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Por un buen uso de la autoridad médica

Por un buen uso de la autoridad médica

El deseo de tener el conocimiento supera muchas veces la prudencia. Esperamos de los sabios el consejo justo. Ellos, quizá movidos por esa expectativa, encuentran certezas donde sólo hay conjeturas. Lo veo con frecuencia en la prensa. Entrevistan a un experto reputado y cuando el periodista le pide consejos para el bien vivir o para resolver la crisis o el conflicto del Golfo, sin dudarlo, se lanza a prescribir una serie recomendaciones cuyo sustento es más que dudoso. Pasaba con una de las magníficas entrevistas que realiza Natalia Vaquero para LA NUEVA ESPAÑA. La veracidad de lo que decían otros entrevistados no la puedo juzgar y temo que sus opiniones hayan pasado a formar parte de la mía. En este caso sí sé de qué hablaba. Decía el doctor Agus, el mejor médico del mundo a juicio de Gore, que hay que hacer ejercicio porque "fuimos diseñados para movernos". Que tenemos, o teníamos, que movernos para conseguir la supervivencia, propia y de la especie, es incuestionable; ahora bien, que de ahí se deduzca que hay que moverse no es justificable. Siguiendo el mismo silogismo, como fuimos diseñados para comer bayas y raíces, hay que alimentarse de ellas, y de carne cruda; o vivir desnudos a la intemperie o, en fin, como fuimos diseñados para reproducirnos, hay que aparearse para estar sano.

El hecho de que hacer ejercicio sea saludable no se debe a que sigamos las supuestas leyes naturales. Dice más adelante: "no vale hacer gimnasia una hora y pasarse cinco horas sentado". El doctor Agus debe tener información que los demás ignoramos porque, que sepamos, basta con hacer ejercicio, de cierta intensidad, durante unos 30 minutos al día; además se puede acumular, bien a lo largo del día o incluso de la semana. Claro, cuanto más ejercicio, mejor. Hasta un límite.

Donde hace recomendaciones más peculiares es para la prevención del cáncer. Afirma que usar tacones produce una inflamación que lo facilitará. Es curioso que las mujeres, que son las que los usan, tengan menos cáncer que los hombres. Se especula con la posibilidad de que algunas inflamaciones en lugares específicos faciliten el cáncer, pero de momento, hay poco sustento. Desde luego, la mayoría de las situaciones inflamatorias, como la sinusitis crónica, o la periodontitis, no se asocian a cáncer.

Otra curiosidad es que recomienda la vacuna de la gripe como medida preventiva contra el cáncer; es una nueva indicación que seguro que alegrará a los fabricantes, pero que pocos comparten. Y no sé por qué tener unos horarios estrictos evita el cáncer. Quizá se refiera al pequeño riesgo de cáncer de mama que sufren las trabajadoras a turnos.

Tiene opiniones muy sólidas respecto a la dieta y los alimentos: la carne de vacas alimentadas en el campo es beneficiosa. Vuelve a incidir en que "lo natural" es más sano, que repite cuando dice "come alimentos naturales" o "la buena leche que procede de vacas sanas". Es la vieja idea de que la Naturaleza es sabia y que el ser humano la contamina con su maldad intrínseca, su afán depredador, como si sólo nosotros la utilizáramos para nuestra supervivencia en competencia, o colaboración, con otros seres vivos.

El doctor Agus escribió un libro con sus 65 normas para estar sanos y quizá sea un éxito de ventas. He visto otros libros parecidos. Se vale de su prestigio como oncólogo para opinar de lo que conoce peor. Él fue quien trató a Steve Jobs en una lucha sin cuartel contra el cáncer que lo consumía. Destriparon el código genético del tumor buscando dianas específicas. Y lo cierto es que en el primer momento respondió. Pero la naturaleza del cáncer, o de ese cáncer, no era estable y pronto edificó defensas contra los sofisticados medicamentos biológicos, o modificó su genética, y pudo vencer al ejército de drones que enviaba el doctor Agus.

Quizás el doctor Agus necesitó convencerse de la bondad de sus recomendaciones porque vive cada día la rapacidad del cáncer cuando el paciente llega a sus manos. Pensó que había que ir más arriba, adonde se origina. Y, con más ilusión e ingenuidad que ciencia, edificó una teoría que ahora predica por todo el mundo: ¿cómo se produce el cáncer por comer entre horas tal como afirma el doctor Agus? Es un misterio, pero él está convencido. Y entre tanto consejo sin fundamento se encuentran algunos razonables. Pero, ¿cómo puede el lector distinguirlos? Qué bueno sería que los que tienen autoridad la usaran para hacerlo bien y dar los consejos justos y medidos que realmente marquen la diferencia.

Estoy seguro de que una palabra del doctor Agus en la prensa tiene más influencia que mil mías o de las autoridades sanitarias. La verdad es que nada de lo que dice es perjudicial, pero ya que cambiar de forma de vivir es difícil, mejor es adoptar hábitos que estemos seguros de que son beneficiosos.

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