Ana Belén protege las abejas en Ibias y a los elefantes y leones en Tanzania
"En Ibias estamos empezando con el proyecto de apicultura: queríamos producir miel y nos gustaría contribuir también a la conservación y a la regeneración, reforestando los alrededores", afirma la arquitecta mexicana, de ascendencia asturiana

Ana Belén Alonso y su pareja, Íñigo Martínez, en Tanzania. / Texto: Eduardo Lagar
Ana Belén Alonso, arquitecta y organizadora de safaris fotográficos solidarios en Tanzania. De 34 años, arquitecta nacida en Puebla (México) de familia asturiana, vive la mitad del año en el pueblo ibiense de Centenales, donde, junto a su pareja, el vasco Íñigo Martínez, va a desarrollar un proyecto de apicultura y de regeneración forestal. El resto del tiempo viven y trabajan en Tanzania. Allí tienen una asociación de safaris fotográficos enfocados a la conservación y desarrollan también distintas iniciativas de protección de la fauna y del entorno natural.
(Conversación telefónica Oviedo–Tanzania, vía Whatsapp. La entrevistada habla desde Enduimet, una reserva natural del norte del país tanzano habitada por los masais. En esta zona está el corredor migratorio de los elefantes de West Kilimanjaro. De fondo parece que se escucha un gallo cantar de vez en cuando)
"Yo soy de México, nací en Puebla. Íñigo Martínez, mi pareja, es del País Vasco. Nos conocimos aquí en Tanzania. Yo vine hace seis años, en 2017. Íñigo lleva aquí desde hace once años. Yo soy arquitecta. Siempre había querido venir a África, toda mi vida. Quería pasar aquí un tiempo largo. Encontré una vacante en un despacho belga de arquitectura ecológica, me postulé y me cogieron. El contrato era por un año. Luego conocí a Íñigo y me quedé. Él, cuando estaba viviendo en el País Vasco, era fontanero. Y le pasó lo mismo que a mí: tenía claro que quería venir a Tanzania a hacer un safari y a subir el Kilimanjaro. Vino primero a trabajar a una ONG y estuvo unos meses, pero ni hizo el safari ni subió al Kilimanjaro. Cuando regresó a Bilbao habló con su jefe y le dijo: ‘Dejo el trabajo y me voy’. Y se vino para Tanzania. Estuvo trabajando en la ONG y después, poco a poco, juntos, desarrollamos un nuevo proyecto de conservación, con safaris fotográficos solidarios.
–Y ahora cuénteme cómo acabaron ustedes comprándose una casa en Centenales, en Ibias, y viviendo allí la mitad del año.
–¿Cómo terminamos viviendo en Ibias? Es una historia larga… Nosotros empezamos un proyecto de conservación en una reserva cerca de las faldas del Kilimanjaro, que hace frontera con Kenia. Es una zona en la que viven masais. Y así como en Asturias hay conflicto con el oso y con el lobo, pues los masais también tienen ganado y conflictos con muchos más animales. Con leones, leopardos, hienas, elefantes, etcétera. Entonces empezamos un proyecto de conservación para educar a la gente y enseñar cómo se puede convivir con la fauna sin que afecte a unos ni a otros.
"Esta zona es uno de los últimos corredores migratorios de elefantes que quedan. Los elefantes van buscando agua y regresan a los mismos sitios donde ya la habían encontrado. El problema es que la globalización llegó a Tanzania hace poco, ocho años como mucho. Y en los últimos seis todo ha cambiado un montón. Antes, los masais tenían una relación súper buena con la fauna silvestre. Ellos solamente se alimentaban de su ganado, no comían nada de vegetales. Solo carne, leche y sangre. De hecho, por religión también. Pero con la globalización esto ha cambiado y ellos han empezado a cultivar. Aunque no tienen ni idea de cultivos, y casi siempre se mueren todos los que intentan, obviamente los ponen cerca de los pasos de agua, que es justo en este corredor migratorio de los elefantes. Entonces los elefantes se meten, destruyen los cultivos y los masais toman represalias y van a matar a los elefantes. Más o menos lo mismo que pasa en Asturias con los lobos".
