Victor Guillermo García, exvicerrector de la Universidad de Oviedo. Víctor Guillermo García, ingeniero de Telecomunicaciones, fue uno de los pioneros de internet en Asturias. Tiene casa en La Espasa desde hace 25 años. Encontró en Caravia, donde está empadronado, su lugar en el mundo.

Víctor Guillermo García, de 73 años, es ingeniero en telecomunicaciones y profesor jubilado de la Universidad de Oviedo, donde fue vicerrector de redes y telecomunicación con el equipo del rector Vicente Gotor. Se declara un enamorado de la enseñanza. Estuvo en la Universidad hasta los setenta años y afirma que, si por él fuera, seguiría dando clase. Sierense de nacimiento, su otra pasión es el concejo de Caravia, donde está empadronado y tiene una segunda residencia que casi es la primera.

"Aunque mi familia procede de Luanco, nací en Lieres porque mi padre fue director de la mina durante 20 años. Siempre me gustaron los pueblos y siempre quise tener un pueblo. En Caravia lo encontré. Hago de todo: siego, podo, siego… Y tengo una huerta, que me encanta. Voy al bar y los paisanos pregúntenme por la huerta. Y yo por la de ellos. La tradición, ya sabes. El asturiano sabes que tira un poco a lo rural y nos gusta la naturaleza, porque la tenemos. Hay una naturaleza aquí que es una bendición, chico, hay que conservarla. Yo nunca fui un veraneante en Caravia, me considero de aquí. Será la fuerza del voto. Uno es de donde vota, ¿no? Yo decidí empadronarme en Caravia hace 24 o 25 años".

El cierre de las minas y la salvación. "¿Cómo llegué aquí? Siempre iba por la zona de La Isla, en Colunga. A mi mujer le decía: cuando tengamos algo de dinero compramos una casa por aquí. La parte de Caravia era mucho más barata. Metiéndonos en una hipoteca, como todo el mundo, y como aún no había autovía, todo era mucho más barato en Caravia. Estamos hablando del año 1990. Mi padre me animó a comprar, me dijo: la autopista va a pasar por la costa, es lo que está pasando en todos los países; tú compra ahí que seguro que aciertas. Y así fue, por cuatro perras compré una casina con terreno ahí en la misma playa de La Espasa. Había más como yo que veían el potencial de la zona: esto es muy guapo y triunfará. El problema que había entonces eran los vertidos en la playa de La Espasa de la mina de espato flúor, que en su día estuvo limpiando mineral durante muchos años y lo llevaba la marea. Levantaba lodo y la playa no estaba muy bien. Pero como el espato flúor entró en crisis porque México producía más y más barato, la mina cerró. Y eso fue la salvación. La gente ya se animó más a venir por aquí. Llegó a haber en Caravia unas seis minas de espato flúor, me decían los del pueblo. Yo soy muy aficionado a los minerales y tengo muchas fluoritas de la zona. Ahora no hay ninguna mina ya en el concejo. Queda una en Gobiendes, en Colunga, y otra, la mina Ana, entre Ribadesella y Caravia".

Hay vida turística más allá de La Isla. "En aquella época, el turismo terminaba en La Isla, en el concejo vecino de Colunga. Tenía Caravia pocos servicios. Para que te des cuenta de cómo era aquello, no había ni recogida de basuras, no había ni alumbrado público, aunque suene a ciencia-ficción. Fue hace treinta años. Cada uno teníamos nuestra farola para alumbrar, que pagábamos nosotros y todo lo que se hacía era con cooperación de los vecinos, que estábamos muy unidos para estas cosas. Se formó una asociación y con ella se lograron cosas muy importantes. Hicimos un proyecto para una especie de aprovechamiento de las zonas de dunas de La Espasa con la colaboración uno que era ingeniero de caminos. Aquel proyecto empezamos a moverlo por todas las administraciones y no tuvo éxito, hasta que llegó a Europa. Estamos hablando del año noventa y poco. Europa nos dio 160 millones de pesetas, que en aquella eran muchas perras. Se creó un aparcamiento muy grande en La Espasa, el que hay actualmente, y se hizo el paseo, se instaló alumbrado público, con lo cual se empezó a alumbrar también el resto de las viviendas. Empezó aquello a progresar. Ya en los años 2000 el ayuntamiento empezó a tener un poco más de dinero, porque la gente edificaba, y empezó a haber poner recogida de basuras. Pero no había depuradoras. Había una que era una cosa mínima cerca de unas cuantas viviendas. Caravia baja no tenía depuración, Caravia alta, tampoco…".

