En Asturias ya no somos tan defensores de la naturaleza como proclama nuestra gran marca turística, el Paraíso Natural. De hecho, emergen amenazas que pueden poner en peligro ese capital verde sobre el que se sustenta el turismo, que representa el 12% del PIB regional. Esa es la advertencia que lanza Carlos Lastra, profesor jubilado de Zoología de la Universidad de Oviedo y, en tanto que presidente de Amigos de la Naturaleza Asturiana (ANA), uno de los históricos puntales del movimiento ecologista asturiano.

Lastra echa la vista atrás y se remonta a lo que, en el ámbito medioambiental, llama la “edad de oro”, que identifica con la presidencia de Pedro de Silva, entre 1983 y 1991. Ahí, subraya, se levantó una arquitectura proteccionista y que confería un gran potencial económico a la concentrada biodiversidad natural de Asturias. Lastra, de 73 años, admite que su enfoque puede estar distorsionado “por la vieyera o por la ilusión que en aquellos años supuso la llegada de la autonomía”, pero considera que apenas se regó aquella semilla inicial y que, más bien al contrario, hemos ido “deshaciendo” de aquel diseño político que permitió alimentar la identidad colectiva del Paraíso Natural. “Nunca más se siguió con ello y ahora se ha intentado recortar lo más posible. Ahora la protección de la naturaleza se ve con más prevención”. Añade: “Se está produciendo una relajación de los controles. La normativa de espacios y especies protegidas implica controles de guardería, y todo eso se relajó mucho. Nosotros vivimos mucho cómo se fue desarrollando: supimos de una guardería comprometida, trabajadora, entusiasta que fue sistemáticamente recortada y desactivada. La relajación de los controles ambientales fue progresiva y ahora está bajo mínimos. Si no haces controles, vale todo”. Lastra pone más ejemplos de este desmontaje del “blindaje ambiental” que figura como enseña de la autonomía asturiana. “Otra cosa que ha ido encogiendo es la cuestión de las evaluaciones de impacto ambiental. Había, y era una singularidad de Asturias, una evaluación preliminar de impacto ambiental para proyectos más pequeños, pero a finales de 2021 se anularon. Ahora parece que vale todo: invasión de parques eólicos, una nueva ofensiva de la minería, especialmente el proyecto de mina de oro de Salave. Estamos malvendiendo el Paraíso Natural que tanto cacareamos. Parecía que su protección iba en serio, pero ahora son ataques por todas partes y está muy desbaratado. Se está desvirtuando esa calidad ambiental que se quiso proteger y eso, paradójicamente, está ocurriendo cuando el turismo de calidad parece que mira hacia nosotros”.

Lastra desmonta el discurso político de la “compatibilidad” de cualquier actividad con el medio ambiente. “Tenemos un paraíso natural con posibilidades indudables, pero eso no se quiere hacer ver que se puede compatibilizar con todo. Un ejemplo. Escuchamos al consejero de Medio Rural e Infraestructuras hablar de la ronda del Naranco y decir que la harán compatible con la normativa ambiental. No señor, eso es incompatible: no se puede respetar al máximo la naturaleza con una autopista de cuatro carriles y un túnel. Eso no puede ser. Hay una relajación de la normativa verdaderamente clamorosa. Asumen el cinismo de que se puede hacer todo, pero hay cosas que no pueden ser compatibles. No se puede freir un huevo sin pírtirlo. Las posibilidades del paraíso natural y del paisaje son grandes, indiscutibles. ¿Pero qué ocurre si destrozas el paisaje? ¿Cuáles son las posibilidades turísticas del Occidente si está todo lleno de molinos de viento?”. La respuesta, nunca mejor dicho, está en el aire.