Manuel Lombardero (Teverga, 1924) culmina sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA con el relato de su actividad en la editorial Planeta y su amistad de por vida con Paco Ignacio Taibo y Ángel González.

Un horóscopo.

«Ya digo que fueron mi mujer, Charo, y Etelvino González los que me animaron a estudiar Románicas. Etelvino estaba en Barcelona y era profesor de un colegio magnífico, el Patmos. Se enteró de que había unos matrimonios asturianos en la ciudad y ahí es cuando empezamos a relacionarnos y después él trabajó para Planeta en Madrid. Hay una anécdota curiosa: el padre de uno de nuestro grupo de amigos era alemán y hacía unos estudios astrológicos estupendos. Etelvino le encargó el suyo, pero este hombre los hacía muy lentamente. Un día llamo a Etelvino para ir juntos a la presentación de un libro sobre la masonería y me pregunta si sé algo del horóscopo. "No lo tienen terminado, pero ha dicho que a ti, en mayo del año pasado te sucedió algo extraordinario". Etelvino se quedó lívido: "No os lo que quería decir todavía, hasta que no os conociera más, pero en ese mayo abandoné los Dominicos"».

Con Neruda y Márquez.

«Acabé Románicas, aunque nunca la utilicé y ni siquiera saqué el título, pero fue una satisfacción personal. La Barcelona a la que yo había llegado en 1951 acababa de pasar por las huelgas del transporte y todavía era una ciudad atemorizada; pero en la década siguiente es una Barcelona abierta, luminosa, donde están los escritores latinoamericanos de éxito. Recuerdo que en cierta ocasión estuve comiendo tranquilamente con dos premios Nobel: Pablo Neruda y García Márquez. Me había invitado Alfredo Herrero: "Manolo, tú, que eres tan aficionado a la poesía, ven a esta comida". Era el año 67 y estaba Franco de visita en Barcelona. Para que Neruda pudiera venir le consiguieron una autorización, para que desembarcara de un crucero unas horas. Él nos contó cómo al bajar del barco la guardia civil, una mujer, le miró la documentación y vio el nombre de Pablo Neftalí Reyes y le dijo: "Tenga un buen día, señor Neruda"».

Del aparador a la estantería.

«Yo dirigía Crédito Internacional del Libro, que era para lo que me había llamado Lara, que se dio cuenta de que el libro en librerías tenía una difusión y un volumen de negocio limitado, pero en aquel momento el libro grande, las enciclopedias de venta a plazos podía ser verdaderamente importante. Tan importante llegó a ser que pasó de la nada a los 30.000 millones de pesetas de facturación al año y que editorial Planeta es lo que es gracias a esa división editorial. Cuando comenzamos, en el año 56, al libro a plazos le favorecían dos cosas: primero, que la guerra había destruido muchas bibliotecas familiares y como la posguerra fue tan larga y tan dura, tan triste y mezquina, todavía había muchas bibliotecas que rehacer. Y segundo, ayudó extraordinariamente la moda de los nuevos muebles, porque el comedor clásico español tenía un aparador y ahí estaba la vajilla o el juego de té, pero de pronto vino la estantería. No es verdad eso de "quiero unos libros de lomo verde para que entonen", pero alguna vez pudo ocurrir. Era fácil decirles a unos padres que compraran una enciclopedia para sus hijos, aunque ese negocio ha ido desapareciendo con los ordenadores e internet; pero entonces tuvimos grandes éxitos editoriales y el mejor plantel de vendedores que hubo nunca, la mayoría de los cuales se hicieron ricos porque iban a comisión. Las convenciones de vendedores las celebrábamos en México D. F., en Miami, en Hawai, en Bali..., lo que habla del alto nivel de aquella organización».

Un premio comercial.

«Fui también durante años secretario del premio "Planeta", que Lara creó en 1952, con una fiesta en Madrid que no tenía mucha resonancia, mientras que el "Nadal", en Barcelona, reunía a la crema y nata de la ciudad, y eso le fastidiaba; pero, además, en el 58 hubo una sublevación del jurado, encabezado por Álvaro de la Iglesia, el de "La Codorniz", muy amigo de Lara, que aquel año llevaba como novela ganadora "Edad prohibida", de Luca de Tena; pero el jurado no sé qué demonios armó y premió "Pasos sin huella", de Bermúdez de Castro, una novela que, en efecto, no dejó huella. Entonces Lara decide llevarse el premio a Barcelona y consigue que sea una fiesta social importante. Y me dice: "Lombardero, quiero que usted sea el secretario del jurado". Y lo fui hasta hace unos diez años, cuando me llamó José Manuel: "Mira, no me digas nada porque recuerdo la anécdota de aquella actriz que le decía al director: Es una vergüenza; llevo 40 años haciendo de dama joven y ahora ustedes me quieren quitar". Sobre el "Planeta" hay una cosa primordial: es un premio comercial cuya organización cuesta millones, y ese dinero hay que recuperarlo. No se puede publicar un libro que no vaya a tener éxito comercial, y hay que ir sobre seguro. En 2005 hubo protestas de Marsé sobre el premio, y ahí intervine muy directamente porque soy muy amigo suyo; comemos con frecuencia uno en la casa del otro y jugamos al dominó. Me encargaron que le pidiera ser presidente del jurado tras el fallecimiento de Vázquez Montalbán. Le hizo ilusión, pero no captó la cuestión comercial. Ese año ganó María de la Pau Janer, y él se despachó hablando, y ella también se despachó. Al año siguiente Marsé volvió a ser presidente, pero ya presentó la dimisión, un medio de protesta más eficaz que cualquier otro».

