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l Pericles y Peridis. «Soy José Manuel Pérez Díaz, pero soy "Pericles" para todo el mundo. En este país, si te llamas Pepe Pérez, no tienes más que motes, y durante toda mi infancia tuve uno distinto cada seis meses, hasta que a los 13 años un compañero de la Universidad Laboral, donde estudié diez años, me puso el mote de "Pericles", justo cuando estábamos estudiando el siglo de Pericles. Desde entonces, me quedé con ese nombre maravilloso. Hace unos días estuve en un jurado en Bilbao con José María Pérez González, el arquitecto y dibujante, "Peridis", y curiosamente me confesó que a él habían comenzado a llamarle Pericles, pero que después cambió a Peridis y hoy en día está arrepentido. Él es un personaje increíble, que ha creado en Aguilar de Campoo la Fundación Santa María la Real, con talleres de conservación y restauración. Peridis también es miembro de Ashoka, la organización internacional de emprendedores sociales que en 1980 fundó Bill Drayton, premio «Príncipe de Asturias» de Cooperación Internacional de esta última edición. En Asturias somos dos los miembros de Ashoka: Tino Zapico, una persona interesantísima que lleva el módulo social de Villabona, y yo; a nivel nacional somos unos 25, y unos 2.000 en el mundo»

l Bables de Llanera y de El Llano. «Nací en Ferroñes, concejo de Llanera, el 3 de agosto de 1945, aunque en el carné de identidad dice el 8, porque en aquel tiempo te asentaban el día en que se iba a Posada, al Registro Civil. De hecho, yo tenía dos tías que se llevaban cuatro o cinco años y estaban asentadas el mismo día, como si fueran gemelas. Nací en la misma casa, en la Cantina, en la que años atrás había vivido Francisco Álvarez, "Paquín", el arzobispo y cardenal de Toledo. Sé un poco de su historia porque a su padre lo guardaron en casa mi abuelo, en una cueva, durante la Guerra Civil. Mi hermana mayor, Geli, que me sacaba un año, también nació en Ferroñes. Mi padre, Avelino, era cantero y entonces íbamos viviendo en los sitios donde él construía en una casa. En seis años que vivimos en Llanera cambiamos seis veces de domicilio, y al cabo de ese tiempo, buscando un futuro mejor para los hijos, vinimos a vivir a Gijón. Primero, tres años en el barrio de El Llano, donde realmente uno se sentía un poco raro simplemente porque el bable era distinto del que nosotros habíamos hablado en Llanera. Y no digo nada de lo que el problema de la lengua suponía para los gallegos que allí residían. Ya después, en tiempos de mi chaval, que tiene ahora 37 años, le pasó algo similar».

l Cantero y albañil. «Era el año 1951 y Gijón no había crecido todavía tanto como lo hizo después. En 1954 fuimos a vivir al barrio del Natahoyo, donde yo estuve residiendo hasta los 24 años. Mi padre no trabajó de cantero en Gijón, sino de peón de albañil, que no se le daba muy bien. Pero es curioso, y una de esas cosas que a uno le extraña: si un cantero es capaz de coger piedras irregulares y hacer un muro con ellas, con ladrillos, que tendría que ser más fácil, a él le costaba mucho más. Como albañil trabajó, por ejemplo, en la construcción del Dique, el astillero de Duro Felguera. Mi madre, Avelina, llevaba la casa y siempre tuvimos una tiendina, tanto en El Llano como en el Natahoyo, una tienda que daba poco más que para sostener la casa. Y luego siempre hubo otro trabajo por parte de mi madre, que era coser mandiles para una empresa. Tenía que haber varias fuentes de ingresos porque eran años muy difíciles. Yo tuve compañeros en la Laboral que tuvieron que dejar los estudios para ponerse a trabajar porque en cada casa hacía falta uno o dos sueldos. Aprobé el ingreso para estudiar en la Fundación Revillagigedo o en la Universidad Laboral y aunque siempre le tuve un gran cariño al Revillagigedo me decidí por la Laboral: allí te vestían, te daban los libros y, como yo era mediopensionista, te daban la comida al mediodía, que en esa época resultaba una cosa muy seria».

