Tino Di Geraldo, baterista, percusionista y productor. Además de sus cuatro discos en solitario, ha grabado como músico de estudio más de 500 álbumes. Y, entre ellos, algunos de los trabajos más grandes de la música española de todos los géneros, del pop al flamenco. De Aute, a Camarón o Paco de Lucía, de Luz Casal a «Golpes Bajos». En los años 90 no había trabajo musical que aspirase a algo que no tuviera a Faustino Fernández, ese es su nombre real, en sus títulos de crédito
Faustino Fernández vuelve regularmente desde Madrid a la casa familiar de Soto del Barco, donde viven su madre y su hermana. En esa casa es simplemente Tino. No el baterista, percusionista y productor conocido como Tino di Geraldo (1960) que se ha ganado un puesto de honor en la historia del pop, rock, flamenco y jazz del siglo XX en España. Además del muy reputado trío jazzístico que forma con Carles Benavent y Jorge Pardo, Di Geraldo aparece en buena parte de las grabaciones más legendarias del flamenco español, con Paco de Lucía, Camarón, Manolo Sanlúcar o Morente, solo por citar a algunos grandes. Pero no se limitó al flamenco. Ha tocado con todos, desde Luz Casal a "Hombres G", desde Aute a "Golpes Bajos". La banda sonora de los años noventa en España se grabó al ritmo que marcaba Di Geraldo con su batería o sus percusiones. Pese a semejante curriculum, se lo toma con mucha humildad, con la ética del obrero que sólo quiere hacer bien su trabajo y que la gente lo disfrute. Así se cuenta (con mucho acento madrileño):
"¿Lo de que mis padres emigrasen de Avilés a Francia? Pues no sé. Les dio por ahí, no fue ni por cuestiones políticas ni económicas. Mi padre tenía un buen trabajo en Ensidesa. La verdad, no sé por qué se fueron. Se lo tengo que preguntar un día a mi madre. Había un primo, un familiar que vivía cerca de Toulouse y que los animó a irse a finales de los cincuenta. Mi padre tenía un buen oficio y no le costó encontrar trabajo como soldador. Cuando volvimos a Avilés trabajó en una empresa afín a Ensidesa hasta que se jubiló".
"Así que me tocó nacer y vivir en Francia hasta los 17 años. Me eduqué como cualquier otro francés. Yo no hablaba español, yo pensaba en francés. Hablaba más asturiano que español, porque solo hablaba español en mi casa o alguna vez con algún niño español que había por allí. Pero la mayoría eran andaluces y casi que no nos entendíamos, imagínate".
"Éramos tres hermanos, hoy vivimos dos. Una hermana, que se llamaba Tina, falleció en un accidente en 1989. Tengo otra hermana más joven que yo que también es músico, y es la que está en Soto con mi madre. Las dos se llaman Elsa. La música, en nuestro caso, es una cosa puramente genética, lo llevamos en la sangre. Si mis padres hubieran tenido 20 hijos los otros 17 hubieran sido músicos, seguro. Tanto por parte de mi padre como de mi madre hay muchos músicos, casi todos. El que no tocaba una cosa, tocaba la otra. Mi padre, José Fernández Viña, fue cantante de las dos orquestas más importantes de los años 50 en Asturias, la ‘Gong’ y la ‘Bolero’. Cantó cuando tenía diecinueve o veinte años, hasta que un día le dijeron que tenía que cantar ‘La vaca lechera’ y se negó. Y dejó de cantar en público para siempre. Cantaba en casa a dúo con mi madre, pero en una orquesta nunca más. Mi padre era un personaje, una persona un poco difícil. Pero bueno, dejémoslo ahí, que en gloria esté".
"Tengo un hijo que es batería también. Lo que te decía de que son los genes, los ‘gérmenes’. Nos llevamos bien. Tengo que reconocer que no fui el mejor padre del mundo porque, además, a mí me pilló en los 90, que era cuando más curraba. Él nació en 1990 justamente y en esos años yo estaba fuera trabajando. Y también le pilla a uno demasiado joven, que no acaba de darse cuenta de lo que está pasando. Pero, bueno, bien con mi hijo. Se llama Gaspar, como mi abuelo, el padre de mi madre, que fue director de la Banda de Pravia y que tocaba todos los instrumentos. Mi hijo toca la batería y lo que le pongan, pero lo que le gusta es la batería. Su nombre artístico es Gaspar Fernández".
"Mi padre fue el primero que me puso un guitarra en la mano, cuando yo tenía 7 años. Gracias a él aprendí, gracias al respeto rozando el miedo que le tenía. Me puso la guitarra y me dijo: ‘¿Quieres tocar la guitarra?’ Y yo: ‘Sí, sí, pues como diga que no…’ Los principios de un instrumento son muy pesados, no tienen nada de entretenidos, te duelen los dedos, tienes dudas, es difícil. Pero yo no tenía otra. Me decía: ‘Como venga de trabajar y vea que no estudié por lo menos media hora la voy a tener’. Entonces yo me forzaba a hacerlo. Desde que tengo uso de razón supe que la música era lo mío, era lo que me gustaba y de lo que iba a vivir. Eso siempre no lo vi claro".
