Además de acoger ejemplares heridos, estaba llamado a ser sede de actividades científicas y turísticas. El Ejecutivo regional se gastó 5,3 millones de euros en levantarlo y en dotarlo con quirófanos, sala de rayos X, laboratorios y habitáculos para jaulones de posoperatorio y musculación de aves y mamíferos. Su única función desde 2010 ha sido la sanación de «Lara», una osezna que apareció herida en Cangas del Narcea. Ahora está cerrado a cal y canto. No se sabe si abrirá algún día, después de que el Ejecutivo de Francisco Álvarez-Cascos alegase «problemas presupuestarios» para hacer frente a las necesidades de un espacio con elevados costes de mantenimiento.

Tanto el Centro de la Madera de Siero como el hospital de animales de Sobrescobio recibieron financiación de los fondos mineros, el plan de ayudas procedentes del Ministerio de Industria que se creó en la década de los noventa para reactivar las cuencas hulleras mediante la multiplicación de equipamientos y la puesta en marcha de programas de formación y radicación de empresas. Una estrategia que, según denuncian algunos partidos, se ha quedado lejos de alcanzar sus objetivos por la mala canalización del dinero, dirigida por el Principado en anuencia con los agentes sociales y los ayuntamientos beneficiados.

Los capítulos con final triste vinculados a estas partidas son numerosos. Entre ellos se cuentan la residencia universitaria de Mieres, de siete plantas y 4,1 millones de inversión y que este curso académico sólo ha recibido la solicitud de seis alumnos; un hotel de tres millones sin inaugurar en la falda del Angliru, concejo de Riosa; un centro de encuentros para artistas de más de un millón en El Entrego; un pabellón sin deportistas en Cabañaquinta por valor de 720.000 euros; un centro de interpretación en las antiguas minas del coto Musel, concejo de Laviana, finalizado en 2009 gracias a 900.000 euros y que ya que tiene goteras por el desuso; o un museo de la leche y el queso en Morcín, sin fecha de inauguración, pero con algunas grietas en su estructura básica...

«Ha faltado una visión de conjunto. No se pueden idear equipamientos de forma discrecional sin conectarlos con la realidad social de un lugar», denuncia Rubiera. «El éxito de Bilbao con el Guggenheim radica en que se desarrolló una estrategia integral, perfectamente conectada», añade. «Pero no todo vale para todos los sitios. Imitar por imitar no suele dar resultado», concluye el docente.

Aun así, los límites del concepto «derroche» son difusos. ¿Lo fue la ampliación de El Musel, con un sobrecoste millonario y unas enormes instalaciones infrautilizadas que, no obstante, pueden ofrecer importantes oportunidades de futuro? ¿Lo es el gran hospital central, que prestará un mejor servicio a miles de pacientes? ¿Y asfaltar sinuosos caminos empleados por cuatro vecinos que, sin ellos, no podrían llegar a casa en coche? «Está claro que la crisis ha provocado que nos cuestionemos actuaciones que hace no mucho tenían un amplio respaldo popular», razona el economista. «Pero también es indudable que muchas otras infraestructuras resultan poco propicias para cualquier período. Antes, ahora y siempre», opina. Y pone como ejemplo el Palacio de Congresos de Oviedo, conocido popularmente como «el Calatrava», en honor al afamado arquitecto valenciano que lo alumbró.

Según Rubiera, esta mole blanca construida en suelo municipal con inversión privada para dar cobijo a un auditorio, un centro comercial, varios restaurantes y oficinas de diversas consejerías no sólo es desproporcionado por el coste -calculado en 300 millones-, sino por su carácter invasivo en el entorno urbano donde está ubicado. «No es acorde con la personalidad de la ciudad, con sus farolas, con sus calles... Además, está preparado para acoger un número de congresos al año infinitamente mayor de la capacidad real que tiene Oviedo», afirma. «¿Por qué nadie estudió antes las potencialidades del municipio para que fueran acordes al edificio?», se pregunta. «Es el vivo ejemplo de un proyecto de corta-pega, muy típico de Asturias. Es decir, se copia de otro lugar donde ha funcionado con éxito sin caer en la cuenta de que cada región tiene unas características específicas», opina.

