Aarón Zapico Braña, músico. Nació en Langreo en 1978 y vive en Sama con su mujer y sus dos hijas. Es clavecinista y director de orquesta. Con sus hermanos, Pablo y Daniel, creó "Forma Antiqva", un conjunto musical de referencia nacional en la interpretación del repertorio musical de los siglos XVII y XVIII
«Nací en 1976, me crié y vivo en Sama de Langreo, de donde es toda mi familia. Así que los años ochenta los viví aquí en todo su esplendor. Tengo dos recuerdos básicos y además muy relacionados. El primero era el de rezar, literalmente, para que no lloviese. Como ahora ya no llueve, ése es un concepto que mis hijas no entienden: eso de estar pensado toda la mañana en que no llueva por la tarde –o toda la semana esperando que no lloviera el fin de semana– para poder salir a la calle a jugar al fútbol. Porque ahí viene el otro recuerdo: la otra pata del de mi infancia es el fútbol. Jugar en la plaza del Ayuntamiento a hasta que tuviéramos que marchar a casa. Iba a clase particular de música al lado del Ayuntamiento y antes de clase, si había acabado los deberes, y después de clases, si no tenía nada más, jugaba al fútbol. Lo único que podía estropearlo todo era la era la maldita lluvia».
«Mis hijas ya no lo entienden porque ni queda lluvia ni tampoco quedan niños para salir a jugar al fútbol o a jugar en la calle. De hecho, en la plaza del Ayuntamiento está prohibido jugar a la pelota. En la mayoría de las plazas de Sama no puedes ni jugar. Es algo que parece propio de otro siglo, eso de jugar en la calle».
«Aquella de la plaza del Ayuntamiento era una cosa tremenda. Había dos o tres partidos de fútbol simultáneamente. Los guajes merendando, las madres en los bancos… Era una plaza, digamos, antigua. No como la que tenemos ahora, moderna pero completamente inservible, llena de escalones. Y hay una estatua de una madreña del futuro. Aquí antes había unos bancos y unos árboles. Los críos iban a jugar a todo meter, los balones volaban y allí nadie se quejaba».
«Era aquella Sama en la que había gente y había tiendas. El otro día me fijé en otra tienda cerrada en la calle Dorado, otra persiana echada, otro bajo acumulando polvo y suciedad. El contraste es tremendo. Pero es que en Sama somos campeones en una cosa, en el desapego que tenemos. Sama es un ejemplo muy paradigmático de eso porque, dentro del concejo de Langreo, la gente de La Felguera es de La Felguera y no la mueves de La Felguera. Los de Sama vamos a La Felguera, a Ciaño, a El Entrego, a Laviana… A Sama parez que la evitamos».
Aprender a quererse
«Algo que con los años me voy dando cuenta que es que a los asturianos no nos enseñaron a querer a Asturias. Lo veo con amigos que tengo de otras comunidades, sobre todo en los vascos. Nadie nos enseñó a querer a nuestra propia comunidad, no nos explicaron qué es y qué puede ser Asturias. Sí nos explicaron que fue. Todo el mundo tiene claro la crisis de la minería, todo el mundo conoce ese periodo nuestro de la historia. Pero, coño, no nos enseñan lo que es ahora mismo Asturias y, sobre todo, lo que puede llegar a ser. Hay como desapego. Y a mí me duele mucho. Yo lo viví en primera persona. Hasta los treinta y cinco años no me interesé por Sama. Salía por La Felguera o iba a comer una ventresca de bonito a Luanco y a los treinta y tantos descubro, te pongo el ejemplo concreto, que en una sidrería a dos pasos de casa, ponen una de las mejores ventrescas de Asturias».
