Dulce, adelantada de La Florida, tiene cura para el cuerpo y el alma
"Cuando llegamos eran praos, las vacas se nos metían en los portales"

Dulce Pérez, en su galería, ante una de las obras más espectaculares de la exposición de Elías G. Benavides. / Texto: Eduardo Lagar. Fotografía: Julián Rus
Dulce Pérez, farmacéutica y galerista. Avilesina de 62 años, Dulce Pérez se estableció en 1996 en La Florida con una chocante combinación de negocios: una farmacia y una librería y galería de arte (Alfara Gráfica), dos formas de repartir medicina para el cuerpo y para el alma. Además, desarrolla una encomiable labor de mecenazgo de jóvenes artistas especializados en grabado. Estos días su galería muestra una potente y muy cuidada retrospectiva del pintor Elías G. Benavides.
"Nací en Avilés, estudié en Santiago la carrera de Farmacia y me establecí profesionalmente en Oviedo. En 1996 llegué al barrio de La Florida y abrimos una farmacia en la calle Mateo Llana. Estaba el barrio en construcción, empezando. De hecho, compramos el bajo sobre plano. Cuando vimos las dimensiones que tenía, y que encima había un sótano, lo dividimos en dos. En una parte hicimos la farmacia y en la otra, mirando hacia la calle Carlos Casanueva, una librería".
"Mi marido es también farmacéutico, ahora está jubilado pero tuvo una farmacia que ahora tiene mi hijo en la calle Muñiz Toca, en la plaza de la Paz. Entonces, del mundo de la farmacia lo sabíamos todo, pero del mundo de la librería, absolutamente nada. Nos metimos a ciegas. Teníamos dos niños pequeños y decíamos: si la farmacia no prospera, ¿qué negocio puede ser interesante? Nos apeteció poner una librería".
"Cuando compramos el local, enfrente, todo era un prao enorme y había vacas pasando. En el portal de al lado de la farmacia, la limpiadora dejaba las puertas abiertas para que secara y un día entró una vaca. Hay anécdotas de ese tipo. Esto era un animalario. Cuando empezaba la campaña de libros texto, en septiembre, contrataba una farmacéutica sustituta para estar yo más tiempo en la librería. Teníamos una vecina que estaba mucho tiempo asomada a la ventana y uno de esos días nos llama por teléfono y me dice: ‘Oye, que está tu compañera subida al mostrador y no sé qué pasa’. Y es que había entrado una comadreja y la farmacéutica sustituta, Inés, estaba subida en el mostrador tirándole papeles para que saliera".
"En aquel momento la calle Mateo Llana no existía, era la esquina de la farmacia y punto. Más allá había… un barrizal. Cuando nos pedían la dirección de la farmacia, todo el mundo decía que estaba donde Mantova, y yo no sabía muy bien qué era aquello de Mantova. Había sido una fábrica ya cerrada". (Fue una marca pionera en el textil español que estuvo en funcionamiento 37 años y cerró en 1992. Era "Mantova, alta confección" o "Mantova, siempre fiel a la moda").
"Los talleres de Renfe de Vallobín estaban un poco más allá. De aquella, Vallobín era el Bronx. Cuando empecé como farmacéutica, que trabajaba por cuenta ajena en la farmacia de Valentín Masip, ni siquiera estaba hecha esa pasarela y había vías en la zona de Vallobín. Era un sitio como en el que estaba el hampa. Cuando nos establecimos la llamamos ‘farmacia de La Florida’, porque queríamos que se nos vinculara con el barrio nuevo que se iba a hacer".
"Cuando abrimos, la gente que vivía en La Florida era mayor, gente del campo, de las casinas que había alrededor y que tenían como un huerto. Las señoras mayores se juntaban en el jardín de una a jugar al parchís. Luego empezaron a llegar matrimonios jóvenes a los pisos, empezaban a tener niños y después, la siguiente fase, fue que traían a sus padres. Durante mucho tiempo yo vivía de los bebés, de las leches infantiles. Todavía no habían salido del canal de venta exclusiva en farmacias. Al principio no había recetas porque no había clientes mayores, estaban los cuatro viejines de la zona rural, digamos. Luego, como esos matrimonios jóvenes ya empezaron a traer a sus padres, ahí empecé yo a notar incremento de recetas en la farmacia. Y ahora ya vamos por la segunda generación. Aquellos primeros niños que yo tuve en 1996, cuando estrené el pesabebés, ahora empiezan a tener familia y me traen a sus hijos a pesar".
"Fue una evolución muy rápida la del barrio. Al poco de estar aquí construyeron la Iglesia de San Melchor. Enseguida hicieron el Centro de Salud de Concinos, y de repente, entre el 2000 y el 2005, ya crecían los edificios como setas. Había 10 o 12 grúas trabajando. Hasta el 2009, que llegó la crisis y se acabó la construcción, el estallido de la famosa la burbuja inmobiliaria, se desarrolló todo el barrio de la Florida".
–¿Y ustedes cuándo abrieron la galería de arte?
–En 2006. Como la librería estaba un poco atascadilla, se nos ocurrió que podíamos montar una sala de exposiciones en la planta baja. La dedicamos a la obra gráfica, no había ninguna sala en Oviedo dedicada a la obra sobre papel. Y cuando estábamos metidos en la sala de arte, en el 2009 , nos surge la posibilidad de hacernos una casa en Salamanca, de donde es mi marido, en un pueblo que se llama Encina de San Silvestre. En la planta baja decidimos abrir un taller de grabado y reservar un par de habitaciones para recibir artistas. Para que los artistas pudieran ir allí a trabajar y nos dejaran su obra para movérsela en la galería. Y desde entonces este proyecto continúa creciendo. De hecho somos casi más conocidos por el proyecto de Salamanca que por la sala de arte de aquí. Desde 2011 organizamos unos encuentros con la Fundación CIEC (Centro Internacional de la Estampa Contemporánea, en Betanzos) y el resultado es una carpeta de doce estampas y hacemos una exposición simultánea en Betanzos y en Oviedo. El proyecto es muy interesante, porque los artistas adquieren vínculos y eso les hace llegar a proyectos comunes. Es muy bonito".
"En 2020 trasladamos la farmacia a un bajo que está cerca y el antiguo local lo hemos remozado un poquito y ahí empezamos a exponer obra también. Eso nos permite colgar formatos más grandes y tener un espacio más luminoso. Ahora estamos con una exposición de Elías G. Benavides (una potente y muy recomendable retrospectiva del artista, visitable hasta el 29 de febrero) y veo que en las actividades que organizamos viene mucha gente del barrio y no sabes lo contenta que me pone, la verdad. Porque yo creo que la gente, cuando hacemos inauguraciones, se siente como excluida porque generalmente se interpreta como una fiesta, entre comillas, para el artista, sus amigos y su familia. Y, la verdad, para mí supone un estímulo muy importante que se fijen en lo que se estamos haciendo y que no lo vean como algo ajeno".
"Ni mi marido ni yo la verdad es que fuéramos de esos amantes del arte que van de visita a todos los museos y a todas las exposiciones del mundo, pero esto es también un proyecto de crecimiento personal. Mira, cuando yo cuando me metí en esta película de la galería de arte me matriculé en la UNED en Historia del Arte para estar un poco a la altura. Porque me sentía un poco en un mundo que me resultaba ajeno. Y, bueno, no sabía nada; pero, como sabía leer, acabé terminando la carrera. Y la verdad es que lo disfruté muchísimo y lo pasé muy bien estudiando".
Ocio, cultura, educación y solidaridad en Oviedo
