Olga Vázquez, nacida en Cangas de Onís, de 38 años de edad, es psicóloga especializada en gerontología. Estudió en Oviedo y desde hace ocho años trabaja para la mancomunidad del Oriente en atención a los mayores en el concejo cangués y también en Amieva y Onís. En este último concejo, dos días a la semana, y cada día dos horas, da clases de estimulación física y cognitiva, ejercicios de memoria, de razonamiento, lenguaje, cálculo atención…

UN FUTURO CON CANAS. “Ahora mismo los ancianos son el futuro. Cuando estudiaba ya vi que este sector va para arriba, habrá cada vez más personas mayores y será una oportunidad de trabajo. Pero tiene que ser un trabajo vocacional. No te puedes dedicar a esto si no es vocacional, te tiene que gustar la gente en general y los mayores en particular. Si no te gusta la gente, si no tienes paciencia, si no te gusta hablar, dedícate a cualquier otra cosa. Podrá ser un sector con futuro, pero al final te acabarás amargando, quemando y no serás bueno en tu trabajo”.

 TRABAJAR CON SABIOS. “Mi trabajo me encanta. Alguna vez lo hablé y se reían de mí porque decía que, si me tocaba la lotería, y yo seguiría trabajando gratis. Yo estoy deseando ya llegar a ver a la gente y a ver cómo están. Eso sí, lo peor de este trabajo es cuando pierdes alguna persona. Trabajar con gente mayor supone que vas perdiendo gente. Pasamos muchas horas juntos y al final somos como una gran familia y cuando alguien pierde a un familiar tú sufres con esa persona. A medida que va faltando esta gente nosotros estamos perdiendo enciclopedias, estamos muchísimos conocimientos, muchísima sabiduría. No veas lo que se aprende al escucharlos contar las historias de cómo se vivía antes, lo que era trabajar de verdad, lo que era pasar, frío pasar hambre. Es una pena que se pierda todo lo aprendido, toda esa experiencia. Hay veces pierdo las clases, pierdo dicho entre comillas, porque por cualquier cosa surge una conversación yo los dejo hablar y me quedo embobada”.

 LA EDAD DE LA PACIENCIA Y LA SINCERIDAD. “No lo digo igual una vez cada tres días: es que me encanta mi curro. El hashtag que tengo yo en Instagram, el primero que me sale, es: #me encanta mi curro. Es muy gratificante. La gente entre 70 y 90 años es increíble. Lo que tengo aprendido en estos ocho años con ellos. A cualquier nivel. A nivel humano, por ejemplo, a tener mucha paciencia. No porque yo tenga que tener paciencia sino por la paciencia que tienen ellos entre sí, el apoyo que se dan. Están en una edad en la que ya no necesitas competir ni demostrar nada. También es verdad que tampoco hay cortafuegos, por decirlo de alguna manera. Si estoy haciendo una actividad y hay una persona a la que no me gusta la actividad, te lo casca: vaya mierda. La gente es sincera y eso es algo que me gusta mucho. Aprendes mucho. Hasta las cosas más pequeñas. Por ponerte un ejemplo. Hay una señora que me enseñó a darle dos vueltas a los cordones de los zapatos, que siempre se me desataban. Y te digo que no se me desataron más, me cago en la leche. La señora era costurera. Hay otra anécdota muy guapina con un señorín que sabía que a mí me gusta mucho ir a la montaña y me decía mogollón de rutas. En una ocasión, yo le conté que tiré por un atajo y me dice: ¿Olga, tú sabes lo que es un ataju? Menos camín y más trabaju. Pues es verdad”.

 APAGUEN LA TELE. “Estamos cambiando de forma progresiva. La gente cada vez es más dinámica, cada vez pide y necesita más actividades. Cada vez tiene más inquietudes y pide más cosas diferentes. No sé si conoces cómo era antiguamente una residencia de ancianos. Antes, una residencia era un salón con una televisión y ahí se quedaban todos, viendo la televisión. Ahora estamos intentando mejorar eso. Si hay gente que tiene afición por la pintura pues esa persona va a tener pintura. Yo trabajo también en una residencia y empezamos con un huertín. Allí se dedican a hacer algo que ya tenían interiorizado y que no tienen por qué perder por estar institucionalizados”.

VIEJOS, NO IDIOTAS. “Durante la pandemia, sobre todo aquí en el mundo rural, tuvimos muchas dificultades para poder acceder a la gente mayor. Aquí las distancias son enormes y, lo primero, no nos podíamos desplazar. Además, a nivel de telecomunicaciones no estamos en el mejor de los mundos posibles para poder conectarnos online. Tampoco el conocimiento y la destreza de los mayores con los medios son las mejores. ¿Conoces el movimiento que hay ahora de “Soy viejo pero no idiota”? Pues esto es la denuncia de que los grandes olvidados son los mayores. Ellos piden que no los olvidemos y no les hagamos las cosas más difíciles para ellos”.

“Aún así, durante la pandemia hice un grupo de trabajo online, pero nada más que con los de Cangas de Onís y Peruyes, donde había acceso a las telecomunicaciones desde casa. Cuando empecé con el grupo de Cangas de Onís y Peruyes no pensé que fuera a resultar tan bien. Tú imagínate que te estoy hablando de la edad que te estoy hablando. Pero, oye, había gente que se estaba conectando con el móvil y otros con el portátil. No lo hubiera yo soñado en mi vida. Al primer día hubo los problemas que puede tener cualquier, pero a la segunda, cuando yo solicitaba la reunión por la plataforma online, no tardaban ni tres segundos en unirse. Para mí fue un descubrimiento. Me alegro enormemente de haberlo podido hacer.

ENVEJECER EN UN PUEBLO. “Los mayores cada vez piden más actividades, pero también es verdad que la gente que está en lugares muy apartados en los que ya hay una gran despoblación están muy solo y al final sí que pueden acabar, pues eso, frente a una televisión postrados ¿sabes? En Cangas de Onís yo estoy en el centro de Cangas, en el hogar del pensionista, y ahí la gente me viene caminando sin problemas. Pero en Onís la gente tengo algunas mujeres que tienen que salir de casa una hora antes para poder llegar, ¿sabes? No es que la distancia sea muy larga, pero son carreteras con muchas curvas y malas cunetas. ¿Tú sabes lo que es una hora para ellas? Pues imagínate en noviembre, que salimos a las seis de la tarde, es de noche y lloviendo. Creo que en Oviedo no saben lo que es vivir en Gamonéu, por ejemplo, y no se pueden hacer a la idea de no todo el mundo puede ir a un centro de día, que no todo el mundo puede ir a acceder a las actividades que quieres porque no tienen medios”.