Nela de Bres, el pastor que se hizo gaitero escuitando en el monte

"Estuve 30 años sin tocar, y cuando volví ni yo creía que me saliera así"

ASTURIANOS EN TARAMUNDI: Manuel Enríquez Fernández, Nela de Bres

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Nela de Bres, gaitero. Su nombre completo es Manuel Enríquez Fernández, pero todo el mundo le conoce por Nela de Bres. Es el gaitero por excelencia de Taramundi y a sus 85 años es uno de los intérpretes de referencia de la música popular en esta zona fronteriza entre Asturias y Galicia.

A Manuel Enríquez Fernández nadie lo trata por este nombre. Él es para todos Nela de Bres, el gaitero de Taramundi por excelencia. Últimamente anduvo un poco pachucho. Pero no lo parece en absoluto con ese elegante sombrero que lo caracteriza.

–¿Cómo está, Nela?

–Pues me dio un infarto hace un año y, claro, no me pudieron hacer lo que realmente querían porque no aguantaba la operación. Tuvieron que dejarme a tratamiento, tomo 10 pastillas y media, ya es mucho. Hay que ir lidiando. É lo que hay.–Creo que el hijo le hizo una gaita con pedal para no tener que soplar y poder así seguir tocando.–Perdí mucho de tocar, no tienes el ánimo que tenías antes. Con este aparato lo enchufas a la luz y no hace falta soplar. Pero es una cosa tan delicada que solamente lo puedes graduar con el pie. Pero ahora ya no me hace falta. Ahora ya estuvimos en agosto en la fiesta de San Pedrín, que le llaman. Había 304 personas, así que el San Pedrín era un San Pedrón.

–¿Lo de Nela de dónde viene?

–Me llaman Nela porque yo fui de la Casa de Nela de Silvallana, un pueblo que se ve desde aquí. Luego bajé a Bres. Y aquí, a esta casa, que la hice yo, le puse también Casa de Nela. Por el nombre casi me conocen muy poco.

"Voy a hacer 85 años para el 16 de septiembre. En Silvallana teníamos algo de ganadería y algo de labranza. Y después ya había que salir al jornal, a cortar un poco de madera, lo que cuadrara. Empecé con 17 años a cortar madera, que no era fácil. No es como hoy, era todo con sierra y con el hacha. Y había que cargarla en los vehículos a huevo, exactamente".

"Resulta que me gustaba mucho la gaita. Iba con las ovejas al monte cuando era pequeño y entonces escuchaba un gaitero que era de aquí. Había un reguero muy fondo y el paisano subía tocando la gaita con las cabras y con las ovejas. Y yo estaba del otro lado escuitando. Escuitaba, escuitaba. El gaitero se llamaba Santos Da Armita. Era de Bres".

"Santos iba de pastor con las cabras y las ovejas, pero vino la Forestal y tuvo que venderlas, porque entre los pinos no se podían meter ya. Dejó de ir para arriba a tocar. Cuando iba a jubilarse, ya tenía solicitada la paga y todo eso, no la llegó a ni a cobrar. Murió. Fue muy rápido. Una enfermedad, tenía 65 años. El hombre se murió y quedamos sin Santos. É lo que hay".

"Yo tocaba el pasodoble de Santos Da Armita. Ése es mi preferido porque fue el que escuché tantas veces. Lo de Santos me quedó escrito dentro, en la mente. Pero él a mí nunca me enseñó, nada de venir yo a Bres a estar con él aprendiendo. Él era un artista tremendo. Antes se mallaba trigo y centeno y se juntaban todos. Y después de cenar y de que levantaran los platos y todo eso, resulta que se subía de pie encima de la mesa y tocaba desde allí. Y él era muy cómico".

"A mí me gustaba mucho lo que tocaba y me quedaron algunas canciones aquí (señala la frente). Yo tenía una gaita. Me la regalara a una paisana de un pueblo de aquí que le llaman Freixe. Tuviera un hijo que tocara algo y después marchó para Argentina y dejó la gaita en casa. Ella vio que a mí me gustaba y la paisana me la regaló. Pero estaba toda desarmada y no había quién me la arreglara ni leches. Tocaba con el puntero como podía. Pero resulta que después me aburrió y tiré la gaita y pasaron más de 30 años sin tocar. Hasta que un día fui a una feria arriba, en La Garganta".

"Cómo iba a pensar yo que iba a encontrarme allí con una gaita, ni mucho menos. Había dos ferias en el año muy grandes, Santana y San Miguel, y yo iba a todas. Era por San Miguel, me parece. Vi un paisano venir con tres gaitas colgadas al hombro. Coño, mira. Yo al paisano lo conocía. Nada más que lo vi, fui por junto de él. Oye, le dije, de las tres que traes, te compraba la más bonita. Dijo: esta no, que esta la traigo de encarga ya, pero te vendo una de las otras dos. Las otras eran más bastas. Y entonces le dije yo: ¿cuánto pides por una? 24.000 pesetas. Claro, de aquella eran pesetas. De eso puede hacer treinta y muchos años. Tenía yo unos 47 años".

"24.000 pesetas era dinero. Yo no llevaba el dinero encima porque lo que menos pensaba yo era encontrarme con la gaita y con el paisano. Bueno, pues el paisano me dice: la gaita la vas a llevar igual, ya me la pagarás. Pues ya vine tocando en el coche que habían puesto desde aquí para llevar a la gente a la feria. Bajé tocando. Venga tocar y tocar. Cuando cogí la gaita, me salió lo que había escuchado a Santos. Es como el que tiene una partitura ahí. Y la tenía metida en la cabeza. Yo mismo no lo creía que me saliera. Pero tenía dentro las canciones de él. Las canciones de Santos".

"Y, bueno, esa la semana fui y se la pagué. Después la gaita no era de un constructor muy fino. No tocara casi nada, por decir algo. No era de las buenas. Pues resulta de que cogí y fui a Ribeira de Piquín. Quedaba cerca, a unos veintitantos kilómetros, a un señor que se llama Seivane, un constructor de gaitas de la zona. Fui con un paisano aquí, de Ouria, que era gran amigo mío. Fuimos hasta allí y en vez de encargar solo un puntero de la gaita, él encargo una gaita completa entera. Tenía así un dibujín abajo en el puntero. El dibujín, el hacerlo, costaba 10.000 pesetas. Entonces yo vine para casa y digo: ¿Y por qué yo no encargué una gaita también, como la del otro pero sin el dibujo? Porque el dibujo no toca. Es como si un paisano va con una vestimenta o va con otra, el paisano es el mismo. Y esto es igual, suenan lo mismo. Entonces ya traje una gaita nueva. Fuimos a buscarla juntos y ya tocábamos los dos juntos. Bueno, yo qué sé, estábamos medio empezando".

"Después me murió la mujer. Entonces el neno tenía 10 años y la nena tenía 16 años. Pasé un tiempo sin tocar, porque hay que guardar un poco de respeto. Después ya fui encontrándome por ahí con unos y con otros. Anduvimos tocando por muchos sitios. Empezamos en Ribadeo y seguimos por toda la costa hasta Finisterre, los pueblos grandes y pequeños. También fui a Portugal, varias veces, y allí comimos el bacalao, que ya sabe que en Portugal es el sitio del bacalao como aquí es de las fabas. Luego me hicieron homenajes, me hicieron cosas. Tengo ahí unas fotos de recuerdo, ¿quiere usted verlas?".

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