Fiel a la República hasta el final. El padre de Purina Zapico, Mariano Zapico Menéndez-Valdés, comandante retirado de artillería, miembro destacado de Izquierda Republicana, pagó cara su resistencia a la sublevación de 1936. Había nacido el 20 de abril de 1886 en Pola de Laviana (otras fuentes indican que fue en 1890), hijo de un militar que murió joven. En 1912 se graduó en la Escuela de Artillería como primer teniente y partió a Marruecos, donde hervía la guerra contra los kabileños. Recibió dos cruces con distintivo rojo, las que se ganan en combate. Ausente del Ejército desde 1917, regresó como capitán en 1921, y estuvo destinado primero en Menorca y luego en Valladolid, ciudad de la que era su esposa, María Antonia Maroto Rodríguez. Allí nacerían Purina y tres de sus hermanos, los otros dos, en Madrid. Ascendido a comandante en 1930, tras la proclamación de la República, Zapico fue nombrado jefe del Grupo de Artillería Antiaérea número 1, con base en Madrid. Viaja a Bélgica y Holanda y escribe "El ataque aéreo y la defensa contra aeronaves", libro en el que advierte de que en la próxima guerra los civiles estarán tan expuestos al poder destructivo de las armas como los soldados del frente. En marzo de 1936 sustituye, a propuesta del presidente Manuel Azaña, al gobernador de Cádiz, José Montañés Serena, defenestrado tras la quema de varias iglesias. Zapico plantaría cara brevemente a las tropas de los sublevados López-Pinto y Varela. El lavianés se encerró en el Gobierno Civil gaditano con un grupo de guardias de asalto, militares y civiles, desde las cuatro de la tarde del 18 de julio hasta las siete de la mañana del 19. Es célebre la frase que espetó al comandante Baturone, cuando éste le pidió entregarse: "¡No me rindo ante ningún poder faccioso!". La amenaza de los cañones del "Churruca", aún en manos de los sublevados, le obligó a izar la bandera blanca. El 22 de julio se inició el juicio contra Zapico y otros republicanos en el castillo de Santa Catalina, bajo la acusación de rebelión militar. El 6 de agosto sería fusilado ante el terraplén del castillo de San Sebastián.