l Oportunidad única. «Ingresé en la Laboral en 1957, que había comenzado como centro educativo en 1955. Yo era consciente de la gran suerte de haber caído allí. Había una disciplina fuerte porque los que allí estábamos éramos consciente que teníamos esa oportunidad y no tendríamos otra. En ese sentido, yo creo que fui un crío no sé si demasiado sensato, porque tampoco está del todo bien que sean excesivamente sensatos. Pero siempre yo lo fui y tuve muy claro que tenía que aprovechar aquella oportunidad al máximo. Y por su parte, los responsables de la Laboral tenían muy claro que los que estábamos allí teníamos esa oportunidad única y, claro, había una disciplina tal que cuando fui a la mili me parecía una broma comparada con el Padre Ribero, o con el Padre Porteiro, y con los demás jesuitas. Era rector el padre Valentín García y luego lo fue el padre Alburquerque, que después pasó al Natahoyo».

l Trabajar con las manos. «Estuve diez años en la Laboral, de 1957 al 67, para mí fue una experiencia maravillosa y única, y con tanta suerte que acabé estudiado perito allí. La verdad es que no me tiraban los estudios técnicos, pero yo caí allí y el otro día todavía lo contaba en una charla que di en Filosofía y Letras: sólo tuve una opción, ser, como mucho, ingeniero técnico mecánico, o ser ingeniero técnico mecánico. Así que inicié los estudios del Bachillerato Laboral, en el que había clases de talleres. Sigo pensando que en este país tendría que seguir siendo obligatorio para todo el mundo aprender a hacer algo con sus manos, pero el proceso ha sido el contrario y trabajar con las manos está mal visto, y así nos va. El problema es que, empezando por nuestros padres, se piensa que el futuro es cuestión de acumular conocimientos, aunque, con todo, me parece del todo correcto que los padres deseen lo mejor para sus hijos».

l De tornero a perito. «Hago el Bachillerato básico, de cinco años, que acabo a los 15, y después se pasaba al superior. Me ofrecen entonces la posibilidad de estudiar perito, pero yo no lo tenía claro, así que me fui a ver al padre Verástegui, muy severo, que era como el coco para nosotros. Y le dije: "Oiga, mire, estoy pensando que si del Bachillerato salto a perito y quedo por el camino, acabo en nada; no lo tengo claro". En aquella época, discurrir aquello y ser capaz de ir al padre Verástegui era mucho, pero aquel jesuita me contestó: "Muy bien, mira, vas a hacer un paso de transformación a Formación Profesional". Y, en efecto, cuando di el paso me dije: "Ahora ya soy tornero y voy a aceptar el reto". Era toda una decisión para un guaje de 15 años, y ya digo que tal vez demasiado responsable».

l Exceso de responsabilidad. «Puede que en la Laboral tuviéramos los mejores talleres y profesores de España en aquel momento. Y teníamos maestros de taller, que es una expresión muy identificativa. "Maestro de taller", esa era la palabra; eran maestros, y no ingenieros técnicos de taller, que es el gran error que se cometió no hace mucho en la Formación Profesional, cuando se pone para las prácticas de FP a aparejadores o a ingenieros técnicos. No sé por qué se quitó de en medio la figura del maestro de taller ni cómo se podría recuperarla, pero es clave. En la Laboral también recibíamos una formación humanística y uno de los objetivos era el de crear mandos intermedios, cuando todavía no se hablaba de técnicas más modernas como la coordinación de equipos. La combinación era una formación técnica, una formación humana y una disciplina que consistía en el ansia de superación. Era una idea vaga, pero la cuestión es que tenías que tirar tú mismo de las cosas. Algún amigo mío, un gran empresario que salió de la Fundación Revillagigedo, lo definía con que los jesuitas nos habían metido un "exceso de responsabilidad". Pero hay que ver cómo eran aquellos tiempos y cómo el objetivo era siempre salir adelante como sea, pero siempre jugando limpio».

