Ceferino Fernández, sacerdote, hijo adoptivo de Illas. Nació en Fuejo, Grado, en 1941. Fue cura en Illas desde 2008 hasta este año. En los setenta, vivió en las chabolas del sur de Madrid. Allí adoptó a cuatro niños que se habían quedado sin padre ni madre, muertos en trágicas circunstancias. Hoy tiene siete nietos y nueve bisnietos.

Ceferino Fernández dice que el covid le ha restado lucidez. Pese a ello, a que se mueve con dificultad y a una sordera acusada que entorpece la conversación, va desgranando con chispas de humor su vida. En las paredes de su habitación de la Casa Sacerdotal de Oviedo, cuelgan fotografías y hay portafotos en las estanterías. No es decoración. Son estaciones de un viaje vital.

"Estas son las personas más queridas, las que me acompañaron toda la vida. Me acompañaron en Madrid, en las chabolas y en todas partes... Este es Falín, el jugador del Oviedo; es el que me pagó la carrera en el Seminario, toda la carrera, tengo más fotografías por ahí".

(Es Rafael García Martínez, centrocampista trubieco fallecido en 1990, jugador del Real Oviedo entre 1947 y 1958 y, posteriormente, hasta 1960, en el Real Madrid).

"Falín se enteró por Pepe Iglesias (el sacerdote conocido como "Pepe el Comunista", fallecido en 2018, a los 97 años, y gran pilar de la pastoral social de la Iglesia asturiana) de que mis padres tenían que pagar el primer trimestre de los estudios del Seminario en Covadonga y no tenían dinero, y lo pagó él, toda la carrera me la pagó él".

(Ceferino hace una pausa, saca un pequeño estuche).

"Espera, que me pongo los audífonos para hablar y así estoy un poco más católico. Yo nací accidentalmente en Fuejo, que es del concejo de Grado. Fue en los famosos y gloriosos tiempos, para algunos. Del hambre, para otros. Mira, ahí tienes alguna fotografía de cuando era niño. Como ves, estoy de estrena. Aunque jugaríamos ahí algo al fútbol y las alpargatas estaban un poco manchadas. Íbamos a la fiesta de Valduno. Comías el arroz con pollo y el arroz con leche y después, cada vez que escuchaba desde la fiesta tocar ‘Cada vez que el viento pasa se lleva una flor’, yo lloraba. No sé por qué. Si porque había comido pollo con arroz o porque tenía que esperar otro año para comerlo".

"Mi padre era obrero de la Fábrica de Armas de Oviedo. Tuvimos la suerte de que nos concedieron una casina en Guillén Lafuerza, un sitio que yo quiero muchísimo. Éramos los últimos para los señores de Oviedo. Pero se olvidaban de que, aunque los fuéramos los últimos para los que venían de Madrid, éramos los primeros para los que venían de Gijón. ¡Qué crimen que hicieron al construir la carretera (la autopista "Y") por en medio del barrio! Hubo gente incluso que murió de disgusto al quitarles la casita aquella. ¡Ay, aquella miseria! Allí hubo mucha gente maravillosa y todos los motes eran de comida: estaban los Fréjoles, los Patatos... Pero, claro, no contamos nada, había verdaderos héroes, gente maravillosa. El padre beato Juan Alonso, que nació en Cuérigo y que fue mártir en Guatemala (los militares asesinaron en 1981 a este misionero del Sagrado Corazón), también vivió muchos años con nosotros. Merecería un monumento. Es tan triste que no lo tenga... ¡Y que lo tenga La Pixarra, que a mí me quería mucho, pero solo sabía decir tacos y darle paraguazos a los árbitros...!".

Ceferino Fernández, con una foto de sus hijos, nietos y bisnietos. Julián Rus

"En 1973 me fui a Madrid como un Quijote, me lancé. Pero fue la mejor lotería que tuve porque muchas veces andamos buscando por ahí la verdad, aunque sea por la Universidad, cuando es la verdad la que nos busca. Me encontré con gente maravillosa. Tanto con los jesuitas, con los que estudié Teología, como después en la Autónoma, donde estudié Psicología. Pero después andaba a aventuras. Estaba haciendo meditación y también hice psicoterapia con Portuondo, un psiquiatra famoso (la plataforma Filmin estrenó en 2021 su primera serie original dedicada a él y titulada "Doctor Portuondo"). Un día me recibió en su despacho. Entro y me extraño porque veo que por las paredes eran todo pipas. Después ya me explicó él que tenían un sentido fálico".

