Juan Cimas es el propietario de Kiwis La Isla, que toma su nombre del islote del Nalón donde está una de las mayores plantaciones de Asturias (25 hectáreas) del fruto verde que pasó de convertirse en una rareza a ser uno de los cultivos con más futuro de la región. El kiwi es el gran remedio contra la «epidemia» planetaria de estreñimiento –fruto del sedentarismo–, y parece que lo desatasca todo. Todo menos los trámites administrativos.

«El pionero fue mi padre en 1982. Fue él quien compró la finca y al que se le ocurrió la idea de plantar los kiwis. Mi padre, Manuel Olivo, que falleció en 2015, era ingeniero químico, directivo de Química del Nalón. Viajaba bastante por su trabajo. En Alemania, en un hotel, le pusieron en el desayuno una pieza de fruta de kiwi. Era una cosa totalmente novedosa. Mi padre era una persona muy analítica. Se preguntó qué era aquella delicia que le estaban poniendo, la comió, la saboreo y ahí empezó a analizar de dónde venía el fruto, la climatología... Vio que esto se daba en las proximidades de los ríos, con una clima con mucha humedad y con temperaturas suaves, como Asturias, y apostó por ello. Los amigos le decían que si estaba loco. ¿Cómo iba a plantar esto en Asturias? No es que fuera novedad, es que era demasiada novedad».

«Cuando mi padre compró la finca yo tenía 20 años. Los hermanos empezamos a compatibilizar los estudios con el trabajo aquí. Luego, un hermano mío quedó aquí. Cuando mi padre tenía 82 años, ya estaba un poco delicado de salud y decidió venderlo. Esto coincidió con 2012, cuando estábamos en plena crisis y tenía mala salida, así que me planteé comprárselo. Desde entonces estoy explotándolo. Producimos unas 800 toneladas anuales. Además de la plantación de Soto y me hice con otra en Galicia, en el norte, en La Coruña, son casi 10 hectáreas. Así que en total tenemos 35 hectáreas en producción».

«Mi padre aportó la innovación en el cultivo, pero también introdujo la gestión industrial en el kiwi. Yo ahora quiero seguir haciendo mejoras, pero la Administración no me deja. Esto no depende de la Confederación Hidrográfica, que es lo que la gente siempre piensa, porque está en el Nalón. Aunque estamos siete kilómetros tierra adentro es una zona de protección de costas. Nos afecta la marea. Y ahora queremos hacer una nave. Pero es como si la quisiéramos hacer, parece, en primera línea de playa. Aunque no estamos en primera línea, estamos a 7 km en el interior el concejo de Soto del Barco. Pues nos están imponiendo trabas. Así que llevamos 3 años con el expediente abierto para poder hacer unas naves y actualizar las instalaciones. La finca de la isla está expuesta a inundaciones, estamos en medio del río, pero tenemos otra finca un poco elevada, debajo del cementerio de Soto del Barco. Queremos hacer unas naves de 3.000 metros cuadrados con cámara frigoríficas a salvo de las riadas para recoger el fruto en la isla y hacer el procesamiento allí. Pero no nos dejan. ¿Quieren que lo lleve a Benavente donde sí me dan muchas subvenciones y casi me regalan las naves? No lo entiendo. Y más cuando el Ayuntamiento siempre nos está dando facilidades para que hagamos cosas. Pero en el Principado es como si diera con un muro. Inaccesible a todo. Tú no haces nada, olvídate».

«No lo entiendo. Nosotros así y Amazon obtiene el permiso en quince días para hacer un monstruo de nave. Será esa mentalidad que tenemos en Asturias en plan ‘Bienvenido Mister Marshall’. Amazon mañana, si le interesa, puede ir para otro lado, pero yo las plantas no me las puedo llevar, es un negocio muy localizado, voy a estar siempre aquí y soy de aquí. En la actividad empresarial estás permanentemente chocándose con la administración. Es lo que hay».

«El potencial agrícola de las vegas en Asturias está totalmente desaprovechado. La Consejería de Agricultura no hace absolutamente nada por hacer concentraciones parcelarias. Mismamente, la vega que tenemos al otro lado, que es la vega de Los Cabos, está desaprovechada en un 40 o 50%. El problema es que si no hay una concentración parcelaria no se generan fincas con el tamaño suficiente para ser rentables. Para que la plantación sea más o menos viable se necesitarían 10 o 12 hectáreas como mínimo. Haciendo las concentraciones se puede sacar producción adelante y ayudas al que el que tiene fincas heredadas que no cultiva para que se pueda desprender de ellas. Pero hay pasividad: no hago nada por si me equivoco. Pero esto es un tren y tienes que estar alimentando la locomotora permanentemente».

«El consumo del kiwi va en ascenso. Somos el país que más consume per cápita, entre 70.000 y 80. 000 toneladas anuales. Pero importamos unas 50.000. Ese el tema: tenemos que ser competitivos con el kiwi nacional. Porque, desde luego, en calidad no tiene comparación. Tenemos que promocionar más nuestro kiwi, que tiene una calidad muchísimo más alta. Estaría bien que el Gobierno del Principado estuviera detrás promocionando un poco y tirando por esto».

«El kiwi es una fruta estable y ascendente. En agricultura hay una serie de productos estrella y el kiwi es uno de ellos. Tenemos que potenciar el sector primario en España. Nosotros somos la huerta de Europa y tenemos unos productos de una altísima calidad. Eso se demostró en la pandemia. Los negocios del sector primario son los únicos que han resistido el tirón. Porque la gente tiene que comer. Puede aplazar la compra de un coche, pero no deja de comer».

«El verdadero publicista del kiwi fueron los médicos, que aconsejaron a la gente mayor tomar un kiwi todos los días, o a los niños que tenían problemas de tránsito intestinal. Ahora el kiwi ya está en la cesta de la compra, no es un producto extraño. Ya te digo: entre 70.000 y 80.000 toneladas de consumo anual en España, una auténtica barbaridad. Pero es una pena que aquí sólo produzcamos unas 25.000 y tengamos que seguir importando. Podríamos llegar, por lo menos, a 50.000. Mi padre, ya en los años ochenta, decía que toda la vega de Pravia estaría plantada de kiwis antes de que él muriera. Murió y hay plantaciones, pero la cosa aún da para más. Es un producto de calidad, un producto de valor añadido. No estamos diciendo que estamos plantando manzana de sidra que la puedan pagar 0,30 céntimos en el prado. Hablo cosas que valen entre 2 y 3 euros el kilo».