Daniel Salas, director de la tecnológica DXC en Asturias. Informático formado en la Universidad de Oviedo, este avilesino de 1974 dirige en Avilés una «fábrica de software» de mil personas integrada en una multinacional que da empleo a 13.000. Es hijo de una mierense de Turón y de un allerano que fue a Avilés a trabajar al sector del metal. 

Lo primero que sorprende cuando Daniel Salas recibe en la gran sede de la tecnológica DXC, que dirige en el polígono del PEPA, en Avilés, es que, aparte de él, del vigilante jurado y de la telefonista, apenas se ve a nadie por allí. Los datos dicen que esta fábrica de software nacida de los servicios informáticos de Dupont en 2003 emplea a más de mil personas en Asturias y forma parte de una multinacional presente en 70 países con 13.000 empleados en total. Bien, ¿pero dónde están esas mil personas que deberían estar en esta vistosa sede con un patio central circular con estanque con carpas y todo? A eso y a más, responde Salas:

"Están teletrabajando. La pandemia demostró lo que se intuía, aunque nadie se atrevía a dar el paso: que ese modelo de teletrabajo, descentralizado, podía funcionar. Al menos en ese periodo de tiempo en el que estuvimos en casa, el país y el mundo siguió funcionando. Yo creo que el teletrabajo funciona porque, si las personas están comprometidas y hacen su trabajo, no necesitas que estén físicamente en un sitio".

"Con esto también se están consiguiendo mejoras. Los trabajadores se desplazan menos, van a tener menos gastos y van a tener más capacidad de conciliar. Las empresas tienen que ir hacia esos modelos, probablemente híbridos. Porque si tienes que hacer una sesión de innovación o una reunión relevante todavía es importante el estar cerca".

"Nosotros vimos durante todo el periodo de pandemia que la productividad no bajaba y que los servicios se seguían entregando y se seguían produciendo, por eso hemos adoptado ese modelo flexible entre poder venir a la oficina y poder estar en casa. Además, que el mercado lo demanda. Es una forma de atraer y de retener talento. Si no implementas este tipo de modelos flexibles te va a costar mucho atraer talento".

Asturias y el cambio de chip. "Hay una generación que creo que no ha cambiado el chip. Probablemente mantiene ese pensamiento de la empresa estatal, del ‘papá Estado’, el que nos da el trabajo y nos tiene que solucionar. Pero la siguiente generación, en la que me estoy incluyendo, es la de directivos de empresas punteras que están funcionando a todo tren en Asturias. Esos dijeron que con este histórico que tenemos como región alrededor de la industria podíamos empezar a hacer cosas diferentes".

"El otro gran cambio, el chip más importante que necesitábamos cambiar, es que el mercado ya no sea el mercado local sino que es el mercado nacional o internacional. Aquí mismo en el PEPA de Avilés tenemos ejemplos buenísimos de eso".

Un problema de tamaño y de sintonía. "El gran problema de Asturias es el salto a algo un poco mayor. Pasar del ‘monto mi empresa y somos yo y dos o tres personas más’ a saltar a hacer algo mayor. En Asturias hay unas 64.000 empresas y solo 2.500 tienen más de 10 trabajadores. Ahí tenemos un gap como región. Es donde no hemos sabido crecer, apostar y consolidar esas pequeñas empresas para que luego se convirtiesen en las medianas compañías que son la base que tiene Alemania o el País Vasco. Y si hablamos de empresas de más de mil empleados, creo que somos diez o quince. Un número muy pequeñito, incluyendo los grandes supermercados que tienen un volumen muy alto de personal".

"Otro de los problemas que hay en Asturias es la desconexión, el desalineamiento entre oferta y demanda. Ocurre en nuestro sector tecnológico y en el industrial también ocurre. Hay una demanda tremenda de determinados perfiles y desgraciadamente tenemos un número alto de parados que no estamos siendo capaces de reconvertir adecuadamente o de convencerlos de que tienen que reconvertirse, que eso también es importante: poner los mecanismos adecuados para que esa gente se reconvierta y no dejar a nadie atrás. Déjame poner un ejemplo por la parte que me toca. Ingeniería de Datos es un grado nuevo implantado en Gijón hace dos años. Salieron 50 plazas y se apuntaron 500. Esos cincuenta ya están todos colocados, pero tendríamos que ser capaces de formar a más. Pero la Universidad va al ritmo que va y tiene los mecanismos que tiene y tiene la capacidad que tiene. Para formar a más habría que tener más profesores, por ejemplo, y no puedes coger un profesor de Derecho, por decir algo, y convertirlo en profesor de Ingeniería de Datos. Necesitas nuevos profesores, necesitas medios y la universidad está sufriendo en eso. ¿Salen preparados? Rotundamente sí. ¿Salen los suficientes? Rotundamente no".

La nuevas tecnologías y la economía plateada. "Las nuevas herramientas tecnológicas están facilitando la comunicación. Nunca en la historia nos hemos comunicado como ahora. Pero hay otros efectos. En las redes sociales es necesario tener una visión hacia todo lo que tiene que ver con la privacidad y lo que llaman la economía de la atención. Instagram o TikTok, sobre todo TikTok, son los absolutos reyes de la capacidad de tenernos enganchados constantemente. Te estoy dando esos chutes de dopamina continuos para que estés enganchado y puedas ver toda la publicidad que a mí me interesa y puedes estar generando los ingresos que a mí me interesan. Pero para mí el gran problema que tiene toda esa parte de las redes sociales y la comunicación es la desinformación. Estamos bombardeados por tal cantidad de información que es difícil saber cuánta de esa información es desinformación. Esa información nos genera y nos ayuda cambiar de opinión y nos influye. Y eso se ha notado por ejemplo en las elecciones norteamericanas o en el Brexit".

"Uno de los problemas de esta aceleración tan brutal de la digitalización es que estamos digitalizando todo y, claro, hay gente mayor que no puede seguirlo. Se está escuchando el típico ejemplo de los bancos. Sin querer ir en contra de los bancos, de repente por las circunstancias y la competencia que hay entre ellos, y en esa búsqueda de rentabilidad, están tratando de reducir costes y nos invitan a hacerlo todo a través de la app. Pero tenemos a mucha de esa gente mayor a la que la digitalización les ha sobrepasado".

"Creo que, como sociedad, en algún momento tenemos que pensar un poco en el efecto de ese acelerón digital, y más en una región como Asturias con la edad de la población que tenemos. Una población que, por otra parte, también ofrece oportunidades, eso que llaman la ‘economía plateada’. Todos los jubilados y prejubilados jóvenes que tienen una esperanza de vida enorme. Ahí hay un área de trabajo, de negocio si quieres, y es una población que no podemos dejar atrás".