Daniel Alonso, empresario, fundador del grupo que lleva su nombre. Es el empresario más importante del metal en Asturias y fundador de un grupo multinacional, ahora puntero en la fabricación de estructuras para energías renovables, que roza los 2.000 empleados. Llegó de Arija con 17 años, cuando un pueblo entero se trasladó a Avilés para abrir Cristalería Española.

"Nací en 1934, en plena revolución. Claro que me acuerdo de la guerra y de la posguerra, mucho. De las calamidades te acuerdas siempre. Mis padres trabajaban en Cristalería Española, en Arija, y al trasladar la fábrica vinimos todos a Avilés con derecho a vivienda. El camión capitoné nos traía los muebles. Mi padre vino en el 49, era albañil y fue de los primeros que vino para hacer el horno. Y yo vine sobre el 50. Mi padre se llamaba Daniel Alonso, como yo, trabajó en Cristalería toda su vida, y mi madre se llamaba Justa Rodríguez".

"De Arija vinimos cinco mil cuando tenía Avilés tenía trece mil y pico habitantes. Cuando llegué aquí yo tenía 17 años. Había trabajado en Arija, en la fábrica. Valía decir que tenías 18 años y con 16 nos metían a trabajar. Me dijo el jefe de trabajo: ‘Pero, Daniel, si tú tienes 16’. Y yo: “Sí, pero si no, no me metéis a trabajar”".

"Mi padre era albañil, pero a mí no me gustaba el cemento. A mí me gustaba la chapa. Yo quería entrar en un taller. Y hasta que no encontré trabajo, no paré. Encontré en un pequeño taller familiar, el dueño era Titi, se llamaba Emilio, Titi. Estaba casado con ‘las Gasinas’ de Avilés, eran dos o tres hermanas que estaban en la plaza de abastos, tenían frutería. Titi era un tío muy simpático, tenía un taller de cerrajería artística. Mira, las rejas que hay ahí en Casa Lin, esas rejas se hicieron allí".

"Pues estuve trabajando con Titi hasta que fui a la mili. La mili fue en Zaragoza, en Casetas. Cuando vine me puse por mi cuenta. Le dije a Titi: ‘¿Por qué no nos ponemos a medias con el nombre suyo y con la juventud mía?’. Me dijo que no. Pues me dije: yo me pongo por mi cuenta. Y hasta hoy. También me llamaron de Cristalería Española, donde empecé en mantenimiento. Entré en Cristalería porque, si no, les daba un disgusto a mis padres. Pero después de hora, después de salir, iba a mi taller. Salía a las siete y me metía cuatro horas más en mi taller".

"Entonces llegó Ensidesa y yo me di cuenta de que los camiones que usaban para la construcción de la fábrica, que eran de la Segunda Guerra Mundial, venían con caja de madera, y empecé a hacer una caja de hierro para un camión ruso y tuve mucho éxito. Usé raíl de vagoneta de la chatarrería del Afeitao, de La Felguera. Y compré la chapa de desguace de barcos. Empezaron a encargarme cajas y cajas y cajas y no daba abasto. Empecé a hacer camiones y no los hemos dejado de hacer hasta hoy".

"Estuve así casi tres años. Luego ya dejo Cristalería y empiezo solo en el taller, con dos chavales de 14 años. Dos chavales que se acabaron jubilando conmigo. Claro que los sigo conociendo. Son Ramón Rabanillo y Ángel Prieto, más majos que las pesetas. Ellos han ido a las bodas de mi familia y yo a las de ellos. Fueron los dos primeros, ahora tenemos dos mil empleados".

"Ese fue el comienzo de todo. Pones un taller y haces para camiones. Empiezas por camiones, luego haces una obra para uno y una obra para otro y así. Lo único que creo que hice bien es que el dinero siempre lo tuve para crear, no para gastar, ni para fardar. Hay quien se ve con dinero y pierde hasta la mujer por irse por la noche de golfete. Coñe, como pongas eso voy a la cárcel. A ver lo que pones, que luego te veo por la calle y te pego silbidos".

"El dinero nunca me hizo daño, te lo juro de verdad. A mí no me ha cambiado nada. Yo soy igual que de chaval. Yo siempre he sido como he sido y si no, entérate, nunca he cambiado. Desde que empecé. Yo no he cogido vicios. Eso no quiere decir que un domingo cuando salía fuera de gorra por ahí. Si había que tomar un whisky, se tomaba. Pero el lunes a trabajar hasta las diez o las doce de la noche".

"En Avilés me integré muy bien. No estoy más que agradecido a Avilés. En Avilés me enamoré y en Avilés me casé con mi mujer, María Agustina Villarón. Eso sí, el primer baile fue en Arija. Salí bailón. De muy joven no me iba para casa o sin bailar o sin hablar con una chavala. Sigo siendo muy bailón, pero ya no bailo. Los años no perdonan".

"Me ha tocado ver cambiar Avilés. Vino tanta gente que ya solo entraban los de zapatos. Los de las botas se quedaban en el Puente Azud. No cogíamos ya. Como digo yo, nací en los años de la escasez. Primero de la escasez de comida y luego de la escasez en el baile. En aquella época en Avilés para una mujer igual había veinte o treinta hombres. Se decía que ellas podían escoger carrera de ingeniero, de médico, de lo que quisieran… Así que a mí, que era calderero, no me tocaba nada".

"Calderero, esa palabra… Creen que solo sabes hacer calderos. Pero calderero es el que ha hecho Ensidesa. Un ingeniero podrá hacer el proyecto, pero después hay que hacerlo. ¿Y quién lo hace? El calderero. Por eso defiendo el oficio. Pero tiene un nombre… Tendría que ser técnico en el acero, es lo lógico".

"Si te he ser sincero, creo me tengo que sentir orgulloso de todo. Y te digo: tengo una familia muy maja, o a mí me lo parece. Tengo cuatro hijos y once nietos muy majos todos. Es verdad, me siento orgulloso de tener una familia que son normales, gente normal. Y ya tengo nietos de 25 años. La familia es importante, yo nunca he pensado en divorciarme, en la vida. También he tenido suerte, si es otra no me aguanta".

"En la vida no me pesa haber hecho nada malo, ni con mi familia ni con ningún vecino. Si he visto que me he pasado, he pedido disculpas a los dos días o tres. He sido feliz, mucho, con mi mujer, con mis amigos, con mis hijos. Y me he sentido querido en Avilés y en Asturias. Voy por la calle y mucha gente me dice: ‘¡Adiós, Daniel!’ .Y cuando te dicen ‘Adiós, Daniel’ es que te quieren. A mí me lo parece. Bueno, tú pregunta por ahí".