"En Madrid viví primero con los jesuitas y después me lancé a las cercanías porque había muchos que ayudaban al padre Llanos (jesuita, paradigma de los llamados "curas obreros" españoles). Estuve en los poblados chabolistas, en Cerro Castañar, en el Pozo del Huevo, en Arroyo Butarque y por ahí… Estuve unos años y fui muy feliz, muy feliz. Pero aquello era otro mundo. Era sobre el año 1981-82. Allí, en Arroyo Butarque y en Cerro Castañar, Saura rodó la película "Deprisa, deprisa", a la que nunca encontré sentido. La rodaron varios de allí. Entre los protagonistas principales había un chico, Valdelomar, muy conocido mío, casi vecino, que terminó atracando un banco en Chamberí y muerto del sida en la cárcel, pobre. La droga deshizo a montones de chavales".

"Había gente muy buena. Pero era un mundo muy especial, había que vivir allí. Mira, un día me adoraban, era más que un dios, y al otro día me ofrecían igual más hostias a mí en un minuto que las que yo daba en dos años. Yo no tenía parroquia. Era un garaje de coches. Quitábamos el coche y decíamos misa. Y subíamos al poste para enchufar allí y para tener luz".

"Conocí a un matrimonio que los dos eran medio ciegos y una mula. Andaban al cartón, eran conocidos por todo Carabanchel y por la plaza Elíptica. Llegué un día a su casa y estaban a la mesa, comiendo con ellos, un montón de ratas. Cuando murió la mula ellos duraron ocho días. Muchos andaban al cartón y había mucha prostitución. Y había gente conocida que iba por allí, homosexuales ocultos que eran muy famosos".

"Algunos chavales consiguieron salir adelante. Conocí a un chico que se prostituía a los 11 años para ayudar a la madre. No era homosexual, sabía por qué lo que hacía. Hoy tiene una empresa de muebles, no te voy a decir la zona de Madrid, y viene a verme. De todos, los más nobles eran los carteristas. Para ellos robar era un arte. Conocí a uno, con el que tenía mucha confianza, y ese señor a los 7 años ya andaba en Atocha subiendo los hombres a casa de las mujeres a los pisos. Y les robaba la cartera mientras los otros estaban con ellas entretenidos. ¡A los 7 años!".

"Viví sobre todo en el Cerro Castañar, fue donde más paré. Estuve dos o tres años. Luego vinieron los chiquillos: Pablo, Loli, Carlos y Raúl. Sus padres murieron y ellos vinieron conmigo. Ahora tengo siete nietos y nueve bisnietos. No sé si es que me gustan los problemas o es que Dios mucho me aguanta, pero salimos adelante. Lo pasábamos muy bien, home. Estaban todo el día cantando y bailando, les gustaba bailar y cantar. No hay mayor riqueza que la pobreza. A veces, a veces, ¿eh?".

"Los llevé conmigo y ahora me quieren y vienen a verme. Mi existencia ahora es una lectura agradecida y constante de todo lo que Dios nos ha regalado. La razón por la que hemos llegado hasta aquí es insondable, pero hoy puedo decir que soy el que soy porque ellos existen".

"En Illas estuve catorce años de cura, un pueblo tranquilo y, sobre todo, la gente. Es un paraíso humano. Hoy anda la gente buscando la meditación, el mindfulness, pero eso de ir a la tranquilidad por la tranquilidad, no sé. La meditación debe llevarnos a la caridad, a la actividad sociopolítica, claro. Yo eché mucho contra los cu... Nada, no dije nada. Pero nunca me arrepentí de haber sido cura. Yo soy a mi aire, hago lo que puedo, nada más. Quisiera morir soñando en el final de tanta tragedia humana".