El valor de un penique. «En París realizo estudios de Sociología, pero sobre todo de Historia y de Arte. Esa afición al arte la recibí desde siempre en casa. Mi abuelo, Tomás Tinturé, era muy aficionado a la música y al arte, y, por supuesto, mi tío abuelo Sebastián Miranda. Pero por parte de mi padre también un abuelo suyo había sido pintor y fotógrafo. Mi época de estudios fue muy feliz. Teníamos poco dinero, pero mi hermana Lucila llevaba las cuentas admirablemente, sobre todo ya en París, que teníamos más ocasión de salir porque era una ciudad con más tentaciones, con tiendas que nos fascinaban. Pero para mí fue una gran lección porque mi padre creía mucho en que nosotras mismas nos administrásemos y cuando él nos enviaba una cantidad le teníamos que hacer todas las cuentas y, si no, a la semana siguiente no había envío de dinero. Aquella rendición de cuentas la mandábamos por carta. Todo eso fue una gran lección para nosotras, algo parecido a lo que contaba Margaret Thatcher de que en la tienda de su padre había aprendido lo que era el hacer las cuentas y el valor de cada penique. Hay un dicho que aprendí en Inglaterra: "Look after your pennies and your pounds will look after themselves», cuida de tus penique que las libras se van a cuidar de sí mismas. Y hay otro dicho en ese campo que es "put aside for a rainy day", reserva para un día que llueva. Ambas cosas las he tenido siempre muy presentes».

El tabaco de Virginia. «Vuelvo a España y mi hermana y yo sacamos el título de la Escuela Oficial de Idiomas, para poder dar clases. Las doy en el Colegio de los Sagrados Corazones y también me dedico a traducir. Por ejemplo, recuerdo haber traducido "In search of excellence" y algunos otros libros de marketing con los que aprendí muchísimo. No sé exactamente si lo hacía muy bien o muy mal, pero el caso es que traducía, aun cuando tenía menos dominio del español de lo que hubiera deseado. Pero el ejercicio de la traducción enseña muchísimo y luego preguntaba o me hacía corregir. También di clases particulares de inglés y tuve algún alumno notable, como fue durante un tiempo la mujer de Rafael Moneo, el arquitecto, Belén Feduchi, hija a su vez del arquitecto Luis Martínez Feduchi. Y también tuve de alumno a Jorge Verstrynge. Mi marido, José Cubillo, con quien me había casado en 1964, era ingeniero agrónomo y se especializó en el cultivo de tabacos. Nos fuimos a EE UU a estudiar cultivos, sobre todo en Virginia. Hemos tenido tres hijos, aunque uno murió muy pequeño, con tres meses».

Caramelos a otras ciudades. «Al volver de EE UU yo había perdido ya la plaza de profesora en los Sagrados Corazones y mi hermana tuvo la desgracia de perder a su marido, Javier Quiroga, a los diez meses de haberse casado; él se mató en un accidente de coche. Pero ella había montado una empresa que era muy de la época, todas mujeres, Siasa Congresos, junto a Juana Bravo de Laguna o Maite Melgarejo, unas chicas estupendas. Siasa monta el pabellón de España en la Exposición Internacional de Nueva York, en 1964. Ése fue el nacimiento de la empresa, que siguió teniendo mucha actividad y las obligaba a viajar por todo el mundo. Me incorporo a Siasa como coordinadora de congresos y me atrae mucho el trabajo. En uno de aquellos congresos, sobre derecho, seguridad y seguros, que organizo con el INI y la firma Musini, les presento un proyecto para realizar una exposición de arte. Se recabaron fondos y salió adelante la exposición, que tuvo mucho éxito. Así que uno de los expositores me dijo: "Ahora tienes que hacer que Madrid tenga una institución ferial y convertir este salón en un salón oficial". No recuerdo el nombre de la persona que me dijo esto, pero sí que era de la empresa Inter Coc Norte. Pero el problema es que Madrid, según la legislación estatal de aquel momento, que databa de los tiempos de Franco, no podía organizar ferias, sino que éstas se llevaban a Bilbao, Gijón, Barcelona, Valencia, Las Palmas, etcétera. Digamos que era por no centralizar esa actividad y por dar algunos caramelos a otras ciudades».