"Aunque hubo una intentona de venir a Avilés cuando yo tenía 14 años y estuvimos un año, luego ya cuando yo tenía 17 nos quedamos definitivamente. Con unos amigos empezamos a trabajar como de orquesta de verbena. Más que una orquesta, éramos un grupo, porque éramos cuatro; ahí, con nuestros trajes. Hacíamos las verbenas y las romerías más cutres, en el buen sentido. O sea, escenarios con una bombilla, o sin escenario realmente. Otras veces tocar en medio de la carretera, en un balcón... Bueno, yo que sé. Esas cosas… Mucho ‘Paquito Echen’ y mucha cumbia".
"Estuve viviendo en Avilés hasta que fui a la mili y ya me instalé en Madrid. La mili me tocó en artillería. Fue en 1981. Me tocó el golpe de Estado. Hombre, imagínate, toda la noche despierto, vestido y armado hasta los dientes, esperando por si tenía que salir o no. Estaba en Talavera de la Reina, en un polvorín en pleno monte con toda la artillería. Joder, cómo no me voy acordar, madre mía: yo mirando para todos los lados a ver si había un agujero por ahí, por si había que esconderse".
"Y luego hasta hora, casi cuarenta años en la música. El proceso eso sería largo de contar. ¿Cuántos discos he grabado? No los tengo contados pero yo creo que más de 500, seguro. Aparte los discos que tengo en solitario, que son cuatro, y otros tres con el trío de Jorge Pardo y Carlos Benavent".
"Sobre todo, en los años 90 no paraba de tocar. Era a diario, por la mañana con uno y por la tarde con otro. Siempre cuento que estábamos en Eurosonic, en uno de los pocos estudios que todavía existen, que tiene dos pisos. Por la mañana grababa arriba con Paco de Lucía y por la tarde abajo con los ‘Hombres G’".
"A mí todos me conocen como Tino, siempre Tino. El nombre artístico Di Geraldo fue una cosa del cachondeo. Dijimos: vamos a hacer un grupo para Nochevieja aquí en Madrid en un garito. Venga, pues nos cambiamos todos los instrumentos, nos inventamos el nombre del grupo, nos inventamos un nombre para cada uno y a mí me tocó Di Geraldo. No se sabe muy bien por qué. Pues ahí se quedó. Pero a mí siempre me llamaron Tino".
"No tengo ninguna preferencia de estilos. Me gustan todos los géneros, pero no me gusta todo lo que hay en cada género. A ver si me explico. De cada género igual me gusta el veinte por ciento y me quedo holgado. Pero mi primer grupo preferido fueron ‘Golpes Bajos’. Me acuerdo la primera vez que los escuché. Esto es como cuando te acuerdas de dónde estabas el 11-S o cuando Iniesta metió el gol en el Mundial. Yo estaba en la cama, vivía en Lavapiés con más gente y en la habitación de al lado pusieron el primer disco, que lo acababan de comprar, estaba recién salido, y lo pusieron a toda pastilla. Me desperté oyendo eso y a la vez dije: ‘¡Hostia!, ¿esto qué es?’ Y además cantando en español. No me lo podía creer. Luego tuve la suerte de tocar con ellos".
"Lo de tocar con gente como Paco de Lucía o Camarón, fue como muy natural, en el momento no te das cuenta. Te das cuenta después, con los años. Si cuando empiezas, pasas de un día para otro de tocar en una verbena en un prado y al siguiente estás con Paco de Lucía pues imagino que puedes decir que es la hostia. Pero en mi caso fue un proceso natural. Claro que puedes de decir: ‘Está tocando con Paco, no veas’. Pero el día anterior había estado con Morente, con otro… Al fin y al cabo, son músicos como tú, compartes con ellos acaba siendo amistad".
"En los años 90, hombre, aquello funcionaba, no de hacerse rico pero funcionaba. Ves que te va saliendo curro y mañana me llama uno y pasado, otro. En ese momento parecía que eso iba a ir a más, pero qué ingenuo. ¡Ingenuooooooo! Si yo lo hubiera sabido hubiera ahorrado algo, macho. Me hubiera comprado una hucha o algo. Pero, claro, en esa época se vendían discos todavía. Había dinero para producciones, había estudios. Es que no tiene nada que ver con ahora. Ahora no hay estudios, hay uno. Y si el disco quieres hacértelo, te lo haces tú, te lo pagas tú y si hay dinero, son cuatro perras. Antes se vendían cuatrocientos discos ahora se venden cuatro. Fue un cambio total del chip. De repente, lo que pesaba era tocar en directo. Hacer discos ahora es algo así como una carta de presentación. Luego, por el otro lado, está bien que lo tengas ahí todo disponible. Mis discos están Spotify, hasta uno que está descatalogado, que me hice con él y está, se puede escuchar. Pues mira qué bien. Aunque no me lleve un duro. Nunca vi nada de Spotify, nunca me llegó nada. Pero, por otro lado, por lo menos está ahí. Porque, al fin y al cabo, yo lo hago para que la gente lo escuche y si alguien lo escucha y le gusta pues para mí es el triunfo".