Lucía y la lucha de Pénjamo contra el deterioro social en las barriadas mineras

"Llegamos a tener miedo a bajar todos los días a comprar el pan"

ASTURIANOS EN LANGREO: Lucía Hernández

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

María Lucía Hernández Silgado, alcaldesa de barrio de Pénjamo. Tiene 45 años y desde 2020 es la alcaldesa de barrio de Pénjamo, la barriada de La Felguera que se levantó y comenzó a hacer patrullas ciudadanas para hacer frente a varias familias «conflictivas», algunas vinculadas con las drogas, que habían tomado el barrio atraídas por unos alquileres muy bajos. Pénjamo encarna la lucha contra la degradación social que se vive en algunas barriadas obreras construidas en las Cuencas en la época del esplendor industrial.

"Yo nací en Oviedo, pero mis abuelos, Alejandro y Lucía, vinieron de Extremadura a trabajar a la mina a Asturias. Después se dedicaron toda la vida a la venta ambulante. Tenían aceitunas encurtidas y melones y sandías. Vendían toreras, banderillas, pepinos rellenos de anchoa, berenjenas, altramuces… Todo lo hacíamos nosotros en casa".

"Mi padre fue soldador y mi madre fue frutera, también en el mercado. Yo me ponía con ella en el puesto con cinco añitos. Mis padres se separaron cuando yo era muy pequeña. Mi madre, Mercedes, que ya está jubilada, fue una campeona y una luchadora. Después de tener el puesto de fruta, entró en una pastelería muy mítica de La Felguera, Pinchaburros, entraba a las siete de la mañana y salía a las ocho de la tarde. Sacó a sus hijos adelante ella sola. De mi padre éramos tres hermanos y de su actual pareja, Miguel Ángel, que lo conoció después de la separación y que para mí es mi padre, tenemos un hermano más".

"Yo crieme en Villa y después fuimos al pueblo de mis abuelos en Sama, El Ponticu. Estuve ayudando a mi madre con mis hermanos y después me puse a sacar el bachiller. Luego, cuando trabajaba en el Ayuntamiento, tuve un accidente muy grave. Me atropelló un coche y estuve en coma. Fue una rehabilitación dura. A veces hace falta, como digo yo, tener coraje y querer tirar, porque si no…"

"Me atropellaron cuando tenía 25 años. El accidente fue donde la Venta del Pino. Ahí había un paso de peatones. Yo iba a cruzar para ir a mi trabajo a Valnalón a las 7:30 de la mañana y resultó que un compañero de trabajo no me vio y me llevó por delante. Hubo que aprender a caminar bien y casi aprender a hablar de nuevo. Tardé un año. Pero yo nunca tiro la toalla. Quedé con secuelas graves: migraña crónica, fibromialgia, prótesis discales… De hecho, me retiraron. Estoy jubilada por enfermedad".

"Llegué a Pénjamo después de mi accidente, en 2006. Siempre quise luchar por este barrio porque, la verdad, es me acogieron muy bien. Siempre que tenía un problema estaban los vecinos ahí. Cuando yo llegué, podías salir a la calle, dejar la puerta abierta incluso y no pasaba nada. Pero en 2010 cerraron las piscinas que había en Pénjamo y fue cuando empezó el declive. Yo lo relaciono todo con eso, por supuesto. Cuando las piscinas estaban abiertas, veías un tránsito de gente increíble y todos los que pasaban, todos, respetaban. No te tiraban un papel en el suelo. Yo lo observaba desde mi casa. Yo me sentía hasta orgullosa de ver esa gente pasar".

"Esas piscinas se cerraron en 2010 porque la alcaldesa de entonces, Esther Díaz, tenía pensado hacer un complejo urbanístico ahí. Luego llegó la crisis y no se hizo nada y desde entonces, como las dejaron sin mantenimiento, se fueron deteriorando. Entró el vandalismo, iban a hacer botellones, a quemar cobre casi todas las noches… Y a partir de entonces empezó también a venir gente un poco complicada. Pénjamo siempre había sido un barrio plural: hubo negritos, marroquíes, gitanos, pero nunca pasó nada hasta que los dueños de algunos pisos, que los habían comprado baratos como inversión, empezaron a meter como arrendatarios a gente conflictiva. Y empezaron los problemas. Sobre 2011 empezó a venir gandaya. Te digo que esto no es un problema de razas. Aquí ya vivían familias de etnia gitana que no se diferenciaban del resto. Es un problema de civismo, no de raza, te repito".

"Comenzó a hacerse imposible vivir en Pénjamo. Tuvimos un caso de una familia que llegó a incendiar su propia vivienda, donde estaban alquilados. El problema está en los propietarios. El dinero es muy goloso y si yo tengo una vivienda parada y le puedo sacar 200 euros por qué la voy a tener parada. Meto a cualquiera, aunque no respete, y son 200 euros que me llevo. Sin pensar en la que te puede liar en la barriada".

"Ahora ya esas familias conflictivas fueron marchando. Pero fue por la presión vecinal. Nos costó muchos años. Llegamos a tener verdadero miedo de dejar los coches en la calle. Las señoras mayores tenían miedo de ir a comprar el pan. Había uno aquí que te pedía un euro y te sacaba una navaja".

"Hicimos patrullas vecinales. En dos o tres ocasiones, hasta que mi marido me lo impidió, llegué a salir yo sola con el móvil en la mano. En abril del año pasado el barrio se levantó e hicimos las patrullas ciudadanas. Salíamos y nos poníamos delante de las ventanas de las familias conflictivas, que se acabaron yendo. Todo lo conseguimos a base de la presión vecinal, tanto de la gente de Pénjamo como del Llano La Cuesta".

"Porque aquí llegamos a tener los playeros colgados en los tendidos eléctricos. Cada vez que colgaban los playeros yo llamaba el Ayuntamiento para que vinieran a quitarlos. Ya sabes lo que significan, ¿no? Pues donde hay playeros colgados es donde está el camello, eso es que ahí se trapichea. Y yo eso no lo quería para el barrio".

"La asociación de vecinos, que preside Beatriz Jiménez Murcia, se formó en 2021 y yo estoy como vocal. Y ahora estamos dispuestos a luchar por el barrio, sin llevarlo a la política. Estamos con un plan muy guapu para poder revitalizar Pénjamo. Ya arrancamos con clases particulares de todas las asignaturas y de inglés dadas por una chica de aquí. Para que la gente vea que en el barrio pueda haber otras personas que te pueden ayudar. Organizamos clases de sevillanas, de zumba… Pusimos los ‘viernes de ocio’ para que la gente mayor y la gente joven puedan hacer un encuentro intergeneracional y jugar juntos al parchís, el dominó, al tute. Ya hicimos un concurso de tortillas, vamos a hacer una cabalgata de Papá Noel…".

"Me gustaría mucho recuperar el barrio otra vez. Sé que es difícil, lo sé, y más cuando por ejemplo ahora mismo el barrio carece de limpieza. No hay la limpieza que tiene que haber. Porque yo me rijo por la teoría de los cristales rotos: si un barrio está deteriorado eso atrae a la marginación. Ahora sólo nos faltaría que esas piscinas reabrieran. Tenemos el compromiso del Principado. A ver si se cumple".

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