La Universidad de las Islas Baleares (UIB) editará «La crónica de Leodegundo», la gran historieta ambientada en la Edad Media que realizó el gijonés Gaspar Meana desde 1989 a 2005 y que hasta ahora sólo se había editado en asturiano por «Llibros del Pexe». El primer volumen, titulado «El cantar de Liuva», contiene los cinco primeros álbumes de esta saga compuesta por 25, narrada minuciosamente en más de 1.250 páginas dibujadas en blanco y negro.

Aunque la obra ha sido valorada y admirada por profesionales de primera línea de todo el mundo que la han conocido a través del Salón Internacional del Cómic Principado de Asturias (que también le ha concedido dos premios «Haxtur»), la serie no ha tenido hasta ahora proyección editorial fuera de Asturias.

Ahora se editará por primera vez en castellano y el servicio de publicaciones de la UIB la enviará a las universidades con las que tenga correspondencia bibliográfica y la distribuirá en librerías, donde cada vez se abren más secciones de cómic.

La edición de «La crónica de Leodegundo» quiere completarse en cinco tomos, de aparición anual, complementados con extras gráficos, reproducción de las portadas en color y algunos artículos ensayísticos.

La razón por la que ha saltado a Mallorca es porque el director del servicio de publicaciones, Joan Muñoz, quería ampliar la oferta de su catálogo a los cómics y así se lo comentó a Florentino Flórez, profesor de Ilustración, Diseño Gráfico y Teoría de la Imagen en la Escuela Superior de Diseño de Palma y el coordinador del Ciclo superior de Ilustración. Flórez (Avilés, 1961) es miembro de la organización del Salón del Cómic asturiano, comisario de exposiciones de historietistas de primer nivel -y autor de sus primorosos catálogos- en Palma de Mallorca, además de crítico de cómics en «Diario de Mallorca» -del mismo grupo editorial que LA NUEVA ESPAÑA- y un buen conocedor de la obra de Meana. Cuando ofreció su propuesta al servicio de publicaciones, la acogida fue muy buena.

Joan Muñoz justifica así a LA NUEVA ESPAÑA la inclusión de la obra entre las publicaciones de la UIB: «Como editorial universitaria, el marco histórico que engloba la obra y por tanto el carácter didáctico que la envuelve ha sido importante. La calidad gráfica y narrativa nos pareció excelente. En el proceso de valoración, la obra ha pasado los filtros que tenemos establecidos como editorial, que se componen de una selección inicial por parte de la dirección, la obtención de dos valoraciones externas a la Universidad positivas y, finalmente, la aprobación por parte del consejo de edición, formado por profesores de diferentes áreas de conocimiento, junto con la directora técnica de la editorial, el responsable de promoción y proyectos editoriales, yo mismo como director y la vicerrectora de Proyección Universitaria.

Las valoraciones externas positivas a que se refiere incluyen también a Faustino Rodríguez Arbesú, director del salón de cómic asturiano y de la revista «El Wendigo».

«La crónica de Leodegundo» es una obra singularmente ambiciosa que comienza en el año 711 y termina en 960, se inicia en el Reino de Asturias y abre el foco a una historia de la Europa altomedieval y del Magreb y Oriente Medio.

Su autor, Gaspar Meana (Gijón, 1960), dibujante, ilustrador y escritor, cursó Dibujo publicitario y diseño gráfico en la Escuela de Artes Aplicadas de Oviedo y destacó en sus primeros trabajos como dibujante. El tercer tomo de «La Historia de Asturias» de G-H consiguió primer premio nacional al Mejor Libro Infantil y Juvenil de 1988.

Un año después, aprovechando un período de paro, comenzó la que acabaría siendo una fuerte apuesta artística y personal para los siguientes 16 años, «La crónica de Leodegundo», una obra en la que confluían su afición por los relatos históricos y su capacidad de dibujante.

Cuando Meana estudiaba en el colegio del Corazón de María ya era un aficionado a las novelas históricas y a la altura de 1989 su interés por la documentación ya le permitía hacerse una visión general de lo que se estaba planteando como una historia del reino de Asturias «no palurda».

La elección del cómic como medio para realizarlo también fue arriesgada. Aunque en Francia ya apuntaban algunas líneas editoriales de cómic histórico con intención de rigor, en España ni estaba de moda ni tenía tradición. En aquellas fechas, pocos aficionados a la historieta valoraban su contenido histórico y, desde luego, muchos menos aficionados a la historia valoraban la historieta. El único punto de confluencia de ambos grupos era «Príncipe Valiente», la mítica serie de Harold Foster, de la que Meana es un admirador.

«La crónica de Leodegundo» fue un acto de tenacidad artística para crear una obra contra todas las limitaciones. Meana quiso hacer su relato en historieta porque no se sentía capacitado para resolverlo en novela y no quiso hacer otro tipo de historieta porque no se sentía estimulado para componer historias de ciencia ficción o policiaca negra, por citar dos géneros entonces comerciales.

Entre la planificación de la obra -en principio iban a ser 17 tomos-, el acceso y uso de las fuentes documentales, la construcción del guión y la realización de las planchas, Meana fue haciendo realidad un proyecto más propio de un monasterio medieval que de un historietista contemporáneo.

Se ciñó a un estilo fijo durante dos décadas -con algunas modificaciones en la técnica del dibujo, como el paso de la plumilla al rotulador y casi el abandono del pincel- en páginas donde concita muchedumbres del cine de superproducción cuando se explaya en batallas y movimientos de ejércitos en las viñetas horizontales y se vuelve riguroso hasta el miniado cuando reproduce ambientaciones históricas o monumentos.

Dedicó una jornada laboral completa durante 16 años a una obra realizada en un medio que había dejado de ser masivo y que iba publicando -conforme completaba- en una modesta editorial asturiana en una lengua minoritaria.

Hubo algunas obras por el medio, escasas y no alejadas de sus gustos, como «Cangas de Onís en la historia», editada por el Ayuntamiento de Cangas de Onís o «La Infanta, el pirata y el niño», ambientada en el Gijón del siglo XIV. También hizo colaboraciones como ilustrador para periódicos nacionales y regionales, además de revistas culturales, pero el objetivo fue siempre esta «Crónica de Leodegundo», este empeño único, que ahora, 23 años después de su comienzo, prueba suerte en castellano, para los aficionados de toda España, en el formato de las recopilaciones integrales y en el momento en el que los tebeos se camuflan con el nombre más prestigioso de novelas gráficas y en el que los relatos históricos cuentan con una masa de seguidores.