Víctor Guillermo García en la Espasa. | Julián Rus

"Aquí hay muy buena gente. El concejo tuvo suerte con el anterior alcalde socialista y también con la actual (del PP), supieron moverse y pedir dinero porque es un sitio pequeño (poco más de 500 habitantes). Fuimos progresando exponencialmente. Este ayuntamiento funciona muy bien, es pequeño, pero todo el mundo dice lo mismo. Apenas tiene deudas, funciona bien. Yo creo que hoy en día Caravia tiene casi más fuerza que La Isla. Sí, yo creo que tiene más servicios y mejores que los de La Isla. Ahora sí. Francamente, está muy bien. Prueba de ello es que la cotización de los praos subió, aquello pegó un boom. Eso es bueno para los que tienen los praos y es malo para los que pagamos el IBI, claro (risas)".

Caravia la alta, la baja y la cercana. "Antes tardabas hora y media o más, según el tráfico. Recuerdo que cuando nuestra hija era pequeñina llegaba siempre vomitando por todas las curvas de La Campa… Aquello era horrible. Y ahora, en poco más de media hora, llegas desde Oviedo. Es otro mundo. Ahora, en el momento en que tienes un poco de tiempo libre, nos decimos: vamos a tomar un café a La Espasa y a segar. Ahora puedes hacer eso. Antes, imposible".

Un contenido desarrollo urbanístico. "Se hizo una urbanización en Caravia Baja. Una urbanización bien hecha, que respeta un poco la tipología de la zona, que se vendió muy bien y con mucho éxito. Luego también en Caravia Alta. La suerte es que todo son viviendas unifamiliares, no se hizo ninguna barbaridad como se hizo en La Isla. Ves la costa de Caravia y es una maravilla. Pasa toda la ruta del camino de Santiago al lado de la playa".

"Hubo un plan urbanístico que no triunfó porque no estaba bien hecho. No sé si lo debo decir, pero unos cuantos vecinos, casi la mitad de los vecinos, hicimos un escrito y lo presentamos a la CUOTA (Comisión de Urbanismo y Ordención del Territorio) y lo paró rápidamente porque teníamos razón. (La CUOTA aprobó en 2009 el plan vigente que rebajaba en 600 viviendas las pretensiones originales del ayuntamiento). Gracias a eso se paró y, ahora, lo que se está edificando es poco a poco y con orden. La sociedad civil se movió, como ocurrió en el caso del proyecto para la playa, y paró aquel plan urbanístico, que no es que fuera mala idea paro era desproporcionado para Caravia. Tras la crisis de 2008, hubo unos años en que la construcción estuvo parada, porque estaba parada en todo el país. Pero ahora volvió el boom y todas las parcelas, por lo menos las que están cerca de mi casa, ya están vendidas y con precios caros que los de aquí no podemos pagar. Pero los de Madrid tienen perras, sí (risas)".

"Date cuenta de que Caravia, la mitad del territorio, está en el Paisaje Protegido de la Sierra del Sueve y eso es una maravilla. Te llega hasta la carretera general la zona protegida. Esa fue a otra gran suerte que hubo, ahí no se puede edificar nada. Y si se edifica al lado de la costa es con viviendas unifamiliares o pareados".

