De cómo Manon y Borja se conocieron y ahora bailan y hacen quesos y niños

"En la pandemia descubrimos que en la ciudad no tenías nada, y en el pueblo, todo"

ASTURIANOS EN SANTO ADRIANO: Borja Llorente y Manon Duquesnay

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Manon Duquesnay y Borja Llorente, bailarines y queseros. Manon y Borja son bailarines y regentan la Sala Sabil, donde imparten clases de yoga y baile para los vecinos de los valles del Trubia, además de organizar residencias artísticas y talleres para bailarines profesionales. Borja tiene un hijo de una relación anterior, Adán, y con Manon tiene a Arturo, de poco más de un año. La pareja espera otro bebé. Borja, además, abrirá este año una quesería en la que quiere producir queso de la fuente, típico de Proaza y que no cuenta con ningún elaborador profesional.

"Me llamo Manon Duquesnay, tengo 32 años, me crié en Dinamarca, pero de madre francesa. Me crié en Cristiania, en Copenhague, y también en la isla de Bornholm, en el Báltico. Con 21 años me metí a estudiar danza. Hice un intercambio en Barcelona, en el Institut del Teatre y por eso empecé a venir a España. Al mismo tiempo, mis tíos habían comprado una la finca aquí en Villanueva de Santo Adriano y también empecé a venir a Asturias de vacaciones (sus tíos, Pierre Boutonnet y Marie Duquesnay tienen la casa de turismo rural Casa Folgueras, además de una agencia de viajes de naturaleza). Después de terminar la universidad estuve viajando mucho con la danza, dando talleres y haciendo piezas y actuando por Europa y Latinoamérica. Empecé a ir a Madrid por un profesor que tenía y ahí, en un evento de danza, conocí a Borja".

"Con la pandemia, Borja y yo vimos que estábamos atrapados en Madrid. En el confinamiento nos fuimos a Alcobendas, a casa de los padres de Borja, porque nosotros vivíamos en Madrid en un bajo sin luz. Veníamos de viajar un montón, de bailar y movernos mucho y estar encerrada en un piso para mí fue un horror. Teníamos un perro y había como una lucha diaria para ver quién salía con él para tomar un poco de aire, jeje. Y luego estábamos hablando con mis tíos aquí, que tienen una finca de tres hectáreas, y ellos estaban encantados con el confinamiento porque tenían tiempo por fin para estar aquí, para estar en familia, con los animales, la huerta... Ahí vimos la diferencia. Si venía otro confinamiento o cualquier cosa, en la ciudad te quedas sin nada y en el campo ellos tenían todo".

"En verano, recién terminado el confinamiento, nos vinimos para acá a la finca de mis tíos porque no aguantábamos más en Madrid. Mi tía tuvo la idea de presentarnos a la agente de desarrollo local de Villanueva. Nos enseñó el Centro de Empresas El Sabil y ahí, por casualidad, nos abrió la puerta para este espacio que hoy en día es la sala, que era un almacén, no tenía el suelo de madera, no estaba pintado, no tenía electricidad. Nos abrió así, como por casualidad, y Borja y yo nos miramos: esto, para hacer un espacio de danza, es lo mejor que hay. Luego empezamos a conocer a gente de nuestra edad y además se nos abrió la posibilidad de alquilar una casa. Vinieron las tres cosas dadas y aquí nos quedamos".

"Con la sala tenemos como dos vertientes. Pensamos que era importante hacer algo para la población local. Empezamos a dar clases de yoga, que Borja tiene formación. Luego contratamos a una profesora que viene a dar clase de zumba y salsa y bachata y a otro profesor de kickboxing, por la demanda de la gente. Además de eso, la otra vertiente, que la llevo más yo, es que recibimos a compañías que vienen a hacer residencias artísticas. Los alojamos en el pueblo y vienen a investigar y a crear sus piezas. También vez hacemos talleres los fines de semana o en verano. Vienen profesores de danza más profesional. Les apetece muchísimo pasar una semana en Asturias en un entorno rural de naturaleza. Por la mañana están bailando y formándose, y por la tarde dándose paseos con la naturaleza. Estamos muy cerca de Oviedo, muy cerca del aeropuerto. Hemos recibido compañías de Italia, Austria o Dinamarca. Aterrizan y en una hora a están aquí".

"En la adolescencia y para mí el mundo rural era una cárcel. Yo me acuerdo de irme de Bornholm y decir que jamás volvería al campo. Pero, de repente, vuelves a ver unos valores. Hoy, en los Valles del Trubia somos como un grupo de unos cincuenta que hemos venido a crear una vida distinta aquí. Nos reunimos de vez en cuando. Algunas somos madres y compartimos un poco la crianza juntas. Somos unos cincuenta, pero aún sigue viniendo gente. Cada semana hay alguien que busca casa para alquilar. Y se quedarían más si encontrasen esa posibilidad intermedia de alquilar antes de comprar, mientras buscas tu sitio ideal. Hay una diversidad de vecinos bastante interesante. Y luego están los vecinos de toda la vida, que nos acogen y que nos enseñan cómo hacer la huerta, nos cuentan cómo han hecho desde siempre. Eso es una riqueza también. Yo ahora estoy encantada".

Borja. "Yo nací en Madrid, tengo 36 años. De niño descubrí la gimnasia olímpica, competía a nivel nacional, gané varios premios. Lo dejé, seguí con natación, fútbol, atletismo, kickboxing. Siempre he hecho cosas relacionadas con el cuerpo porque se me daba muy bien. Con 19 años me fui a Londres con la idea de pasar un verano y de asegurarme de que quería estudiar Psicología. Esos tres meses se convirtieron en cuatro años porque descubrí el Edén, imagínate".

"Pasados esos cuatro años ya me planteé que iba a hacer con mi vida. Descubrí la permacultura, que viene a ser como la permanencia de la cultura, entendiendo la cultura como algo que está basado en la tradición, relacionado con la agricultura y el crecimiento de tus propios alimentos. Me interesó mucho. Me moví a un pueblecito de Cáceres, Garganta de la Olla, con un profesor de permacultura muy famoso que se llama Mill Millichap. A la vez conocí un grupo de gente joven que hacía teatro, música y danza allí, en el pueblecito. Y conocí el contacto improvisación, una rama de la danza contemporánea y me enamoré. Volvía a retomar todo lo que tenía que ver con la corporalidad. La danza es lo mío, me dije. Y entonces me puse a formarme. Estuve en Italia, en Israel… De ahí empecé a coger un poco de nombre y ya me iban llamando para dar clases o talleres o para ir a festivales. En esas volví a Madrid y fui padre de Adán, mi hijo mayor. Eso fue lo que me hizo quedarme estable en Madrid y profundizar en la danza. Unos años después, en un evento, me crucé con Manon".

"Y el resto ya lo ha contado Manon. Ahora yo, además, estoy montando una quesería. Quiero hacer un queso curado y me estoy planteando también hacer el queso de fuente, que ahora sólo se hace en Proaza de forma estacional. No llega a ser un queso azul, pero tiene esa fuerza, y además le añaden un poquito de alcohol que le da un toque picante al final. Espero que en el verano de este año ya pueda estar produciendo en la quesería".