Aquella gran fábrica de acero necesita ahora producir habitantes

Julián Rus
Juan Carlos De la Madrid. Historiador avilesino. Es autor de catorce libros de historia social, de los espectáculos de masas o de la emigración, pero entre toda su obra sobresale el volumen de referencia para quien quiera conocer la historia avilesina: "Avilés, mil años de historia" (Ediciones Trabe), que ahora se reedita en su quinta edición con motivo del 25.º aniversario de su primera publicación
El historiador avilesino Juan Carlos De la Madrid es el autor de "Avilés, una historia de mil años", el volumen de referencia para conocer a fondo la ciudad y su devenir. Ahora que acaba de salir en la editorial Trabe la quinta edición de la obra –especial por el 25.º aniversario–, De la Madrid acota su mirada de historiador y analiza el Avilés que se interna en la tercera década del siglo XXI. Esto es lo que ve en el pasado, en el presente y también en el futuro:
"Durante 50 años Avilés fue una fábrica. Fuera de las fronteras, Avilés no era una ciudad. La gente nunca conocía a Avilés como una ciudad, sino como una industria enorme. Era una cosa muy contaminada y muy oscura. Pero tenía una importancia: salía en aquellos mapas del franquismo donde se ponían los productos típicos de cada sitio. Allí había un sitio para Avilés. La ciudad vivía por una fábrica providencial que había llegado y lo ordenaba todo y que alguien pensó que duraría para siempre. Pero, desaparecida aquella fábrica, desapareció la ciudad. En realidad, desaparecía la ciudad que nadie había tenido en cuenta".
La no-ciudad
"Avilés no había sido pensada con infraestructuras con escala humana, con servicios. Cuando llegaron los ayuntamientos democráticos era una ciudad por dimensiones y por valor económico si quieres, pero no era una ciudad para todo lo demás. Todo eso se fue consiguiendo: infraestructuras, servicios. Pasaron una, dos, tres reconversiones y cuando llega el siglo XXI parece que todo eso estaba asentando. Pero lo que asaltó a los avilesinos durante un par de décadas, por lo menos, fue el no saber dónde ir. Tenían un pasado olvidado, un presente demasiado largo y un futuro desconocido. Por eso digo que Avilés, desde hace mucho tiempo, es una ciudad que vive un presente continuo. Y ahora, todo lo conseguido, todas esas mejores de infraestructuras hasta la primera década de este siglo, esa recuperación de servicios y de capacidad de proyección, está en el momento crítico de perderse si Avilés sigue menguando demográficamente. Porque volvemos a estar caminando por el filo de la navaja".
¿Qué es lo fundamental que es necesita Avilés para salir de esa situación? Pues ser ciudad. Ser la ciudad que no fue cuando era solo una fábrica. Avilés debe ser, ante todo, ciudad porque no hay nada más productivo que una ciudad atractiva. Ahora que todo el mundo se disputa la instalación de industrias sabemos que, en igualdad de condiciones, la gente que tiene el dinero y que mueve el capital acude a sitios que son más atractivos para que vivan sus empleados o sus cuadros".
Lo conseguido
"A lo largo de estos años, se consiguieron unas cosas sí y otras no. Por ejemplo, entre años 2004-2005 se derribó la última chabola. Eso quiere decir mucho de dónde se venía. Por esos mismos años se retiraban los lodos del cauce alto de la ría, que seguían apestando en el centro de Avilés, lo cual era algo realmente inconcebible. Los parques habían crecido de una manera exponencial, de tal manera que la mitad de los avilesinos tenía una superficie verde a menos de 300 metros. También se descubrió el cañón de Avilés, en 2016, es un cañón impresionante, profundísimo, de lo más profundo del mundo. Es un valor más. También se preparaba esa nueva centralidad en torno a la ría, saltando a la otra orilla. La ría es una parte esencial de la ciudad. La ría tiene que ser su plaza mayor. Por una parte, se trataba de saltar al otro lado de la ría donde prácticamente nunca había habido actividad residencial, sólo actividades meramente portuarias o industriales. Y también llegó el Centro Cultural Internacional Óscar Niemeyer, que se acabó inaugurado el 25 de marzo de 2011".
