Rafael Marañón-Abreu (Cartaya, Huelva, 1978) es investigador del prestigioso MIT, donde se graduó el año pasado. En la actualidad trabaja como product manager en Cisco System y es especialista en redes sociales, asunto sobre el que conferenció recientemente en Noreña, invitado por la asociación Contigo.

-Unos autores ven en las redes sociales una pujante inteligencia colaborativa. Otros lamentan que a pesar del aumento de los datos parece difícil extraer conocimiento y sabiduría de los medios digitales. ¿Cuál es su opinión?

Efectivamente, ahora mismo tenemos demasiados datos y nos hace falta la capacidad de analizarlos. Hay un profesor del MIT, Thomas Malone, que habla de inteligencia colaborativa y sostiene que un grupo de personas con poco conocimiento colaborando juntas tienen mucho más valor que un grupo reducido de expertos. Y eso se basa en la conexión entre personas. El valor de todo esto, en realidad, es el mismo de otras tecnologías, como el lenguaje o las emociones.

-Explíquese.

La primera red social fue aquella que fundaron nuestro antepasados y la que hizo que nos diferenciásemos de los otros simios. Cuando vivíamos en las arboledas no teníamos problemas para defendernos de otros depredadores, pero cuando los homínidos se mudaron a la sabana africana tuvieron que colaborar directamente para sobrevivir y ahí hubo una evolución. Hay un profesor de Standford que dice que hubo una evolución directa en el cerebro que nos permitió comunicarnos. Es la primera herramienta. Las emociones. Luego llegó el lenguaje hablado y luego el escrito. Y luego añadimos más tecnología como la imprenta, que hace que el lenguaje escrito se multiplique por mil. La radio o la televisión, aunque con algún problema porque son de un solo sentido, contribuyen también a que la información se vaya multiplicando. Ahora hemos dado un paso más y el problema es cómo analizar toda esa información.

-Sí, ¿cómo?

Con las interconexiones. Hace diez años, buscar algo en internet era una locura, porque no sabíamos en qué páginas podíamos confiar. Pero hoy día ya leemos lo que nos recomienda nuestra red. No leo ya los cinco periódicos de principio a fin, sino las noticias que aparecen en mi muro y me recomiendan mis contactos, porque es gente en la que yo confío. Al final, las redes sociales son una red de referencia, igual que las de los investigadores que les permite no leerse toda la bibliografía sobre un asunto, sino sólo la que más les interesa. Una red social, profesional, familiar o del tipo que sea nos permite filtrar toda esa información y quedarnos con lo que nos interesa.

-Es curioso que, al final, todo se vuelve, de alguna forma, más pequeño, la «aldea global» de McLuhan, vaya.

Vamos de lo global a lo local y de lo local a lo global. Yo nací en un pueblo de Huelva, y allí, cuando sales a la calle, todo el mundo sabe tu vida. Al igual que esa calle, Facebook puede ser un bar, Twitter un periódico y LinkedIn un congreso en el que intercambias tarjetas. Es una cafetería sin café. O un congreso en el que no gastas en transportes ni hoteles. Es muy interesante, porque yo vivo en California y al entrar en mi Facebook no sólo sé lo que pasa en la calle de mi pueblo, sino que en la misma pantalla habla mi hermana, veo lo que dicen mis vecinos, aparece un profesor del MIT, gente con la que colaboro y hago negocio o una noticia de mi periódico. Estoy en la cola del banco y mientras espero me pongo a leer mi muro en mi teléfono y estoy recibiendo cantidad de señales globales, sea por proximidad, por afinidad o por frecuencia. Todas juntas en una misma pantalla. Y al ser global también te conviertes en local, porque, por ejemplo, adquieres información detallada de los hijos de tu profesor y, entonces, es como cuando ves en la oficina de alguien las fotos de sus hijos, que te permite socializar, humanizar la relación. Con Facebook, igual. Al mostrar un poco la vida personal, eso da confianza y permite construir cierta influencia que, seguramente, permitirá que dos personas hagan mejor negocio.

-Estas nuevas tecnologías implican visiones y paradigmas nuevos. Por ejemplo, con lo digital el discurso lineal desaparece en favor de la hiperfragmentación. ¿Cómo se acostumbra uno a eso?

Es una evolución más, no es nada nuevo. Sucede que hay personas más y menos preparadas. En nuestra época la información era secuencial: ahora estudiabas historia, ahora matemáticas, ahora jugabas y ahora hacías los deberes. En la actualidad, si observas a un chaval de quince años, verás que es capaz de hacerlo todo a la vez. Está hablando con sus padres en una cena y a la vez por el teléfono con su hermana, aunque esté sentada enfrente, y con un amigo que está en otro sitio y también está con los deberes porque están chateando sobre un asunto de clase. Está haciéndolo todo a la vez porque lo puede hacer.

-Son multitarea.

Sí, y ya podemos hablar de una nueva evolución del cerebro. Es lo mismo que explicaba antes de las nuevas conexiones cerebrales en la evolución de los primates. Eso sucede. Las interconexiones en el cerebro se transforman para poder albergar ese aspecto social entre diferentes nodos. Ahora podemos estar sufriendo una nueva evolución donde hay chavales que nacen ya con esa habilidad de hacer multitarea, y aunque sea una distracción para los que nos hemos educado de otra forma, en su caso funciona. Se puede estar en una reunión y haciendo cinco cosas a la vez. Los chavales lo pueden hacer. Y es fabuloso. Tiene que ver, también, con el pensamiento holístico, que te permite solucionar problemas no atacando al problema sino al todo en su conjunto. Eso les pasa también a las empresas. Les duele un pie, pagan mucho mucho dinero a consultores y el problema igual no está en el pie. La multitarea nos ayuda en todo eso, puede ser muy beneficiosa ahora que la complejidad aumenta. Muchas veces no sabemos cómo resolver tanta complejidad y es simplificándola.

