"Una vida no tiene precio".

"A mí me tocó el Gordo el 22 de diciembre de 2010 y no recibí ni un céntimo, pero me sentí como un millonario.

"Era un mañana buena, un poco gris, pero la mar estaba en calma. Faltaban dos días para Nochebuena y ya se sabe que en esas fechas el pescado se vende al doble o al triple. Fui a por lubina, y eso implica navegar cerca de las rocas. Salí de Cudillero a las ocho en punto rumbo a la barra de San Esteban de Pravia. Fui a una zona cercana a la costa. Iba sólo en mi barco, el "Virgen de la China". Me gustaba ir sólo a faenar porque pescadores buenos buenos quedan muy pocos. Y llevar a gente es una gran responsabilidad.

"Tenía varios aparejos que recoger. Cuando había acabado con el primero iba a marchar de allí, pero vi una lubina de unos siete kilos, así que me acerqué a ver si la podía pescar. Cogía ésa y me iba. No sé por qué me giré, quizás intuí algo, no sé. El caso es que miré a lo lejos y vi venir una ola enorme de unos siete metros de altura. La mar estaba tranquila, no sé de dónde demonios salía aquella ola. El caso es que no había tiempo. Había que reaccionar. Solté todo lo que tenía en las manos y me centré en girar la embarcación para ponerla rumbo al norte. Tenía poco tiempo para girar el barco 180 grados. Quería coger aquella ola de proa, porque así el impacto sería menor y tenía posibilidades incluso de pasarla sin problemas.

"Cuanto más se acercaba la ola más grande se hacía. El timón estaba muy duro, pero lo tenía a tope. Me acuerdo de que me decía a mí mismo: "Venga, venga, venga, que llega, que llega". El barco giraba muy poco a poco, con desesperada lentitud, y la ola se aproximaba a toda velocidad, cada vez más monstruosa. Cuando estaba a punto de conseguirlo, la ola impactó con fiereza en el lateral superior, con una fuerza brutal. Del golpe, la lancha se quedó medio volcada, en posición vertical, y así fue arrastrada por la ola, de canto, como si la estuviera surfeando. Yo estaba dentro. Fueron unos segundos surrealistas, hasta que perdió fuerza, rompió y, por la propia inercia, la lancha se enderezó.

"Me di cuenta al instante de que la lancha estaba rota y empezaba a entrar agua. Subí al puente a coger los chalecos salvavidas. Cuando estaba allí dentro, en cuestión de diez segundos, el barco se hundió. Fui con todo para abajo.

"Quedé sumergido en el puente del barco. Todo empezó a flotar. El agua estaba muy fría. Mantuve los ojos abiertos y sólo veía burbujas. Intenté aguantar la respiración, pero respiré varias veces por inercia y tragué agua. Empecé a buscar desesperadamente una salida. Y tomé la decisión acertada: apoyé la espalda contra una pared, me agarré a una columna y presioné fuerte con mis pies para forzar una abertura. No sé cómo, pero lo logré. Todo pasa muy rápido.

"No sabía a cuántos metros de profundidad estaba, así que empecé a remar con mis brazos hacia arriba. Necesitaba respirar y no podía. Subí a duras a penas y cuando saqué la cabeza a la superficie cogí más aire que en toda mi vida. Recuerdo que me sorprendió el silencio atronador, como si allí no hubiera pasado nada, como si no estuviera a punto de perder la vida.

"Miré a mi lado y vi flotando un chaleco salvavidas. Parece que estaba esperándome. Lo cogí y entonces sentí una sensación de frío tremenda. Me alejé un poco del barco y entonces fui consciente de todo. Ves toda una vida flotando, una vida a la deriva. Pensé: "Vaya movida que voy a tener en casa". Sopesé la situación: allí estaba yo, solo en el agua con un chaleco y sin nadie alrededor.

"No podía ir nadando a tierra, porque aunque estaba cerca, las olas rompían con fuerza en las rocas y era muy peligroso meterme ahí. Me exponía a los golpes, corría mucho riesgo. Así que empecé a nadar en paralelo a la costa buscando el lugar más propicio para tirar hacia la playa. Iba observando cómo rompían las olas y hasta que no encontrara algo seguro allí seguiría. El problema es que a la vez iba poco a poco teniendo más frío. Era diciembre y tenía miedo de que me diese una hipotermia. Era diciembre.

"No tenía esperanza de que nadie me viese. Quién iba a pasar por allí un día como ése. Estuve más o menos tres horas flotando sólo en el agua. Pero nunca tuve miedo, siempre confíe en mí. Cuando empecé a congelarme de frío, decidí arriesgarme e intentar llegar a tierra. Fue a la altura de la playa de Vallas.

"Lo pasé muy mal. Porque la mar se había embravecido y cuando rompían me sumergían. Además, yo andaba ya justo de fuerzas. Intentas nadar rápido, pero las olas no daban tregua. La cuarta que me hundió, me quitó el chaleco. Lo perdí. En ese momento vi las cosas bastante mal.

"Pero seguí intentándolo. Y cuando me quedaban cien metros más o menos para ganar ya la playa, empecé a escuchar el helicóptero de Salvamento Marítimo. Todavía hoy no sé cuántos dieron el aviso y cómo se enteraron. Sé que uno fue seguro un pescador de San Juan de la Arena. En ese momento supe que estaba salvado.

"Lo que sucedió, sin embargo, no lo recuerdo con tanta alegría. Ellos me salvaron la vida, y claro que estoy agradecido, pero la operación fue un poco chapucera. Tuvieron que intentarlo cuatro veces para poder cogerme. La primera se me desenganchó el arnés antes de elevarme, no sé por qué. La segunda me tiré yo porque iba colgado del rescatador con mis brazos, y no aguantaría. La tercera el helicóptero bajó más de la cuenta y agitó tanto el agua que no podía ver. Y la cuarta, ya sí, me abracé al rescatador y logré salir. Llegué a tierra con hipotermia, pero como si me hubiera tocado la lotería".