“Ixuxú” graba “No hay una línea trazada” en 1988. Es verdad, que lo grabaron y también que la música en Avilés ha sabido sobreponerse a los tiempos y, aunque con oscilaciones, siempre ha estado viva y sin un devenir claro. Decenas de bandas, de solistas, de músicos con nombre en una pequeña ciudad del Norte, que con el paso de los tiempos ha generado un universo paralelo. Avilés no es Nueva Orleans, pero ambas tienen costa; Avilés no es Chicago, pero tiene soul en su sonido; tampoco tiene nada que ver con San Francisco y la psicodelia, ni por supuesto con ese imponente imperio británico, el musical se entiende. Sin embargo, desde hace décadas ha mostrado su idiosincrasia con decenas de referencias que han sido cambiantes, con bandas emergentes y sumergidas, y también fijas, desde el folk al metal, desde las corales hasta las melodías punk y las rimas raperas pasando por el amplio abanico del rock.

La música es como Avilés, vive en una sempiterna crisis, sin embargo, esta aunque agonice no ha logrado desfallecer y es más, ha servido para relatar la historia de un pueblo marcado por la industrialización y, sobre todo, por la reconversión industrial y sus efectos. Avilés, en tiempos, fue conocida como la Atenas del Norte por su producción y su afición cultural. Es más, la también denominación de ciudad “de los músicos” era por algo, porque ha mantenido, crisis tras crisis, las ganas de expresarse con riffs, digitaciones, voces, percusiones y ritmos. Y así seguirá.