-Se lleva hablando mucho tiempo de que el siguiente salto puede ser el salto a los ciborgs, los implantes, pero no parece que haya muchas certezas ahí.

El problema es hablar de implantes, porque entonces ya estás dando la solución quince años antes, y posiblemente estés fallando y generando un rechazo. De lo que hay que hablar es de conceptos y metodologías, y quizá de prototipos, pero es que al hablar de cosas implantadas...

-Bueno, quizá un smartphone ya sea una extensión de nuestro cuerpo.

Claro, y no es un implante. Pero es que una extensión de nuestro cuerpo puede estar simplemente en los edificios. Ser cámaras o sensores. En el MIT, por ejemplo, hay un proyecto muy bonito sobre las señales honestas. Cuando uno hace una negociación con otro, dos discuten un problema o un chaval se acerca a una chica para pedirle salir, se producen un montón de señales honestas que nuestro cerebro no es capaz de captar. Son cosas que hacemos de forma inconsciente, es el lenguaje corporal que nuestros primitivos empezaron a desarrollar. Bien, pues ya hay sensores y herramientas capaces de medir y dar predicciones de precisión increíbles sobre las personas basándose en las señales honestas. En el MIT tenemos cámaras en el pasillo y hay un «sociómetro» que mide cómo de contenta está la gente en el campus y en qué áreas lo está más. ¿Te imaginas que una empresa pudiera calcular la motivación de sus empleados? Imagina esos medidores y la capacidad de evaluar a una persona en la forma en la que sólo una madre sabe el estado anímico de su hijo con sólo mirarlo. Imagina la cantidad de decisiones que podríamos tomar con esa información. Ya sé que está el problema de la privacidad, pero creo que eso también evolucionará.

-Cuando la tecnología supera la capacidad de análisis de nuestros sentidos, ¿no se crea otra realidad?

Hay cosas que antes eran imposibles. Como tener una visión global de nuestras redes y cuantificarlo. Ahora puedes saber quién es la persona más influyente de tu red, quién tiene más contactos. Antes no teníamos esa trazabilidad, y es interesante, porque hemos logrado digitalizar esa información y medirla, y si no lo puedes medir, no lo puedes gestionar.

-¿No es rechazable éticamente el modelo tanto vales cuantos más seguidores tengas?

Ya sucedía antes. La tecnología nos permite ver con claridad lo que antes sucedía de forma natural o cultural. El lenguaje hablado también es una tecnología, la inventamos y la utilizamos. Igual hubo gente a la que no le gustaba. Lo que quiero decir es que esto venía pasando antes: personas con influencia que quieren tener más seguidores para llevar a cabo sus proyectos.

-¿Habrá cambios a medida que los nativos digitales se incorporen a las posiciones de mando?

En una época de transición económica, un empresario no se puede empeñar en sacar un tornillo a martillazos. Sé que es difícil abandonar las viejas herramientas, pero este cambio lo liderarán los que tengan capacidad de aprendizaje, y de aprendizaje en grupo. Los más innovadores tendrán una oportunidad para los próximos diez años y los otros tendrán que jubilarse. Y está bien, porque es la forma en la que hemos evolucionado toda la vida.

-¿Qué les pasa a los políticos con las redes sociales? ¿Por qué comenten tantos errores?

Son los que más saben de redes y los que mejor lo miden. Un famoso sabe medir muy bien su popularidad: por el número de portadas, de entrevistas... Nosotros no teníamos esa posibilidad, aunque ahora sí. Lo que les pasa a los líderes políticos es que conocen la metodología tradicional, pero les cuesta mucho traducirlo al mundo digital. El problema es que tratan de traducir el fondo en vez de traducir la metodología. El concepto es el mismo. Lo que cambia es la forma. Ellos, que saben influenciar en radio y en televisión, quieren traerse al mundo digital todo el paquete completo, y muchas veces se lo traen sin el concepto o queriendo mantener la metodología tradicional. La estrategia social de un gobierno, empresa, partido político o famoso no la pueden llevar a cabo los mismos que llevan la estrategia tradicional. Son otras personas las que tienen que tener el conocimiento del medio digital y quienes tienen que llevar esa traducción. Mira la crisis de las redes sociales, que puede hacer bajar un 20% las acciones de una empresa en dos días, como le pasó a Domino's, la cadena de pizzas. Unos empleados hicieron algo mal, lo pusieron en internet y las acciones empezaron a bajar. Lo mejor es apagar un fuego con otro fuego, pero la empresa no estaba preparada para hacer frente a la nueva herramienta, así que tardaron tres día, llegaron el lunes, se lo encargaron a los relaciones públicas y ya no había nada que hacer. Sin embargo, un mismo directivo podría haber grabado un vídeo en su casa con su teléfono, subirlo a YouTube y contrarrestar el efecto del otro vídeo al instante. No se pueden emplear herramientas antiguas para combatir en un medio digital. Por eso yo recomiendo siempre a los líderes de empresa que conozcan las herramientas, que pidan a sus hijos que les abran una cuenta de Facebook y que les enseñen cómo funciona. Los políticos se piensan que Facebook o Twitter son juegos con implicaciones de privacidad y se niegan a utilizarlos, pero están perdiendo una enorme oportunidad.