l Escuela de líderes. «Teníamos claro que si íbamos a ser maestros industriales o peritos industriales íbamos a tener personas a nuestro cargo, pero no se hablaba de todo esto del liderazgo, aunque aquello fue en realidad una escuela de líderes. Hubo alumnos que incluso terminaron sus estudios de oficialía (después la FP-I), o de maestría (la FP-II), y no sólo de peritaje, y ocuparon inmediatamente puestos de responsabilidad en las empresas. Visto desde hoy, yo me doy cuenta de que estudié una ingeniería técnica teniendo el cerebro de otra manera, porque a mi hijo, que estudió Historia del Arte, se le daban mal las matemáticas o la física, como a mí, pero se le daba bien el dibujo o el inglés, pero no le hice cambiar de pie. Ni se me ocurrió. Pero en mi caso, nunca estuve metido en ingeniería como tal y casi siempre lo estuve en temas de gestión o de organización. Y efectivamente tengo algún amigo que después de acabar en la Laboral se fue a Madrid a estudiar periodismo, que probablemente hubiera sido lo que más me hubiera atraído, y sobre todo la radio, que me chifla y cualquier día me dedicaré a ella».

l Prueba de Seat. «A mí, las matemáticas, la física y todo eso no se me daban bien y fueron unos estudios con dificultad, que me costaron mi trabajo y muchos codos. Pero a cabe la carrera y me puse a trabajar en Duro Felguera. Antes, había hecho una prueba para la Seat de Barcelona, porque había un jesuita, el padre Roel, que recorría España buscándonos trabajo. Éramos unos 44 alumnos en aquella promoción de peritos y la Seat nos hizo la prueba a unos 15. Obtuve la plaza, pero yo no quería marcharme a Barcelona, sino que quería trabajar aquí. Además, ya estaba metido en el Club Vanguardia desde los 15 años y pensaba que había que hacer algo aquí. Estuve aguantando, aguantando, y al final me salió el trabajo en Duro Felguera, donde comencé 1968».

l Cinco mil reclutas. «Justo antes, por los veranos, había hecho las Milicias Universitarias y en nuestro año nos juntamos el doble de reclutas de lo habitual, unos 5.000, de modo que afortunadamente nos mandaron a Lérida, a Tremp, y digo que afortunadamente porque fue una experiencia riquísima porque allí acudimos gentes de todo España. Precisamente la Laboral me había gustado mucho por haber alumnos de todas partes, pero la mili fue todavía una cosa mayor. Recuerdo que tenía valencianos en la litera de la derecha, o a gallegos en la de la izquierda. Y había una situación llamativa cuando resulta que después tanto se ha hablado de la persecución de las lenguas autóctonas de España. Eran los años 1966 y 1967 y en aquel lugar donde había 5.000 militares, los vascos estudiaban eusquera y los catalanes hablaban en catalán. Pero es que los mandos también lo hacían, los alféreces o los capitanes. Y no pasaba nada. Para nosotros era una cosa normal. Además, todavía el otro día recordaba, paseando por la ría de Bilbao, que hubo un profesor de canto aquí, en la Laboral, que nos enseño el "Agur Jaunak", una canción preciosa que no existe en otra lengua. Y eso había sido en 1958. Yo creo que los del régimen de Franco eran suficientemente listos como para no meterse con quien no se metía con ellos. Total, que en aquella mili hubo dos frases en el campamento que se hicieron célebres. Una, que "estes fabes tan dures como les p? piedres"; y la otra que "nos han fotut el permís". La primera era la de los asturianos, que éramos menos finos, tengo que decirlo, y la otra la de los catalanes. Hombre, también tengo que recordar cómo a un compañero vasco lo pillaron en una romería vasca al final del primer campamento y al año siguiente lo mandaron a Sidi Ifni. Hay que reconocer que había de lo uno y de lo otro».

l Huelga en la Laboral. «Nuestra juventud en Gijón era la habitual. Paseos por el Muro, el "tontódromo", en el verano por San Lorenzo y por la calle Corrida; cine y algo de baile, no mucho, en El Jardín, y en otras salas en el verano, aunque en el invierno la cosa era en el Acapulco, y a eso iban los que tenían pasta. También íbamos al Jai Alai, al Somió Park, que era merendero con baile. Y también se notaba el Gijón político y sindical, y tuvimos una huelga en la Laboral el año que yo terminaba, en 1967. Se habían producido huelgas anteriores, pero que hubieran llegado a la Laboral era bastante raro, entre otras cosas porque allí nos jugábamos el tipo, te quedabas en la calle y se acababa el problema. Vivimos la política un poco desde lejos y en esos momentos el Partido Comunista se movía bastante».