Vitamina económica industrial. "El polígono industrial de Carrales va muy bien. La gente no creía mucho en él, pero triunfó. Hubo unas cuentas empresas que se instalaron allí y ahora prácticamente está lleno. Bueno, creo que sólo queda una parcela por ocupar. No rompe con el entorno, no hay ninguna industria contaminante. Hay una panadería, una carpintería industrial, dos pequeñas constructoras, una empresa de conservas… Son gente de la zona que dio puestos de trabajo y movimiento".

Rebote demográfico. "Gracias a la autovía el pueblo no se despobló. Muchísima gente había marchado a trabajar y aunque, alguno volvió después de jubilado, la gente se hacía mayor en todos los pueblos y el censo disminuyó mucho. Pero vino nueva gente. Me dijo la alcaldesa que con esto de la pandemia 25 familias se dieron de alta en el concejo. No está mal para un concejo de 500 habitantes. Caravia va a más. Mucha gente me pregunta: yo quiero instalarme por la costa ¿cómo está eso? Y constantemente hago propagada de Caravia porque lo merece y va adelante".

Digitalizar toda Asturias por lo que cuesta 1 km de autovía

La fibra llega ya la casa que Victor Guillermo García tiene en La Espasa. Este ingeniero de Telecomunicaciones sabe bien lo importante que es hoy en día conseguir un territorio plenamente conectado a Internet. Hace falta más voluntad política. "Recuerdo que, medio obligado, tuve que ir a hablar con los miembros del parlamento regional porque querían saber qué opinaba la Universidad de esto y cuánto podía costar. Al final les dije: por lo que vale un kilómetro de autopista, que de aquella eran mil millones de pesetas, lleváis Internet absolutamente a todos los pueblos de Asturias. Estábamos hablando el año dos mil y poco. Eso no es inversión. Eso no es nada. Les decía: el problema que tenéis es que no os decidís... Como os suena todo tan raro… Y no se decidieron. Hubo pruebas en las villas y pueblos grandes, pero en los pueblos donde había diez vecinos, ahí se quedaron. Pero técnicamente está resuelto, hay muchas soluciones para llevar la conexión".

El hombre que envió el primer correo electrónico de Asturias

Víctor Guillermo García fue uno de los pioneros de internet en Asturias junto con su compañero en la Universidad de Oviedo José Antonio Corrales. Colaboró con empresas como Telecable en distintos proyectos. "Empecé a colaborar con ellos en 1994 y a convencerles de que eso que llamaban internet iba a darles dinero. Y no me lo creían, aunque después de un año sí que lo creyeron". También colaboró con LA NUEVA ESPAÑA en los inicios de su edición digital. "Empezamos en esa locura que era emitir vídeo por la red. Nos decían que eso era muy complicado y que no tenía futuro". En aquellos momentos, "no veíamos la importancia que iba a adquirir. Nunca fui visionario".

García es el primer asturiano que envió un correo electrónico. "Yo pensaba que eso iba a triunfar porque era barato. Para hablar con alguien de Madrid en aquella época descolgar el teléfono era casi un euro y luego te cobraban por tiempo. El correo electrónico, por cinco pesetas lo hacías. Me parecía que aquello iba a triunfar, pero nunca pensé que llegaríamos a esta situación. Y cuando lo contabas te encontrabas con la incredulidad de los compañeros, que te decían: no hombre no, eso no va a funcionar porque a los españoles lo que nos gusta es hablar… No hombre, no, hay que hablar, nos decían".

El primer email lo envié en 1989 a otro ingeniero de Telefónica en Madrid, Iñaki. Pregunté a Telefónica, la única empresa de telefonía en aquel momento, si había alguna empresa en Asturias con correo electrónico, me contestaron que no pero que Duro Felguera se iba a dar de alta. Iñaki y yo nos intercambiamos correos electrónicos para comprobar si un computador de la Escuela de Informática estaba bien conectado a la red de datos de Telefónica que se llamaba X.25.: "Hola, Iñaki, ¿qué tal?" La respuesta: "Bien y funciona”.