Todo eso se vio y se ve ahora en efectos secundarios como puede ser el turismo. Hablar en el siglo XX de turismo en Avilés provocaba sonoras carcajadas. Ahora no hay verano en el que la gente no asuma que aquí hay turistas, que las terrazas se llenan, que hay visitas guiadas. Todo ese tipo de cosas se toman como normal. Cuando en LA NUEVA ESPAÑA hacéis el balance del verano y preguntáis a los turistas, ya te sale mucha gente que visitó Avilés muy sorprendida de lo que encontró y que dicen: ‘Ni imaginaba yo que esto era así’. Además, la economía de la primera década del siglo, hasta la crisis, fue bastante benigna y se llegaron a crear casi tantos puestos de trabajo como los que se habían destrozado en las últimas reconversiones siderúrgicas. Todo hacía pensar que sí, que ya se había salido que ese presente continuo y se había saltado al futuro".
Lo pendiente, lo malo
"Pero junto a lo bueno que acabamos de decir, también encontramos lo malo. Me refiero a todos esos grandes proyectos de renovación urbana de Avilés que pasan de padres a hijos. Ahí tienes todavía la barrera férrea junto con la arteria del puerto, que se hizo en su día con la buena voluntad de quitarle el tráfico de camiones pesados, pero ahora estrangula al puerto y a la ciudad. Juntas conforman una doble barrera. Tú ves una foto aérea del Centro Niemeyer y tiene dos murallones ahí que hacen que no tenga una conexión física con Avilés".
"Esto no es ninguna tontería. La barrera férrea, incluso la arteria del puerto, siguen separando a Avilés de lo que tiene que ser su plaza mayor natural. La ría y el puerto, y la ciudad, tienen que ser una unidad porque siempre lo fueron a lo largo de toda la historia. Una nació por la otra. Es el huevo y la gallina, no sabría decirte cuál fue antes. Solo se explicaron entre sí. Pero tienes esos grandes proyectos que no acaban de atarse ni desatarse. También hay que finalizar el saneamiento de la ría, con todos los problemas en que ahora está metida la depuradora".
"Todos estos proyectos se heredan tanto que la gente no se los cree. Porque llegan las elecciones siguientes y vuelve a presentarse el proyecto y en las siguientes y en las siguientes. Y si la gente no saca la tarjeta roja, pasan a una segunda fila cuando en realidad deberían de ser lo más importante".
"Avilés necesita seguir haciendo esa ciudad. Lo que no hay es un catalizador tan evidente como fue en su día el Niemeyer, que por otra parte supuso una desilusión tremenda. Hoy no hay nada visible como fue el Niemeyer. Los que hablan del modelo de ciudad hablan del ‘modelo Avilés’, pero a mí me gustaría ver en qué se sustancia el ‘modelo Avilés’. Un ‘modelo Avilés’ de prestigio lo hay, por ejemplo en psiquiatría, eso sí que es exportable. Pero no sé si Avilés es un modelo de ciudad, un modelo económico. No lo veo. A lo mejor es que no he sabido seguirlo, o no me lo han explicado".
El asesino silencioso
"Desde el punto de vista económico, Avilés sigue siendo muy potente. Tienes aquí una concentración de multinacionales que no la hay en muchos sitios. Hay un suelo con músculo económico que no se va a traspasar, aunque últimamente no se puede decir nada. Pero Avilés necesita algo más porque Avilés tiene un problema demográfico. Avilés tiene que existir como ciudad, pero para existir tiene que haber habitantes. Esto no es un problema solo Avilés. Si tú te fijas, el asturiano es poco menos que una especie en extinción. El desplome demográfico fue el gran asesino silencioso con el que convivimos en Asturias desde hace décadas y no éramos conscientes de que nos estaba envenenando. Hay un índice que ahora se aplica a otras ciudades y que en Avilés alguien lo sacó, creo que fue en 2019 antes de la pandemia, cuando el concejal del ramo aportó un dato muy cruel: en Avilés había 12.400 animales censados, más que niños".