"Uno de los proyectos que nosotros queríamos desarrollar era crear una barrera natural para que los elefantes no se salgan de esos corredores y no entren a los cultivos. Y eso queríamos hacerlo con abejas. Es una forma súper sencilla, es un proyecto redondo: al mismo tiempo polinizas, produces miel y puedes generar economía para las mujeres masais. Pero nosotros no teníamos ni idea de apicultura. Un amigo del País Vasco nos dijo: ‘Pues vénganse y yo les enseño un poco ahora, que va a ser la cosecha de miel’. Nos fuimos para España. Era en medio de la pandemia y cuando llegamos, volvieron a cerrar, no podíamos regresar. Como en Tanzania tampoco podíamos continuar, porque dependíamos mucho del turismo y no había turistas, nos quedamos en España".
"Entonces empezamos a plantearnos comenzar un proyecto en España. Porque, al final, España es casa, es seguro. Por cierto, no le dije que mi familia es asturiana. De Llanera. Emigraron a México. Poco después de la Guerra Civil mi abuelo se fue. Tenía 14 años. En México, empezó con otros niños de su edad a trabajar en una fábrica de azúcar. Después compró un camión y acabó montando una empresa de transportes. Se casó con mi abuela en México, tuvieron cuatro hijos. Uno de ellos es mi madre. Iban a Asturias a visitar a la familia y en Asturias mi madre conoció a mi padre, que era el de la casa vecina. Pero mi madre, obviamente, se volvió a México y se hicieron novios por carta. Luego mi padre fue a México a casarse con ella y se quedó a vivir allí. Los dos viven ahora en México".
"Bueno, como estábamos en España, nos dijimos: pues vamos a montar un proyecto. Sabíamos que tenía que ser por el norte, no sabíamos si el País Vasco o Asturias. Lo que también sabíamos es que queríamos un lugar que tuviera mucha naturaleza, algo parecido a Tanzania. No en el sentido del mismo ecosistema, sino de la naturaleza que hay. Estuvimos recorriendo Asturias en coche, buscando lugares que fueran buenos también para la miel. Porque luego esa fue otra: nos gustó tanto la apicultura que decidimos empezar un proyecto con abejas. Pues, nada, así fue como dimos con el pueblo de Centenales, en Ibias. Nos encantó. Era un pueblo alejado que, además, estaba cerca de la Reserva de Muniellos. Para nosotros era lo ideal".
"Llevamos en Centenales dos años. Pasamos el verano en Tanzania y los meses de febrero y marzo. Y el resto del año estamos en Ibias. A veces vamos también a Llanera, donde está mi familia. En Ibias arreglamos la casa y estamos empezando con el proyecto de apicultura. Queríamos producir miel y nos gustaría contribuir también a la conservación y a la regeneración, reforestando los alrededores".
"Los safaris fotográficos que organizamos en Tanzania son solidarios: siempre con el objetivo de conservación, buscando siempre el menor impacto en la naturaleza. En la reserva donde estamos contribuimos a la protección de los leones porque sin turismo no habría retribución económica para pagar a los rangers (guardabosques) en una zona donde hay mucho furtivismo".
"Otro de los proyectos en los que estamos consiste en enseñar a los masais a construir casas a partir de tierra y que tengan el mismo confort térmico de una casa globalizada, digamos, una casa como las que conocemos nosotros. Como le dije antes, la globalización lo está cambiando todo aquí. También la forma de construcción de las casas de los masais está cambiando. Antes no tenían ningún impacto y estaban todas mimetizadas con el entorno. Todas eran de barro y techo de paja. Pero ahora la globalización dicta que si no tienes una casa hecha de cemento y de techo de lámina, eso significa que eres pobre. Y lo que hacen son casas que son hornos. La globalización ha supuesto un brinco muy grande. En España hubo una transición pero aquí es como pasar, de un día para otro, de los años cuarenta a los años dos mil. De no tener teléfono a tener un ‘smartphone’ y un bombardeo de redes sociales".
–Supongo que sus padres estarán sorprendidos de que usted haya regresado a vivir a Asturias.
–En realidad, la que más alucina soy yo. Antes, cuando hacía algún viaje, siempre aprovechaba para pasar por España y parar en Asturias a visitar a la familia. Y una vez me dije: ‘Creo que va a ser la última vez, hay mucho mundo donde estar antes de volver acá’. Y, bueno, mira la vida con que me regresó: ‘Toma, te vas a vivir a Ibias’. Mis padres, felices. Es regresar a los orígenes. Mi madre a veces se queja de que estamos muy lejos. Una de mis hermanas vive en el País Vasco, yo estoy parte del año en Tanzania y otra hermana vive en Tailandia. Y yo le digo: ‘Eso pasa cuando eres una familia migrante, que no tienes apego a ningún lugar y al final eres de todos los lados’".
Ibias, un concejo referente en el ámbito rural nacional