l Movimiento Autónomo Sindical. «Luego estuve mentido en el mundo sindical a partir de 1969. Empecé en Duro Felguera en 1968, y desde el año siguiente a 1976 estuve más implicado, primero como uno más dentro de Duro y después cuando creamos un sindicato que se llamó Movimiento Autónomo Sindical (MAS), que había nacido en el Club Vanguardia. Teníamos una sección laboral y otra estudiantil. Había gente muy interesante moviéndose sobre todo en el Dique y en el Tallerón, y en algunas otras empresas. Pero como éramos un sindicato independiente fueron a por nosotros, como es lógico. No podíamos esperar otra cosa y luego, allá por 1976, ya habíamos creado una estructura a nivel nacional con otros pequeños movimientos. Cuando vimos que UCD (Unión de Centro Democrático) se quería hacer cargo del sindicato, ya que quería que fuéramos su correa de transmisión, dijimos que para esto no estábamos y entonces lo cerramos. Hubo gente que siguió y no sé si todavía habrá algunas siglas de aquello. Unión Sindical Obrera (USO) y Comisiones Obreras (CC OO) eran los otros dos sindicatos, ya que UGT apareció después. Eso a mí me produjo un poco de pesar porque, claro, UGT tenía la consigna de no entrar en el sindicato vertical. Pero, claro, luego los socialistas, de repente, cuando ya llega la democracia empiezan a salir como setas. Hombre, podías haber colaborado un poco antes, pensé. USO y CC OO estaban en el vertical y trabajaban desde dentro; y todo el mundo sabía que eran de uno o de otro. Ya desde 1969, y desde antes, trabajaban libremente, salvo que a veces a algún dirigente de CC OO lo detenían. En esa época ya había un poco de folclore, aunque el «Proceso 1001» no fue una broma para los sindicatos».

l Transferencia de cuadros. «Participe todo ese tiempo en el movimiento sindical y creo que USO perdió después una gran oportunidad porque se podía haber hecho con los independientes, pero también lo rechazó; no es que lo hubiera rechazado frontalmente como CC OO o UGT, pero sí pasó del tema, de manera que mucha gente de MAS acabó en UGT, que era un sindicato que necesitaba líderes, ya que en cierto modo era aun marca nueva y tenía gente que nunca se había mojado. Entonces fue cuando pudieron hacerse con un montón de líderes de MAS y se hicieron con ellos».

l El Padre Granda. «El Club Vanguardia había nacido en Gijón con el padre jesuita Joaquín García Granda, en la Fundación Revillagigedo hacia el año 1953. Luego va a ocupar el edificio que aún se conserva en la calle de Cabrales, que entonces era un caserón inmenso donde también estaba el cine Ideal. Yo caí ahí hacia 1960 porque estaba ya metido en alguna historia en la Laboral, y yo creo que fue Veremundo Carbajal, un jesuita que era pintor y que luego dejó la compañía, el que nos reunía en grupos y después, a los que éramos de Gijón, nos transfirió a la Vanguardia Obrera Juvenil. Lo que había pretendido originariamente el padre Granda era crear la Juventud Obrera Católica (JOC), pero como inicialmente estaba prohibida, hizo lo mismo pero llamándolo de otra manera. Tuve la gran suerte de que hacia el año 1967, cuando acabé los estudios y la mili, me eligieron presidente. Y digo la gran suerte porque, claro, ser presidente de una cosa así con 22 años es una gran oportunidad. Hoy la gente tiene 45 años cuando le ponen de presidente de un club juvenil, o sea, que estamos en un mundo desquiciado totalmente. Tuve esa gran suerte en ese momento, pese a que entonces se había producido una crisis interna terrible, de manera que estábamos cuatro amigos. Lo que yo hice fue crear una directiva con personas como Joaquín Menéndez, un jesuita que está en Albania desde hace 15 o 20 años, y que entonces tenía 19 años. También había un grupo de chavales de unos 16 años y esa fue la primera directiva. Empezamos a trabajar fuerte en el tema y conseguimos levantar aquello tanto en el campo deportivo, creando un club muy potente, como en la parte vamos a decir social, religiosa y de formación».

Segunda entrega, mañana, lunes: Tres pleitos contra la SS