"Eso es así y eso es difícil de asumir en una ciudad donde la cohorte demográfica más ancha es la del ‘baby boom’, entendida en el sentido más amplio, desde los nacidos a finales de los 50 hasta los nacidos a principios de los 70. Todos esos constituimos en su momento la ciudad más joven de Europa. Recuerdo cuando salías a la calle y no tenías que quedar con amigos, ya te encontrabas con un montón de pandillas. Ahora no es así. Y esa misma generación que fue la más joven de Europa está a punto de ser la generación de la ciudad más envejecida de Europa. Y eso es difícil de asumir también sociológicamente. La ciudad, que fue la ciudad de los jóvenes, será la ciudad con la mayor cantidad de viejos. Aunque eso lo ves en todos los índices de Asturias, no solo en Avilés. Si te fijas ahora en los candidatos a las alcaldías de los tres municipios más importantes de Asturias son todos jubilados o jubilables".
El metrónomo mortal
"Avilés está en un retroceso muy rápido que no se puede compensar con la demografía avilesina, con sus nacimientos, o con la llegada de emigrantes. Tendría que ser una llegada enorme de emigrantes para compensar esto. Avilés es una ciudad donde menguan los partos y crecen las cataratas. Y este tic-tac del presente continuo, el final de la generación siderúrgica, ya no es un tic-tac de reloj, es un tic-tac de metrónomo, que se acelera cada vez más. Y si no salimos de ahí, el final del presente continuo nos lo va a poner la Madre Naturaleza porque Avilés dejará de ser una ciudad, incluso por volumen demográfico. El dato sociológico más importante, y también psicológico en su momento, fue cuando en 2017 bajamos de los 80.000 habitantes. Cuando baje de los 70.000 habitantes sonará la alerta roja y no sé si tendrá vuelta atrás. Avilés no tendría por qué ser las nuevas Cuencas pero hay un peligro de que sea así. El tiempo para revertir esa situación es cada vez más corto".
La factura y la fractura del Niemeyer
Juan Carlos De la Madrid: "Cuando el Niemeyer era poco más que una construcción en un papel se hizo algo ejemplar en cuanto a maniobra comunicativa. Por Avilés pasó todo el mundo, hasta Brad Pitt. Eso generó muchísima ilusión en la gente porque volvió a vivir un poco la llegada de Ensidesa. La sociedad avilesina era un tanto providencialista. Es decir, decían: ‘Si nos tocó la lotería una vez, ¿por qué no va a tocar de nuevo?’ Se llegó a escribir que el Niemeyer tendría una repercusión similar a Ensidesa. Lo que vino después ya todos lo sabemos (un proceso judicial por corrupción en la gestión del centro). A la misma velocidad que creció la ilusión prendió también el desánimo, y ahora estamos en un momento que, en lo que se refiere al Niemeyer, para mí está en una especie de stand by. Acaba de pagar sus deudas y no sabemos muy bien qué va a dar de sí. Lo peor fue la decepción de la ciudad. En el Niemeyer hubo algunas personas que lo pagaron y lo están pagando, pero Avilés lo pagó muy caro. El ‘efecto Niemeyer’ fue sustituido por el ‘caso Niemeyer’ y eso fue muy duro".
Cuatro concejos que son uno
Juan Carlos De la Madrid: "Avilés, como concejo, es un imposible, porque tiene un valor económico y demográfico que no puede contener la estrecha demarcación geográfica que tiene. El concejo de Avilés en realidad es la comarca en Avilés. El avilesino que se baña en la playa de Salinas no piensa que vaya a un sitio diferente a bañarse. Todo que se entiende como parte de la misma unidad administrativa pero, por ejemplo, que el proyecto de la nueva arteria del puerto está paralizado porque Castrillón considera que pasa por unos terrenos que son muy perniciosos. Lo serán, no sé, pero ahí hay dos ayuntamientos pugnando por la misma solución y, al final, el puerto es tanto de Avilés como de Castrillón. La articulación de la comarca es otro de esos proyectos pendientes en el que ahora que llegan las elecciones ningún político querrá meterse, porque es dividir por cuatro sus posibilidades. Ahora hay cuatro ayuntamientos, pero lo lógico y lo racional es que hubiese uno solo administrando todo esto".
La vida deportiva y cultural bulle en Avilés
