Gonzalo García,  bancario jubilado, regentó el Trasgu, bar de referencia de la movida avilesina, y fue uno de los pioneros del Descenso de Galiana. Y, además de todos estos títulos, fue un piragüista laureado, campeón de España en K4 en 1966 y al año siguiente en K2 junto con José Ramón Álvarez. Hoy, a sus 74 años, sigue remando y conservando un fino sentido del humor envidiable.

Está desbrozando, "quitando un poco la maleza" en una casina que tiene cerca de la playa del Arañón. En los años ochenta, abrió en la calle de Galiana el Trasgu, un bar de referencia de la movida avilesina de esa década y las dos siguientes. También fue uno de los pioneros del Descenso de Galiana. Es pura esencia del Avilés nocturno y antroxeru. Deja la desbrozadora un rato y hace memoria:

"Me llamo Gonzalo García Fernández, nacido en Galiana número 16 bajo, en casa de mi abuela materna, Carmen la del Moreno. El número 16, si subes Galiana, es donde faltan unos arcos. Nunca me enteré de por qué faltan los arcos. Tengo 74 años. Nací en Galiana y a los cuatro días marchamos a Perdones, a una casina que tenía mi padre. Él trabajaba en la aldea. A los 5 años, mi padre falleció y entonces retornamos a Galiana número 16. Mi güela también era viuda. Mi güelo era minero y vivían en Mieres. Mi madre nació allí. Y cuando aquella guerra fatídica, mi güelo murió de hemorragia cerebral en la cárcel del Coto de Gijón. Daban pasaporte, era minero, sería revoltoso, vete tú a saber, cosas que pasan en las guerras civiles. Mi güelo se llamaba Alejandro, alias el Moreno. Era de Valderas, de León".

"Yo era un guaje que lo único que quería era jugar y correr y pasar de estudiar. Mi madre me metió en el Carreño Miranda, pero Gonzalo no quería estudiar. Así que llegó una terminada de curso, tercero, con todas suspensas. Y mi madre me dijo: tú no vas para premio Nobel, así que a trabajar. Y dicho y hecho. Entro a trabajar en una tienda de la calle la Fruta que se llama Tejidos Fontela. Estuve allí de pinche tres años. Hasta que perdí el trabajo. Había empezado con el piragüismo y el club quería llevame a Bañolas, al Campeonato de España. Pero el jefe me dijo que no, que ya había disfrutado de las vacaciones. Lo que hice fue cogerlas por mi cuenta. Tendría yo 15 años".

"Me fui a Bañolas y cuando vine, vaya problema. ¿Y ahora qué hago? El primer día y el segundo día marchaba de casa a la hora de trabajar, pero ya no trabajaba allí. Hasta que lo descubrió mi madre. Pues bronca, unos azotes y a buscar trabajo. Ya tenía amistad con un delegado de piragüismo, una persona de lo mejor que puede haber en el mundo, que se llamaba Enrique Cuervo, que trabajaba en Sanidad. Todos los trabajos que tuve hasta que entré en el Banco Popular en 1971, que también me recomendó, fueron gracias a Enrique. Trabajé en una báscula pesando, en montajes, en recambios de coches... En el 71 entré en el Banco Popular y hasta el 2003 que me retiraron estuve trabajando allí. Cuando los bancos eran bancos. La gente preguntaba y atendían. Y allí estuve 25 años de cajero, el amo de les perres".

"El Trasgu lo abrimos en 1981 en Galiana. Seguí con el bar... sería hasta el 2003, que vino la empresa constructora, había comprado el edificio y que teníamos que marchar. Marchamos para la calle de La Ferrería y allí lo abrimos entre mi mujer, Carmen María Rodríguez Armada, y yo. Eso sí, ponlo. Para ganar puntos. Encontramos un local en la calle de La Ferrería y lo llevamos hasta 2012".

"La época de Galiana fue tremendo, había mucha marcha. Funcionaban los talleres de montajes y Cristalería, la Asturiana, Ensidesa, había trabajo. Era de acojonar, en cada bajo había un local. Era la de Dios. Galiana fue muchísimo. Eso duró del 80 hasta el 90. ¿Sabes quién lo jodió? El Ayuntamiento con las obras. Cuando aquello está a tope se ponen a arreglar la calle, los soportales, a poner tubería y hacer el enlosado. Así estuvimos dos años. Pegamos un bajón de acojonar, tenías que andar entre tablones. Aguantamos, pero ya no era el boom de antes. Empezó Rivero y Rivero cogió fuerza. Las modas, oye, las cosas estas que pasan".

"En el Trasgu pasaron cosas buenas y alguna desagradable, porque siempre hay alguna historia, ya sabes que la noche tiene el alcohol y esas cosas. Pero en conjunto todo bien. En el bar conocí a mi mujer. Apareció una noche con unos amigos. Era un sábado, San Carlos Borromeo. Dígotelo porque los del banco habíamos quedado en ir a comer a Avilés. Ellos siguieron, pero yo volví al bar. Era un sábado corriente y entra una pareja de amigos. Él falleció ya, Antonio Guerra. Iba con la novia, Laura. Venía con ellos una rubia. Salgo de la barra a saludalos y digo: ‘Oye, ¿y esta nórdica rubia guapísima?’. Dice mi amigo: ‘¿Nórdica? Pero si ye de Sabugo’. El caso es que me la presentaron: ‘Gonzalo, te presento a la mujer de tu vida, Carmen María». Después de una consumición, marcharon. Hasta luego, sin más. A la hora y pico volvieron otra vez. Entonces me dije yo: ‘Pufff, la llamada de la selva’. ¿Qué tal, qué tal? Bien. Bien. Venimos a tomar otra copa. Pues, pum pum, pongo otra y dejé a Carmen para el final. Y entonces le dije: ‘¿Qué, echamos un bailongo?’. Y así hasta hoy. Llevamos juntos desde el 95. Veintitantos años aguantándome, porque yo soy un rompecojones. Pero ella sigue siendo rubia y guapa. Es demasiado, un diez".

"Lo del Descenso de Galiana fue cosa de Carlos Cotera y de Falo ‘el Cuzo’ y de otros que paraban mucho en el bar el Mil Novecientos. Carlos venía de bajar el Sella y dijeron que en los Carnavales había que hacer un descenso de Galiana en piragua. Después fueron al Trasgu y me lo comentaron. ¿Qué te parece? Una cosa guapa, sí, señor. Porque de aquella los Carnavales eren estilo Venecia, a lucir el disfraz. Pues nada, el primer año que lo hicimos fue con una K4 bajando con unos rodamientos debajo y hasta el Parche. No había espuma, había un bombero que te metía unos manguerazos... Los Carnavales en Avilés tuvieron una época que era de acojonar, lo máximo. Pero lo máximo de lo máximo".

"No me puedo quejar de la vida. Hubo cosas que hice mal y otras que hicimos bien, y, bueno, tamos aquí todavía y con ganas de disfrutar. No fui, cómo diríamos, un inversor, no miré por les perres. Pero, gracias a Dios, encontré a Carmen María porque, si no, en vez de hacerme esta entrevista estarías dándo-y 50 céntimos a esti probetón pa que se afeitara. Encontrarla fue la culminación. Si no ye por ella te digo que vivo debajo de un puente".

"Bueno, sigo con la desbrozadora, jodiendo los hombros. Y eso que me dijo la médica: ‘Gonzalo, la desbrozadora ni la toques’. Porque en el 2019 me dio un infarto de miocardio después de estar una semana desbrozando. Y, bueno, ahora ocho pastillas al día y control".