Colaboradores comunistas.

«Lara me decía que leyera los libros finalistas y los comentábamos después. Que yo tenga noticia, influí, si se puede decir así, sólo una vez. El tenía sus asesores y uno de los principales fue Carlos Pujol, que murió hace poco, buen amigo mío y que prologó mi libro sobre Valera. Pero un año me dijo Lara: "No vemos nada bueno" y yo le dije que "La guerra del general Escobar" me parecía interesante. "Sí, pero me dicen que está mal escrito". "Sí lo está, porque imita el escrito de un guardia civil y no anda con florituras". "¡Ah!, pues tiene usted razón". Ése fue nuestro comentario, y después salió ganador. Lara tenía ojo clínico en la actividad editorial en general y acogió ideas como la de Rafael Borrás Betriu para crear la colección "Espejo de España", de mucho éxito y con la virtud de que no sólo publicaba los libros que escribían los autores, sino que sugería a los personajes escribir el libro. Esa colección refleja verdaderamente una parte de la historia de España. El gran éxito de Lara, parte de su valía personal, fue rodearse de gente de valía y sin mirar la ideología política, porque, por ejemplo, la redacción de la Enciclopedia Larousse estaba llena de comunistas y el era un franquista declarado. Pagaba bien, que eso es muy importante. Muchos escritores se fueron con Planeta por ello y porque no los engañaba nunca en el número de ejemplares vendidos. En el año 1991 dejé la labor ejecutiva y durante nueve años continué un poco como asesor, y sigo vinculado, porque Lara, que siempre fue un hombre justo, quiso que yo tuviera una aportación de por vida, una asignación de la editorial».

Doble pérdida.

«Con Paco Ignacio Taibo y Ángel seguí teniendo contacto siempre; nos veíamos por lo general dos veces al año, por el verano y en Navidades, en Albuquerque (Nuevo México, EE UU), en México o en Barcelona, o en Londres, en París, en Nueva York? La primera vez que fuimos a México en el año 69 a ver a Paco Ignacio comprobamos que era una celebridad del periodismo. Estaba entonces en Televisa. Pero los he perdido. Ángel había estado 15 días antes de su fallecimiento en mi casa en Barcelona, pasando las Navidades, como era costumbre suya. Se marchó el 26 porque el 27 llegaba Susana Rivera, que solía pasar las Navidades con su familia en Santa Fe, Nuevo México. Ángel estuvo con nosotros y le vi muy triste, como si tuviera ganas de morir. Decía que no comprendía este mundo, que le había sobrepasado. Creo que si hubiera vivido al día siguiente de su muerte, el 12 de enero de 2008, y hubiera leído su esquela se hubiera puesto muy contento. Paco Ignacio falleció en noviembre de ese mismo año. Estaba ciego, pero no perdió la sonrisa, según me había contado un cantante amigo, Pedro Ávila, que en su tiempo había pasado de ser el primer cantante Moulin Rouge a la canción protesta. Me dijo: "He estado con Paco Ignacio, sonriente, pero no tengo constancia de que me haya reconocido". Con su mujer, Mari Carmen, hablé el otro día, el 19 de junio, porque hubiera cumplido años, los mismo que yo».

Ángel, apropiado.

«Sobre la Fundación Ángel González creo que Susana Rivera nunca tuvo interés en que prosperara, y hay correos electrónicos que lo prueban. Hemos dimitido Antonio Masip, Luis García Montero y yo, y ella ha dicho que lo hicimos cuando vimos que no había dinero. Eso no tiene sentido. Yo creo que ella ha querido apropiarse de Ángel y está empeñada en que no se escriba sobre él, pero Ángel tuvo una vida intensa y una vida interior muy rica con mujeres como Lola, Ana, Shirley, y muchas personas que pueden hablar de él. Y Luis García Montero debe seguir publicando. No sé si a Paco Ignacio y a Ángel yo les pude aportar algo, pero desde luego que ellos a mí me dieron mucho».