Pedro estudió ganadería y triunfó con un toro... mecánico

"Yo soy rockero; llegaban las seis de la mañana y pinchaba ‘Los Suaves’"

ASTURIANOS EN BOAL: Pedro Luis Fernández

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Pedro Luis Fernández, empresario jubilado, montó la mayor empresa de animación e hinchables infantiles de Asturias. Tiene 62 años y, además de ser un viejo rockero que se mueve en un Seat Panda, es un emprendedor con mucho olfato y raza. Estudió para técnico en explotaciones agropecuarias, pero su éxito se lo debe a un toro. A un toro mecánico.

"Yo nací en el concejo de Boal, en el pueblo de Lendiglesia. Está a 12 kilómetros de aquí, es el último pueblo de Boal que limita con Villayón. Marché a los 14 años a estudiar a Villaviciosa. Fui a hacer capataz hortofrutícola en la Pomológica. Entonces era un internado. Vino por aquí el director, que andaba buscando gente, entrevistándola, para ir a estudiar allí. Llegó a mi casa, porque mi padre tenía un pequeño comercio y preguntó: ‘¿Sabe usted de algún chaval por aquí que quiera estudiar?’. Y mi padre dijo: ‘Pues yo tengo un crío por ahí’. ¿Y dónde está? Pues anda por ahí, con una escopeta de balines y matando pájaros".

"Así que busqué a otro amigo de aquí al lado, de Sampol, y a Villaviciosa nos marchamos. Estuve un curso y cuando terminé no quería volver al pueblo. Así que le pregunté al director qué podía hacer, porque en mi casa había un bar muy pequeñín y cinco vacas y allí no veía futuro. Me mandó que fuera a ver al director de la granja escuela de Luces. Esto era sobre 1976".

"En Luces estuve interno varios años. Hasta que hice la FP2 y saqué el título de Técnico especialista en explotaciones agropecuarias. Tú mira qué largo es. No me cabe el título en el papel que tengo aquí. Técnico especialista en explotaciones agropecuarias, no te lo pierdas. Y me pregunta la gente: ‘¿Pero tú dedícaste a la ganadería?’ Y yo les digo: ‘Algo sí porque tengo un toro mecánico’".

"Pero eso del toro vino después. Primero fui a la mili, en Madrid, y cuando volví para casa fue cuando hubo este bajón tan gordo del 82, que no había trabajo en ningún sitio para nada. Y, bueno, yo era currante. Y deportista. Porque jugaba al fútbol y salía a correr. Decíanme que si estaba loco porque andaba corriendo de noche. Era para quitar el mal humor, yo qué sé. Pues me metí a trabajar de camarero, en lo que ya había trabajado antes en verano para ir sacando para vivir después en el invierno, cuando iba a estudiar; para tener cuatro duros".

"Entonces pues estaba de camarero en la discoteca de Boal, que se llamaba Benymar, porque los sueños eran Benigno y Maricruz. De aquella abrieron otra más grande, el Helenias, que había sido un cine teatro en tiempos. Y ahí estaban las dos compitiendo en un tira y afloja. Luego el dueño del Benymar, me dice: ‘Yo me voy a ir ¿te interesa coger la discoteca?’. Y yo: ‘Claro, pero no tengo dinero’. Al final fui a un banco a que me diera el dinero. A un 18,5% de intereses, no te lo pierdas. Me avalaron mis padres con lo que tenían allí de fincas y la casa y todo. Y también los que me vendieron la discoteca, que se fiaban de mí bastante y se portaron conmigo como mis segundos padres".

"Yo debía de tener 24 o 25 años. Al principio tiré solo. Luego llamé a mi hermano Miguel, que lo tenía en Alemania y estaba buscando trabajo aquí para venirse. Nos hicimos socios y a funcionar los dos ahí muchos años. Y muy bien. Mi hermano después tuvo mala suerte. Va a hacer cinco años que al hombre nada más retirarse le entró un cáncer y murió".

"Antes de morir mi hermano hubo un bajón en el pueblo de gente. El negocio empezaba a bajar. La otra discoteca, el Helenias, ya la habíamos tenido dos años alquilada para tenerla cerrada. Pero luego la compré. Una temporada abría una y otra temporada abría otra. Total, que un día traje un toro mecánico de Madrid, alquilé un toro mecánico para la discoteca. Me costó 85.000 pesetas. Fíjate tú lo que era aquello. Y el animal funcionaba muy bien. La gente encantada y todo. Así que allí estuvimos a lo último de copas y le digo al chaval: ‘Oye, deja el toro aquí que te doy un millón de pesetas por él’. Y él que no. Pues al otro día empecé buscar y a buscar para saber cuál tenía que comprar y cuál era el mejor. Dos millones de pesetas más IVA y compré un toro mecánico".

"Así que quedaba la mujer mía, Gema, en la discoteca y yo marchaba por ahí a otras discotecas de Asturias a ofrecer el toro. Para Grado, a Fonsagrada… Y la cosa empezó a funcionar. ¡Por toda Galicia! Yo qué sé la cantidad de discotecas que anduve en toda Galicia con el toro. Llegué hasta Portugal, tuve en Zamora, en León, en Santander… Esto eran los años noventa, tenía yo treinta y pico años".

"Y ahí, cuando iba a un pueblo con el toro, la gente me preguntaba si tenía también un hinchable. Pues fue entonces cuando monté Benymar Animación, que ahora somos la mayor empresa con mucha diferencia de aparatos de animación infantil en Asturias. Compré un hinchable, compré dos, compré tres… Y ahora mismo, que la empresa ya la lleva el chaval porque me estoy jubilando, habrá treinta y muchos hinchables. Hay toda clase de toboganes y de saltar, discoteca móvil, cañones de espuma…"

"Hay empresas aquí en España y en Portugal que hacen hinchables. Donde no los compramos es en China. Me dijo una vez una persona que para trabajar hay que tener buen material. Para ir de juerga puedes tener cualquier cosa, pero para trabajar lo tienes que tener bueno. Para trabajar nosotros tenemos Mercedes, aunque sean viejos. Para ir de juerga yo luego tengo un Panda".

"Ahora la discoteca, el Helenias, está funcionando muy bien. La lleva mi hijo y la abre cada dos o tres fines de semana, depende. Al llevarla el chaval ya la orientó más a lo moderno. Aparte, a él y al hermano los conocen mucho de jugar al fútbol y viene gente. Ahora es otra historia. No es como yo, que a lo mejor me pasaba dos días poniendo carteles por ahí por los pueblos. Ahora lo hacen todo por internet. Llegué a comprar hasta una imprenta de manivela para hacer los carteles cuando no me daba tiempo a hacerlos en la imprenta de Navia. Iba hasta Los Oscos, Vegadeo, Villayón y Navia a pegarlos, después de pasarme cuatro o cinco horas a manivela".

"A mí trabajar en la discoteca siempre me gustó. Porque era el que pinchaba, además. Bueno, hacía de todo. Tengo más de 10.000 discos de todas las clases. Soy aficionado a la música y rockero. Puse mucha música de discoteca aquella de los 80 y los 90, que era muy guapa, mucho más guapa que la ahora, para mi gusto. Y luego yo siempre estaba pensando: ‘Ahora, cuando lleguen la seis de la mañana y empiece con el rock and roll, cuidadín’. Ponía a ‘Los Suaves’, a Rosendo, a ‘Leño’ y a los ‘Rolling Stones’. Pa qué contarte. Eso era lo último siempre. Por el medio también había media hora de lento, con las luces negras esas típicas y todo apagado. Para arrimar el pizarro, que dicen".