Salón sobre seguridad. «A aquella sugerencia respondí que era imposible, pero esa persona insistió, no se me olvidará: "Ya verás cómo tú lo consigues". Y tuve tal suerte que empecé a moverme y a hablar, primero, con Íñigo Oriol, de Hidroeléctrica Española (después Iberdrola), y luego con Adrián Piera, presidente de la Cámara de Comercio de Madrid, y más tarde con Juan José Rosón, ministro del Interior. Finalmente, se autorizó la creación de una institución ferial de la Cámara de Madrid y nosotros, como Siasa, trabajábamos para ellos. Empezamos a movernos y hago el primer salón de Siasa en esa incipiente institución. Adrián Piera me dijo en aquel momento: "Si tenemos éxito, tienes que quedarte a trabajar aquí". Comencé a trabajar en 1979 y 1980 para aquel salón, que se celebró en 1981, sobre seguridad, y aquello se convirtió después en Ifema, la Institución Ferial de Madrid».

Equipo de cuatro. «Con la creación de Ifema fui la primera directora de ferias y comenzamos a buscar temas feriales, y lo que se nos ocurrió fue monografiar determinados sectores. Ésa fue mi estrategia y se concretó en una feria sobre óptica y también en otra dedicada al arte, como estaba haciendo Basilea. Es decir, Arco, la Feria de Arte Contemporáneo, surge a iniciativa de Ifema, y nosotras nombramos directora a Juana de Aizpuru. Ella estuvo al frente de la feria cinco años y luego ya pasé yo a dirigirla, en 1986. Antes había estado en los primeros comités de organización, en los que yo aportaba las habilidades feriales. Se crea entonces un equipo pequeño, de cuatro personas, en Castellana, en el edificio de la Cámara, que fue la primera sede de Ifema, pues la iniciativa oficial había sido de la Cámara y más tarde se sumaron la Diputación, la Caja de Madrid y el Ayuntamiento».

Abrir ventanas. «Más importante que Arco fue la creación de Ifema, una gran iniciativa que significó un cambio radical para Madrid, porque contribuyó a su percepción como una ciudad volcada en crear posibilidades, no sólo en el campo del arte y la cultura, sino en la industria en general. Se creaban ocasiones de encuentro y "Madrid en vanguardia" fue uno de los lemas que utilicé en los programas que se fueron implantando. Y no solamente eso, sino que se fue activando la participación del extranjero en Madrid, es decir, internacionalizar la escena tanto artística como cultural e industrial. Ifema es un gran generador de actividad y de internacionalización porque no hay nada peor que el localismo. Y porque mi ascendencia es muy variada y diversa, siempre he tenido como objetivo principal abrir las ventanas y no resistir al cambio. Recibí galardones por aquella tarea, de los que me siento muy orgullosa, como el premio de proyección internacional de Madrid "Benito Pérez Galdós"».

Mujeres agitadoras. «Después me especialicé en el arte, porque paso de directora comercial ejecutiva de Ifema a directora de investigación y desarrollo, pero entre otras cosas a las galerías de arte no les gustaba que yo compartiera mi tiempo con nadie, y yo lo entendía, porque necesitaba todo mi tiempo para viajar y conocer el mundo del arte contemporáneo. Hablé con los responsables de Ifema y me permitieron quedarme como responsable de Arco. Hace unas pocas semanas se celebraron en la Fundación Thyssen unas conversaciones con el título "Ellas, 30 años de arte contemporáneo en Madrid. El arte ante la encrucijada de la crisis". ¿Qué había pasado hace tres décadas? En mi conversación dije que en aquel momento había un grupo de mujeres que estábamos en período de demostración, de prueba, y que no teníamos miedo a nada. Estaban Carmen Jiménez, María Corral, Juana de Aizpuru y estaba yo. Había muchas y buenas artistas también, no tan prominentes como merecían, pero sí mujeres agitadoras, como igualmente lo eran éstas que he citado y algunas más. Quizás eso fue un factor para poner a Madrid en el arte contemporáneo. Y hay también un personaje importante, que no era mujer precisamente, el alcalde Enrique Tierno Galván, o aquella revista, "Madrid Me Mata". Sobre todo, era la respuesta a una época menos brillante, la anterior».