto percibido como “diferente”, ya sea en base a datos objetivos o apreciaciones subjetivas.

Sirva esta introducción para significar el trabajo que lleva haciendo la nueva rula de Avilés desde que abrió sus puertas en 2010. En un sector de productos indiferenciados –ni el ojo más entrenado distingue una merluza pescada en Asturias de otra capturada en Galicia– y en un puerto de flota venida a menos, la lonja pesquera no deja de crecer tanto en cifra absoluta de toneladas subastadas como en valor de la pesca comercializada. Por el camino, la rula ha implantado sistemas revolucionarios de tratamiento del pescado, tanto a bordo de los barcos como en tierra; se ha obligado a cumplir con los mayores estándares internacionales de calidad, ha adoptado una política pionera de eficiencia energética y ha desarrollado, con más ingenio que recursos, herramientas eficaces de promoción del pescado. Por eso, el pescado de Avilés se pide por su nombre y se aprecia por su apellido.