Otra perspectiva
«También la pandemia te hizo coger perspectiva de ciertas cosas. Durante la pandemia empecé a caminar, dejé de fumar y empecé a correr. Empecé a subir al Carbayu andando, que sólo había ido en coche y en les fiestes. Empece a crestear por ahí. Empiezas a caminar y dices, coño, pero esto es maravilloso. Vives en un valle que es alucinante. Empecé a hacer a carreras de montaña y empecé a conocer. Es que vivíamos ahí empozaos, estudiando una historia exhaustivamente y nadie nos enseñó a mirar el valle desde otra perspectiva. Muchas veces, a los críos, nos empeñamos en enseñarles muchas cosas de fuera y lo nuestro queda completamente descuidado. Yo creo que hay un problema autoestima muy grande y muy profundo».
«Y también aquí los que nos gobernaron durante décadas, el único tema que tenían sobre la mesa estaba relacionado única y exclusivamente con la minería. No había más allá de la minería. Y yo digo: vamos a superar ya eso, vamos a utilizar los pozos mineros, nuestra arqueología industrial, para otras cosas. Vamos a darle una vuelta, vamos a cambiar el paisaje y vamos a barrer las calles de esta ceniza que hay, de este polvo, de esta grisura que hay. Creo que faltan gestores con imaginación. ¡Faltan Rodrigos Cuevas, coño!»
«Yo tengo un proyecto cultural para el ecomuseo minero del pozo San Luis, un festival donde haya donde desde batallas de gallos de rap hasta conciertos en la galería. Hay que darle una vuelta a todo esto con imaginación y copiando lo que se está haciendo en otros sitios que aprovechan zonas industriales. Tenemos un montón de contenedores, de espacios alucinantes, que hay que llenar y hay que darles vida».
Pasar la bayeta
«Estamos viendo que en Sama de Langreo están adornando con grafittis paredes vistas y ahí se ve la conciencia de lo primero que tenemos que hacer es que la gente esté a gusto donde vivimos. Darle un poco de relumbrón estético a donde estamos. Para mí es fundamental una reconversión urbanística como fue en su momento el saneamiento de todo el cauce del Nalón. No hace falta inventar nada. ¿Qué pasó con Bilbao? Le pasaron la bayeta. Es verdad que allí fue el Guggenheim, pero aquí tenemos cosas muy potentes, elementos arquitectónicos y elementos industriales que son unos escenarios brutales para convertirnos en referentes».
«Y luego hay una cosa muy importante aquí en la cuenca. Yo no hago nada más que recalcarlo a los políticos. No podemos ser Oviedo en el sentido de traer grandes orquestas, o con toda esa pompa y circunstancia de la Fundación Princesa, pero tenemos un movimiento social que nos da una identidad. Ahí bulle algo, podermo ser referentes en una el cultura inclusiva, transversal, para todos, sin distinción de estamento económico, clase social, racial...».
Quedarse es comprometerse
«De mis compañeros de clase no sé si vive alguno aquí. Los que lo trabajaron de una manera concienzuda para salir adelante, están todos fuera. Yo volví por dos razones. Una es egoísta: a mí me gusta esto, toda la parafernalia que envuelve las Cuencas, toda la parafernalia que envuelve Asturias, estoy muy a gusto por muchas razones. Me gusta de vivir aquí y me gusta el concepto de ciudadanía de barrio, de saludar a todos. Ese trato es el que nos vuelve humanos. Yo sé que si mis hijas se pierden, que ya pasó cuando eran pequeñas, me las van a traer a casa. Pero también volví por otra razón: si nos vamos todos, ¿qué hacemos? ¿Cerramos al salir? Mi mujer también está trabajando en el colegio de Turiellos en La Felguera peleándose cada año, intentando salvarlo. Si toda la gente que podemos intentar aportar uno, dos, tres, cuatro puntos positivos a la sociedad donde nacimos y donde nos criamos no vamos, ¿pues quién levanta cabeza entonces? Yo puedo desarrollar mi trabajo desde aquí. Tardo un día más en llegar a los sitios, pero me interesa. Y ojalá que haya alguien que se aproveche de mí, en el buen sentido, y me exprima».
Atraer gente,
pensar a largo plazo
«Es una pescadilla que se muerde la cola. Dicen: es que aquí no hay nada y al no haber nada la gente de va yendo. Lo que tiene que haber es una política para que la gente quiera venir a vivir aquí, ver cómo atraemos a la gente. Y eso se estudia. Esos son políticas a medio y largo plazo. Aunque también te digo que el término ‘a medio y largo plazo’ ya es una especie de anacronismo. Eso ya no existe. Hoy todo se mueve en la inmediatez».
