En el restaurante de un hotel con vistas a la entrada de la ría de Bilbao, en un amanecer neblinoso, Álvaro Platero vio asomar a lo lejos la silueta conocida de un velero que la niebla no le impidió identificar al momento. "Los distingo a la legua" y aquél era sin dudas el "Sea Cloud II", armado por Gondán en Figueras, que venía de su temporada invernal de cruceros por el Caribe y tras cruzar el Atlántico hacía allí escala en su viaje de inicio de campaña veraniega hacia el Báltico. Al no poder evitar oír los comentarios de admiración de dos personas que interrumpieron el desayuno para mirar por la ventana tuvo el impulso, confiesa, "de acercarme a decirles que eso lo habíamos hecho nosotros". Finalmente no se atrevió, pero gustó mucho volver a ver el velero cuya gestión y desarrollo "sacó las canas" a más de uno en el astillero figueirense.

Siempre le pasa. "Siempre me hace ilusión cada vez que veo un barco nuestro". También cuando inconscientemente va identificando buques al pasar por el puerto de Vigo. Y es que una vez que ha pasado el rompecabezas de la negociación, apunta Platero, queda la sensación de que ver crecer un barco poco a poco, de principio a fin, de la chapa al acabado, es algo "muy bonito". Se lo dice él, que lo sabe porque tiene la silla del despacho enfocada hacia la ventana y ésta mirando a la explanada que se extiende junto a la porción de ría donde medran los buques en Figueras. Se diría que incluso después de experimentarlo en centenares de embarcaciones de muy diversa índole, Platero aún se admira delante del proceso de transformación de "esas toneladas de chapa que le compramos a Arcelor" en los barcos que muy de tarde en tarde él vuelve a descubrir, mirando al mar, en algunos de sus muy frecuentes viajes alrededor del mundo. En versión rápida, el proceso es el de un "mecano" muy sofisticado que "luego echamos al agua, empezamos a meterle cosas y de repente suelta amarras y puede que no lo volvamos a ver jamás".

Si recapitula, a lo mejor concluye que los procesos particularmente complejos, o los que más vueltas les dieron alrededor de las condiciones que ponían los armadores, fueron justo el "Sea Cloud II" y tal vez también un buque oceanográfico para el gobierno de Filipinas que los empantanó en una marañana político-burocrática adobada con la escasa disponibilidad económica y un cambio de gobierno. Tampoco estuvo mal, relata Platero, el "máster" que hicieron en Figueras a cuenta de las zancadillas que jalonaron la construcción de tres barcos para el gobierno griego que incluyeron entre los protagonistas de la trama "a un broker y un competidor con buenos contactos que nos hicieron la vida imposible". Y esos salieron adelante; otros muchos proyectos encallaron en algún instante del proceso.

No siempre se navega con viento a favor, pero la conclusión, una vez sentado que en este sector "tampoco hay demasiada diferencia entre hacerlo bien o mal", le dice a Álvaro Platero que otra de las razones que los mantiene a flote es "un buen equipo, donde todo el mundo hace de comercial". Donde la satisfacción del cliente, aquí sí, es una responsabilidad colectiva de la que depende el éxito del negocio.