La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Con ternura te escribo"

La dureza de la vida de los que tuvieron que irse a través de las cartas del emigrante Sixto Fernández a su hermana Florentina, halladas en Gijón

Una de las cartas de Sixto García a su hermana Florentina.

"Doy final a esta carta / que con ternura te escribo / pues quiero que pronto parta / para su puntual recibo", le decía desde La Habana en diciembre de 1917 el emigrante asturiano Sixto Fernández García a su hermana Florentina, que se había quedado en Gijón. La vida de Sixto Fernández, como la de casi todos los hombres, se reduce a un puñado de papeles tan amarillentos como el tiempo pasado y tan quebradizos como la memoria, sin embargo, él tuvo la suerte de tropezarse con el Muséu del Pueblu d'Asturies, que a finales de 2012 publicó el libro De La Habana, Nueva York y México a Gijón. Cartas del emigrante Sixto Fernández a su hermana Florentina (1913-1932). La historia de cómo se salvaron esas cartas es tan azarosa como ilustrativa. Javier Canteli Loredo, de Gijón, conocía al dueño de la inmobiliaria que vendía una casa antigua en la calle Covadonga y le pidió permiso para entrar en ella. Allí, en los cajones de una vieja cómoda, dio con las cartas, adquiridas luego por el Muséu del Pueblu d'Asturies a Javier. Fue como una premonición, porque no mucho después de sacar las cartas derribaron la casa.

Hay una serie de circunstancias que igualan las correspondencias de emigrantes, y las cartas que se conservan de Sixto Fernández se ajustan a esas circunstancias: la salida del hogar, la búsqueda de un futuro mejor, la preocupación por la salud y el amor, los problemas familiares, las redes de ayuda mutua desarrolladas por los emigrantes, la narración del día a día envuelto en acontecimientos que entonces eran cotidianos y ha convertido el tiempo en históricos, e incluso la nostalgia del regreso están en las cartas que Sixto le envió a su hermana Florentina. Constituye por tanto esta correspondencia una ejemplificación perfecta del emigrante asturiano medio anterior a 1936. En este sentido, quien las escribe es un arquetipo, pero estas cartas no interesan únicamente por eso, interesan tanto o más por lo que tienen de anecdóticas, por lo que enseñan de la novela que fue la vida de Sixto Fernández García, un emigrante más, pero también un hombre único, con una trayectoria única, con una particular manera de entender el mundo, con unas esperanzas y unos sueños propios, con unas experiencias intransferibles. Un hombre que en estas cartas fue dando alegremente cuenta de la epopeya que llevaba a cuestas.

Sixto Fernández García nació en Gijón en 1896 y su familia era originaria del concejo de Muros de Nalón -hasta 1916 Muros de Pravia-. Nada sabemos del padre, y de la madre únicamente que muere hacia 1906, cuando Sixto contaba 10 años. Tiene dos hermanos mayores -Serafín y José- y una hermana -Florentina-. Pasa buena parte de la niñez y toda la adolescencia bajo los cuidados de su hermana; su hermano Serafín emigra pronto a Cuba y, tras realizar unos estudios de comercio, Sixto le sigue en febrero de 1913. Tiene entonces 17 años y desde el mismo momento en que deja el hogar comienza su correspondencia con Florentina, que abarca hasta 1932. En total se conservan en el Muséu del Pueblu d'Asturies, entre cartas y tarjetas postales, 81 piezas. Muy abundantes entre 1913 y 1917, bastante constantes entre 1917 y 1921, y muy escasas a partir de ese año. En ellas se puede apreciar, además de la evolución sicológica de quien las escribe, el cambiante decorado de la Historia: la I Guerra Mundial vivida desde un país alejado de los campos de batalla y en el que, tras las primeras restricciones en el abastecimiento, influirá positivamente dinamizando su economía; las consecuencias de la revolución en México, adonde se traslada su hermano Serafín a finales de 1915 y donde encontramos al propio Sixto a partir de 1921; la huelga asturiana de 1917 vista desde la distancia; Nueva York, aquella ciudad automática de la que habló Julio Camba, con sus rascacielos y su imponente metro, pero también con sus playas y los pueblecitos del campo, alejados de la gran metrópoli; y por último alguna referencia a la Dictadura de Primo de Rivera y la II República.

De las vicisitudes del viaje le cuenta Sixto a Florentina las dos comidas al día, el asco que le produce tener que bajar al sótano del barco en el que dormía -un espacio reducido que compartía con 45 personas más- y otros pormenores. De sus primeros pasos en la isla también nos enteramos por estas cartas: su hermano Serafín lo está esperando cuando llega, pasa un día con él y lo deja en una casa a la espera de encontrar colocación. Durante este tiempo, movido por la añoranza del hogar, le escribe largas cartas a Florentina.