En Corvera, también se dejaron llevar por el impulso imitador y decidieron, hace diez años, levantar un gran centro de encuentros ciudadanos en la cuesta de Los Campos. El gobierno local lo vendió entonces como el símbolo de una «nueva etapa», un espacio pensado inicialmente para la reunión de colectivos vinculados a la mujer y que, sobre la marcha, se hizo extensivo a todas las organizaciones vecinales. Nunca llegó a ser nada. Tras una inversión de 1,6 millones de euros, procedentes casi todos del plan europeo «Urban», el esqueleto del inmueble está abandonado y sólo sirve para que los grafiteros pongan a prueba su originalidad utilizando los muros como lienzos. Si el Ayuntamiento decidiera derribar esta ruina, podría estar obligado a devolver el dinero a la Unión Europea. Si lo quisiera recuperar, tendría que sacar del cajón otro medio millón.

Los desmanes se repiten por el territorio asturiano. La reconversión de la antigua azucarera de Pravia en un centro multiusos acumula meses de retraso y partidas presupuestarias a la espera de un acuerdo final entre el Consistorio y la adjudicataria. Una pintada en una de las vallas que rodea los trabajos de remodelación evidencia el malestar de los vecinos. «La obra de la vergüenza. Responsable, el alcalde», dice. En Tineo, la piscina, que costó casi seis millones de euros, sigue sin agua. En Amieva, el centro de empresas que se llevó otros dos millones a finales de la pasada década se cae a trozos junto a los caseríos de un concejo que no llega a los mil habitantes. El antiguo refugio de cazadores de Brañagallones, en Caso, transformado en un establecimiento hotelero permanece clausurado desde una avería eléctrica sufrida hace dos años, tras haberse quedado con 1,1 millones de euros. El Entrego contempla cómo se resquebraja desde 1996 el centro medioambiental que absorbió caudales públicos de varios ejecutivos regionales.

«Hubo un momento en el que todo el mundo aplaudía cualquier cosa que se hiciera y, ahora, ha llegado el momento de la flagelación», lamenta Alfonso Toribio, presidente del Colegio de Arquitectos de Asturias. Según explica, la mala planificación de los gestores públicos está detrás de esta situación. «No parece lógico que, en muchos casos, se hiciera el continente sin tener claro el contenido. No tiene sentido diseñar un edificio sin saber para qué va a servir o si va a servir realmente para lo que se pretende», añade.

Por eso, considera que habría sido más apropiado optar por edificaciones con usos más flexibles. «Cuanto más tranquilo sea un diseño, más fácil será que se emplee para lo que inicialmente no iba a ser empleado», razona. «Está claro que el fenómeno Bilbao no funciona siempre. Para eso, es necesario que se dé una serie de circunstancias específicas», concluye.

El Principado buscó hace unos años ese efecto llamada al que los expertos aluden con dos proyectos de proporciones gigantescas tanto en lo espacial como en lo presupuestario: el centro cultural Niemeyer de Avilés y Laboral Ciudad de la Cultura, en Gijón. Convertidos en símbolo del «arecismo», ambos recibieron, desde un principio, críticas por un exceso de ambición para una región con poco más de un millón de habitantes. «No se actuó de forma responsable. Se ejecutaron ideas sin haber realizado previamente estudios que las avalaran desde un punto de vista socioeconómico. O, lo que es peor, contratando a especialistas para que encajaran en sus estudios unas ideas previamente concebidas», relata Fernando Rubiera, fiel a su discurso de ajustar al milímetro las necesidades de la demanda con la oferta. «Se pecó de grandonismo», concluye.

Los acontecimientos avalan la opinión del economista. Las siluetas ovaladas del Niemeyer forjadas a base de cientos de millones para acoger continuas representaciones artísticas languidecen en la margen derecha de la ría avilesina, con una programación cuesta abajo y sometida ahora a los dictados del juez que está al frente del concurso de acreedores del centro cultural. Convertido durante la pasada legislatura en uno de los principales puntos de fricción entre el Ejecutivo de Foro y el PSOE, el centro cultural se encuentra asfixiado y su capacidad para atraer cada año a miles de turistas hasta la ciudad está en entredicho.