«Tenemos que atraer a gente aquí y ver que les falta para que se queden. Aquí tenemos zonas peatonales, zonas verdes, colegios buenos, acceso a Oviedo en pocos minutos, tenemos muchas cosas. Vamos a analizar qué es lo que falta aquí y vamos a preguntar por qué la gente no viene aquí y una vez que se sepa las causas pues trabajar para revertir eso. Yo creo que tenemos todos, absolutamente todos los elementos. Es un concejo muy bien comunicado, puedes tener incluso por aquí por los alrededores casas con terrenín que están muy bien. El problema es que creo que las Cuencas tienen una etiqueta muy peyorativa y, entonces, ya no entran ni en la ecuación».
Contra la apatía
«Apatía para mí es la palabra. Hay mucha gente que no tiene nada que hacer, ni curiosidad por hacer nada. Y esa gente, por ejemplo, podría ser un voluntariado fantástico para cualquier tipo de actividad. Prejubilados de cincuenta a setenta años que están bien de salud, que están con ganas de hacer cosas y que los ves dando vueltas de Sama a El Entrego. Tengo amigos que caminan 17 km diarios porque no tienen otra puñetera cosa que hacer, con perdón. Esa gente es un combustible que alucinas. En el festival Internacional de Música y Danza de Granada, es uno de los más importantes de Europa, el 80% del voluntariado es esta gente a la que le pones un polo con el logo de su Granada y se sienten importantes, se sienten válidos para la sociedad. Creo que falta mucha osadía, mucha imaginación, falta gente con ganas que acceda a los cargos o que la gente de los cargos acceda a esa gente con ganas y poner esto a vivir. Yo me niego a esa actitud de derrota. Tenemos que lucharlo. Llevo ofreciéndome a las corporaciones desde que volví hace casi veinte años y no hay tutía no hay manera ni queriendo. Ni a izquierda, a derecha, ni al centro».
Lluvia de pasta
«En la época de la reconversión los chavales de nuestra edad, no éramos muy conscientes, nos pilló a todos un poco mirando para otro lado. Tengo sensaciones. Y la sensación era que sobrevolaba mucho dinero. Pasaba algo raro con el dinero. Los padres se retiraban mucho dinero, había unas promesas cursos en Inglaterra para todo el mundo, centros que se iban van a construir.... Luego yo desaparecí unos años y al volver era como si los cables no hubieran estado bien conectados. Porque había llovido mucho dinero pero yo el verde no lo veía por ningún lado. Había una parte por ahí en medio que se perdió».
«Y luego, otra cosa, cuando vuelves parece que le debes tú a la minería todo lo que eres. Ojo, respeto total con la minería pero que, por favor, que no nos estrangule. No podemos estar permanentemente devolviendo el balón a nuestra área. La minería fue y pasó, tenemos ahí unos beneficios de unos escenarios muy interesantes. Pero a otra cosa. Toca ya otra cosa.
«La melancolía es una figura retórica que se utilizaba mucho en el Barroco. Henri Purcell es un maestro de la melancolía y los compositores ingleses, con esta cosa de la isla, hay toda una filosofía en torno a ellos. Pues, mira, una de las figuras retóricas más importantes de la melancolía es la que se llama ‘circulatio’, que es la que estar en un círculo permanentemente, no salir de ese círculo. Y eso en la música se representa de una manera muy clara, con esas notas que van y vuelven. La melancolías es no avanzar, estar permanentemente con la cabeza gacha. Aquí suena una circulatio minera, una melancolía del carbón, de hollín, de la ceniza, de todo esto. Parece que levantar la cabeza como negar nuestro pasado, yo creo que hay un poco de eso también. Nadie niega la minería no vamos a renunciar absolutamente a nada, pero necesitamos pasar página. Necesitas decir: hasta aquí».