"21 de septiembre de 1987. El peor San Mateo de la historia. Un día imposible de olvidar. Volvíamos once personas en una lancha de 17 metros. Se llamaba "Nueva Traviata". La había adquirido un año antes por ocho millones de pesetas. Regresábamos de faenar con cuatro mil kilos de sardinas. Teníamos el radar averiado. No iba yo al mando del barco, pero estaba en el puente acompañando al compañero. Me eché encima de unas tablas y me quedé medio adormilado. Casi toda la tripulación iba dormida".

"A la altura de Peñas, en la zona de Los Merendables, escuché un zumbido en la parte baja del motor. Pasamos demasiado cerca y recibimos un golpe muy fuerte. Me incorporé. "¿Qué estás chiflado?", grité al de costas. Se había metido por un sitio arriesgado".

"Corrimos a avisar a los compañeros. Ya se habían dado cuenta. Tiramos las dos barcas salvavidas al agua con la mala suerte de que una de ellas se rompió. Les ordené que se apilasen todos en una. Había que sobrevivir".

"La mitad del barco ya estaba llena de agua y se empezó a inclinar. No me puedo quitar aquella imagen de la cabeza. Yo esperé en el puente y me fui hundiendo con él. Cuando estaba a punto de sumergirse por completo, di un salto y me tiré al agua. Habían pasado ocho minutos".

"El agua estaba totalmente congelada. Floté unos minutos como pude, braceando, hasta que me rescataron los compañeros de la barca salvavidas. Estábamos arrimados a la costa, así que no tuvimos mayores problemas para llegar a tierra. Además, la mar estaba en calma y no había olas. No corríamos mayor peligro".

"Recuerdo que subí al bar que había en Peñas y me dejaron unos pantalones y un jersey. Me quedaba todo enorme. Nos dieron un café y algo de comer. Mis compañeros se acabaron entera una tarta de chocolate que estaba recién hecha. Estaba muy nervioso, pero no era consciente de lo que me había pasado. En ese momento no pensé en que había salvado la vida, sino en que se me había ido a pique el elemento de mi trabajo diario. Luego, con el tiempo, te vas dando cuenta de la suerte que has tenido".

"Tardé más o menos un año en volver a trabajar. Me costó superar el susto, el pensar que me podía haber quedado allí. Éste es un oficio arriesgado y no hay muchos milagros. Desde entonces duermo mal y muchas veces recuerdo aquel episodio. Ahora, además, tengo a mis hijos que se dedican también a esto".