Las sensaciones son parecidas en La Laboral. El Centro de Creación Industrial del complejo destaca como un recinto reducido a un espectro muy minoritario de la población y, desde su arranque, ha encontrado la oposición de muchos artistas regionales, que acusan a la administración autonómica de haberlos marginado en favor de una corriente que apenas cuenta con representantes en Asturias. Por otra parte, los sucesivos cambios que se han producido en la dirección del teatro durante los últimos tres años evidencian que hubo una manifiesta imprevisión en relación a la selección de espectáculos o se valoró equivocadamente el «target», término utilizado por los publicistas para calificar al tipo de público.

Pero los espacios artísticos o científicos son sólo una pequeña parte de los fracasos clamorosos. En ese capítulo, las infraestructuras destinadas a las comunicaciones y el transporte se llevan la palma. Uno de los paradigmas es el túnel del metrotrén de Gijón, una obsesión personal de Francisco Álvarez-Cascos como ministro de Fomento, que duerme el sueño de los justos en las entrañas de la mayor ciudad asturiana. Se inició en 2003 entre Viesques y El Humedal con el propósito de que el ferrocarril realizara varias paradas a lo largo del tejido urbano. Y, aunque los trabajos de perforación terminaron en 2007, nadie sabe si algún día se podrá utilizar y ningún partido político quiere ahora hablar de la prolongación del trayecto hasta Cabueñes, que fue motivo de encendidos debates hace casi una década. Nada menos que 106 millones se han quedado enterrados para siempre por culpa de esta gran obra de ingeniería.

Los castillos en el aire se repiten en la Zona Logística de Asturias, que Álvarez Areces calificó como «el futuro de la región». La primera fase de urbanización -de 107 hectáreas y adjudicada en 46,1 millones- de esta inmensa área ubicada en la parroquia gijonesa de San Andrés de los Tacones y destinada al almacenamiento de mercancías a gran escala acumulan meses de retraso. Muchos colectivos ciudadanos cuestionan que vaya a mejorar los flujos portuarios, tal como prometieron sus impulsores, y dudan de que las carreteras de la región dispongan de la suficiente capacidad para dar cobertura al proyecto total. Por eso, los vecinos han exigido al Principado en varias ocasiones que libere los terrenos previstos para el desarrollo de la segunda y tercera fases, tras el largo proceso de expropiación que obligó a muchos dueños a vender sus parcelas por precios «raquíticos».

Mención aparte merecen los sobrecostes que han experimentado muchas de las actuaciones estrella de los últimos años y que, en casos como el de El Musel, hicieron peligrar incluso fondos procedentes de las ayudas europeas. Es el caso del nuevo Palacio de Justicia de Gijón, con una inversión muy superior a los 25 millones de euros previstos en un primer momento y que todavía está pendiente de recibir los muebles y el resto de material que permitan albergar todos los juzgados del concejo. «Estas prácticas se repitieron por toda España durante los años del boom económico y, evidentemente, en Asturias no fuimos una excepción», resalta Rubiera. La parálisis y los fondos en saco roto son una constante también en las operaciones de soterramiento de vías de Avilés y Langreo. Ninguna Administración se atreve a pronosticar si alguna vez se harán realidad, al menos tal como fueron anunciadas a la ciudadanía en los programas electorales con los que concurrieron muchas formaciones en sucesivas citas electorales. Tampoco han llegado las explicaciones de los anteriores gestores de Feve después de que la compañía ferroviaria adquiriera trenes urbanos sin contar con el equipamiento necesario para hacerlos circular o tranvías preparados para funcionar con hidrógeno y que no llegaron a arrancar por fallos técnicos.

«Había dinero para todo, pero mucho de lo necesario aún está por concluir», comenta Alfonso Toribio. Los tramos pendientes de la Autovía del Cantábrico o la Variante del Pajares lo certifican y dejan claro que el despilfarro en muchas obras menores contrasta con los sucesivos retrasos acumulados por las grandes vías de comunicación, necesarias según todos los colectivos sociales para elevar el nivel competitivo de la región. Una paradoja que los partidos políticos han empezado a utilizar como munición para sus ataques a los adversarios. Como si hubieran olvidado que, hasta hace muy poco, todos rivalizaban por la paternidad de esos mismos proyectos de los que ahora reniegan y que acumulaban muchos ceros en las cuentas anuales de todos los gobiernos.