Julio Guzmán. Diseñador y empresario de turismo rural. Nacido en Segovia hace 47 años, encontró en el pueblo pongueto de Taranes su lugar en el mundo. Llegó a Ponga hace década y media y se puso a teletrabajar, luego restauró con sus propias manos la casa que había comprado para convertirla en hotel. Muchos clientes de Julio le dicen que ellos también se irían a un pueblo a trabajar online, pero que sus empresas no se lo permiten.

“Ponga necesita que venga gente a vivir y que se quede. El problema es el trabajo. No tiene sentido venirte a vivir aquí, a Taranes, para tener que desplazarte a un entorno urbano a trabajar. Entonces, o bien te adaptas tú al tipo de empleo que hay en la zona –que son dos cosas: ganadería o turismo– o bien trabajas telemáticamente. Yo pensaba que con esto de la pandemia, cuando se ha visto que se podría teletrabajar sin problemas, las empresas, que son al final las que tienen que dar el paso, iban a confiar en el teletrabajo. Pero no. Muchos clientes que tengo en el hotel me dicen que ojalá pudieran tener todo el año lo que tienen en verano, cuando están aquí alojados. Y te dicen: mira, mi trabajo lo podría hacer desde casa, pero en la empresa no me dejan. Pero mogollón de gente me lo dice. Es un comentario habitual. No entienden por qué no lo pueden hacer desde casa”.

“Al final todo consiste en cambiar la mentalidad de las empresas. Si, en realidad, trabajas por objetivos daría igual que trabajes cuatro horas que ocho al día con tal de que final de la semana, el viernes, hayas cumplido los objetivos. Ese es el tema: que las empresas entren por el aro y la gente se pueda permitirse trabajar desde casa. De momento eso no está pasando. Aquí en España todavía no se ha cambiado la mentalidad. Es que no tiene sentido que no fomenten eso. Es una cuestión de mentalidad de los dueños. Me imagino que se habrán gastado un dineral en unas oficinas y quieren sacarles un rendimiento, jejeje. No sé. Yo entiendo que tenga que haber reuniones semanales, pero estar allí ocho horas en algunos tipos de trabajo lo veo innecesario”.

(Julio Guzmán Martín, de 47 años, sabe de lo que habla. Tiene dos empleos. Uno es presencial, regentar el hotel rural Lleráu, en Taranes. El otro empleo, el que le permitió trasladarse desde su Segovia natal y asentarse en este pueblo pongueto hace ya década y media, es de diseñador gráfico y programador web y lo ejerce vía online).

“Yo he teletrabajado sin ningún problema todos estos años. Por teléfono, sin ver siquiera una foto del cliente con el que hablaba. Y nos hemos llevado perfectamente, hemos hecho el trabajo, hemos cumplido y hemos cobrado. Mis clientes son pequeños negocios pero, la verdad es que ahora trabajo cada vez menos de diseñador. Me va muy bien el hotel. Apenas tengo que buscar clientes nuevos. De vez en cuando me surge alguno y lo hago. Mantengo mis clientes de hace unos cuantos años, les gestiono sus cosas, pero nuevos clientes no tengo muchos. Tampoco me preocupa porque me va muy bien con el hotel, estoy contento”.

“Estudié Publicidad y Relaciones públicas en Segovia, en un centro que pertenece a la Complutense. Luego empecé a trabajar en Madrid, en una agencia de publicidad. Cuando ya decidí que quería irme a un pueblo y buscar una casa y arreglarla, entonces, como un año antes, me salí de la agencia de publicidad en la que estaba para montarme con un amigo algo por nuestra cuenta. No queríamos depender de nadie para tener que estar en Madrid, ¿sabes?”-

“A mí siempre me gustó mucho la montaña. Trabajaba en Madrid y mi idea de siempre era llegar al viernes e irme la montaña. Luego empecé a pensar en buscarme un pueblo y arreglar una casa. Era lo que más me apetecía porque ni trabajo era como muy intelectual, ¿sabes? Quería hacer algo con las manos, restaurar una casa. Mi idea no era un hotel ni nada. Era una casa sin más y trabajar online. Trabajar de mi trabajo como diseñador y programador. Ya tenía cuatro o cinco clientes y ya podía ir tirando con ello. Tenía mucha necesidad de hacer algo con las manos porque, al final, eran muchas horas de trabajo pero eran a través de la pantalla”.

Julio Guzmán Julián Rus

“Vengo de una familia de ciudad, una familia de ciudad típica. Mi madre –porque mi padre ya no vivía, murió un par de años antes– pues flipaba mucho cuando le dije que me venía a vivir a un pueblo. No le entraba en la cabeza, porque además yo había tenido empleos buenos y los había dejado. No le entraba mucho en la cabeza que yo quisiera abandonar todo aquello para irme a arreglar una casa al monte con treinta años. No lo veía muy claro. Ahora pasó el tiempo y aquello fue tomando forma, le fue viendo posibilidades y ahora está muy contenta”.

“De casualidad acabé en Ponga. Mi principal idea era ir por la zona de Pirineos, que es lo que más conocía, por la zona de Ordesa y todo aquello, la zona del Pirineo de Huesca. Entonces buscaba por allí y tal, lo que pasa es que era muy caro lo que pedían por una casa en ruinas. Y también me di cuenta de que un pueblo equivalente a Taranes allí son mil metros más de altitud. Los inviernos eran más duros”.

“Me fui desplazando un poco. Estuve mirando también por la zona de Cantabria, por el Valle del Pas. Estuve viendo por varios sitios de Asturias y vi cuatro o cinco casas, pero cuando llegué a Taranes enseguida supe que la había encontrado. Y nada más verla, aquí me quedo, me dije. Es donde tengo el hotel ahora”.

“La casa estaba en ruinas pero estaba en un sitio que cumplía con todo lo que necesitaba. Estaba en el monte en un sitio tranquilo, sola pero dentro de un pueblo porque también necesitaba que hubiera conexión a internet. Yo necesitaba trabajar y necesitaba poner postes para poder llevar la conexión a internet porque todavía no había otros métodos en aquella época, satélite o así, tenías que llevar un cable. Taranes cumplía todos los requisitos. Recuerdo que en el Valle del Pas había una propiedad que me gustaba mucho, una finca muy grande, pero era algo muy aislado, había que tirar un kilómetro de cable y eso me salía por una pasta. En Taranes no tenía ese problema. Lo del cable fue determinante”.

“Yo siempre me he llevado muy bien con la gente del pueblo. Al principio, en Taranes era la novedad, que viene alguien de fuera a trabajar. No me puse inmediatamente con la obra, trabajaba con el ordenador y eso no les encajaba muy bien. No entendían muy bien que trabajara sin salir de casa, no les cuadraba. Que este chico ha venido aquí, pero no sabemos lo que hace. A los cuatro o cinco meses ya me metí de lleno en la obra. Lo hacía todo yo solo. Entonces ya sí. Cuando me vieron trabajar ahí con el cemento, arreglando la casa y todo eso ya se abrieron un poco más. Siempre muy bien con todos los vecinos, la verdad”.