Colunga es una excepción en el Oriente costero. Y no para bien, si atendemos exclusivamente a sus datos demográficos. Parece que en este municipio cargado de encantos turísticos (Lastres, el Sueve, el Museo del Jurásico o sus playas) ha quedado difuminado el efecto de la Autovía del Cantábrico a la hora de frenar la caída poblacional. Su vecino grande, Villaviciosa, ha ganado población, lo mismo que Llanes, desde que entró el siglo XXI. En Ribadesella y Ribadedeva la pérdida durante estas décadas está contenida entre el 5% y el 8%. Incluso en Caravia, el vecino pequeño, el retroceso ha sido menor que en Colunga, que ha perdido en las dos últimas décadas casi el 24% de su población. Quizá el censo no esté reflejando la realidad de un municipio de 3.200 habitantes que "engorda" considerablemente en épocas estivales gracias a mucha segunda residencia -y primera para quienes acudieron a refugiarse allí durante la pandemia- y su tirón como destino vacacional no haya fraguado aún a la hora de consolidar la población sobre el territorio.