En el muchacho que se va a La Habana se aprecian una educación bastante alta para la época y cierta tendencia a la pedantería literaria, lo que unido a una especie de sublimación edípica que tiene por objeto a su hermana lo hace aparecer a menudo como un joven envaradito y pesadito, capaz de caer en ciertas cursilerías. En buena medida, muchas de estas cartas, como todas las cartas de amor, tienen algo de ridículas:

"¡Qué hermosa estás! Te estoy viendo y me parece un sueño, sueño de poeta que ve entre las obscuridades de la noche aparecer sublime, gallarda y encantadora, la mujer en que inspirar su musa y que tantos desvelos y desasosiegos ha pasado por llegar a encontrarla. Te estoy viendo -repito- en el transcurso de estas líneas y mi mente se llena de gratísimos recuerdos como los guardan los héroes que vienen de campaña, que dejan la tierra donde han realizado sus imborrables hazañas pero que su recuerdo está perenne en aquellos hechos heroicos que le han dado nombre y fama" (28-12-1913).

Pero no son los pasajes más intensamente ñoños, esos que a cualquiera sonrojarían si le leyeran en voz alta lo escrito en la adolescencia, los que tienen importancia para el lector actual, sino aquellos otros en los que pormenoriza su día a día, a veces echando mano de su agradable sentido del humor, su capacidad para observar los detalles del entorno y sus influencias literarias, capaces de convertir una carta en un cuadro teatral en el que referir sus diálogos tras el mostrador con los tres tipos de clientas estándar que visitaban el comercio de telas en el que pronto empezó a trabajar. Sixto se interesa por el estudio, los libros y la lectura como medio para progresar en la vida, y este interés desembocará en la escritura, llegando a publicar crónicas de fútbol en algunos periódicos cubanos. El 2 de noviembre de 1916 le cuenta con entusiasmo a Florentina sus progresos en estos asuntos:

"No te intranquilices por mí, pues nunca disfruté de mejor salud que ahora. Soy cronista de foot-ball de un importante diario de ésta capital llamado La Nación, adjunto con ésta te envío algunas de mis crónicas que firmo con el nombre de Trebús, para que no me conozcan.

"Supongo que no te parecerá mal esto, pues el hombre que aspira a ser algo, como te decía en una de mis cartas, además de ambicionar el vil metal, debe educarse en la sana lectura de los libros y trasladarla al papel para demostrar que sus estudios no son estériles".

Si hay una constante en la vida de Sixto, además del inquebrantable amor a su hermana, algo apaciguado por el tiempo, la distancia y las volteretas que le da la vida, es la pasión por la escritura. Cuando en 1932 le perdemos la pista en México, ya muerto Serafín y él heredero del negocio que su hermano había fundado en aquel país, todavía sigue escribiendo: "Te sorprenderán estas cosas, ya que nunca te mando artículos que escribo en periódicos y revistas. Na neña, que toy fechu un Castelar" (27-6-1932).

En enero de 1918 le anuncia que ha encontrado un nuevo empleo como comercial de una empresa norteamericana, que lo llevará al año siguiente a Nueva York y Wilton, un pequeño pueblo del estado de Connecticut, para formarse y aprender inglés: "De New York he de decirte que es una ciudad sencillamente admirable y las americanas, unas mujeres ideales; me gustan bastante más que las cubanas" (24-6-1919). Vuelve a La Habana y para mayo de 1920 está otra vez en Nueva York, pero en medio sucedió algo que dio un vuelco a su vida: en enero de 1920 informa a Florentina de la suerte que ha tenido Serafín al sacar un importante premio en la lotería mexicana. Como consecuencia, Sixto se traslada a México D.F.: "Yo sigo encantado de esta bonitísima ciudad de los palacios; diversiones donde regocijar el alma nunca faltan" (14-3-1921); a partir de entonces las cartas escasean. ¿Qué sucedió con la fortuna? ¿Cómo se disipó? Durante estos años, Serafín primero, hasta su muerte en 1926, y Sixto después, le envían cantidades periódicas de dinero a Florentina, pero pronto Sixto dejará de hacerlo por un tiempo, y tan avergonzado se sentía de no poder cumplir el compromiso con su hermana que no contestaba a sus cartas. La muerte de Serafín lo había hundido en una depresión que lo llevó a descuidar la sombrerería y a endeudarse hasta el punto de no poder enviarle nada, pero hará todo lo posible por encarrilarse de nuevo.

En esta situación lo dejamos el 27 de junio de 1932, inmerso en el abismo de unos tiempos económicamente tan apocalípticos o más que los actuales: "Mis negocios, aunque no van bien, tampoco van mal; me voy defendiendo con dificultades, pues has de comprender que la gran crisis que azota al mundo entero, por lógica, tiene también que repercutir en este país". ¿Qué sería de Florentina? Nada sabemos más allá de estas cartas, válidas como testimonio biográfico y no menos válidas como documento histórico. ¿Qué de Sixto? Lo único que sabemos fuera de las cartas, por la ficha que de él se conserva en el Registro Nacional de Extranjeros en México (accesible a través del Portal "Movimientos Migratorios Iberoamericanos" del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte español), es que en 1920 había entrado en México por Nuevo Laredo, que medía un metro sesenta y seis centímetros, era de constitución fuerte, tenía el pelo castaño y lucía bigote, que estaba soltero y era comerciante, y que en diciembre de 1941 seguía con vida. Eso es todo.

Compartir el artículo

stats