Jesucristo resucitó y ahora ha reabierto la ferrería de Santa Eufemia

"Mi padre me enseñó a ser sincero y a mantener los valores"

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Eduardo Aguilar y Ángela Pérez, ferreiro y artesana. Esta pareja, jerezano él y colombiana ella, se instaló hace pocos meses en Villanueva de Oscos y se ha hecho cargo de la ferrería de Santa Eufemia, resucitando un edificio inaugurado en 2011 y que hasta ahora estaba sin uso. Además de crear artesanía donde combinan la forja y el macramé, y de hacer visitas guiadas a la fragua, Eduardo es el nuevo Jesucristo del vía crucis viviente de Villanueva.  

En la pasada Semana Santa, el vía crucis viviente de Villanueva de Oscos, tuvo nuevo protagonista: el papel de Jesucristo lo interpretó Eduardo Aguilar Caravaca, un jerezano de ojos azules y saltones que acaba de instalarse en concejo junto con su mujer, la colombiana Ángela Pérez. Gestionan la ferrería de Santa Eufemia, un edificio que llevaba más de una década sin uso y era réplica de la industria que estuvo activa entre 1676 y 1835. Dependía del monasterio de Villanueva, allí llegaba el mineral de hierro de las minas de la zona y salía en lingotes para los distintos mazos de la comarca.

–¿Qué tal como Jesucristo?

–Bueno, la verdad es que fue una experiencia muy bonita. Yo no soy especialmente creyente, pero ver al pueblo volcado, así involucrado con algo, con la energía y las ganas que le ponen, estuvo bien. Me sentía muy presionado por la responsabilidad. Pero, luego, una vez que ya empecé todo fluyó. ¡Y cuando me di cuenta, ya me habían resucitado! Así que todo bien. Yo creo que sirvió como de prueba de integración en el pueblo porque ahora llego y es que no me habían invitado a tantos cafés en mi vida. La verdad es que me costó un poco disimular el acento andaluz. Mientras conducía iba ensayando en el coche para que las frases me salieran sin acento. Pero bueno, al fin y al cabo, ¿Jesús no era de Arimatea? Y a saber cómo hablaban allí… Todavía no he visto ningún vídeo ni nada, pero creo que los vecinos quedaron contentos. Y si ellos están contentos, yo también.

"No, no soy muy creyente. Mi padre fue uno de los líderes sindicales de la reconversión del naval de los astilleros en Cádiz. Aquello fue duro porque yo tenía nueve años o por ahí. Y mi padre, de un día para otro, pues no vino de trabajar. Y es que se había encerrado allí en el astillero con los compañeros. Estuvieron seis meses. Y, claro, todo los días saliendo por la tele disturbios entre los trabajadores y la policía, contenedores ardiendo… Y tú, como eras un niño, por más telediario que vieras y que tu madre te explicara no te enterabas de nada. Pero la verdad es que aquello me forjó porque conocí un poquito más a mi padre y me imbuí bastante de él. Se llamaba como yo, Eduardo Aguilar, y falleció hace siete años. De mi padre lo aprendí todo. Desde arrancar una rama de olivo, hincarla y que naciese, hasta a hacer un tirachinas... Pero sobre todo a defender lo tuyo, a ser sincero, a mantener tus valores. Yo empecé con la fragua porque él hacía cuchillos. Era electricista y a veces hacía cuchillos en el taller. Nosotros vivíamos en el campo y yo le dije que iba a hacer un cuchillo mejor que él. Me trajo acero y no me quedó mejor que el suyo, pero le gustó. Él siempre me estaba apoyando en todo lo que yo hiciera. Siempre tuve una muy buena relación con él; me daba la vida".

"Yo soy herrero, soy fragüero. Y llevo varios años trabajando en los mercados medievales. Con mi mujer, Ángela, que lleva toda la vida con la artesanía, tenemos un proyecto que se llama ‘Macra-Fragua’ (@macrafragua, en Instagram) donde hacemos piezas que son la fusión de la forja y la artesanía, el macramé. El año pasado en Posada de Llanera, se nos acercó una chica fotógrafa, nos tomó fotos y nos comentó que aquí en Villanueva había una ferrería sin usar. Unos meses después teníamos un mercado en Orense y aprovechamos para venir para acá, visualizar la zona y nos encantó. Ahora estamos llevando la ferrería".

Ángela Pérez. "Desde que nosotros abrimos la ferrería en diciembre ha empezado a venir gente interesada. Hacemos una visita guiada y también Eduardo da un taller de fragua demostrativa. La verdad es que hemos sido muy bien recibidos aquí. La fragua se inauguró, pero nunca tuvo un herrero y su función como museo, como lugar ecoturístico, apenas ejecutó. La reinauguramos nosotros, digámoslo así. Y con ayuda del Ayuntamiento, que nos permitió gestionarla, y con ayuda de Luz, del Hotel Oscos, que también nos ayudó a encontrar vivienda, nos hemos quedado y estamos intentando darle un poquito de visibilidad. Poco a poco, van llegando los turistas. Y se van a gusto porque realmente es un lugar muy bonito que te conecta con la naturaleza y con el pasado y con la historia. Era la gran ferrería de los Oscos".

Eduardo. "La idea es enfocarla a dar cursos, un poco como una escuela taller para intentar recuperar la forja tradicional, con las peculiaridades también del lugar porque, por ejemplo, las navajas de aquí son diferentes a las de Taramundi y se conservan muy pocas. Tenemos incluso también la esperanza de que se pueda recuperar la casa del prior de la ferrería, que es la que se encuentras conforme llegas".

Ángela. "Nosotros, hasta ahora vivíamos en Jerez de la Frontera. Allí pasamos bastante calor y cuando vinimos aquí notamos muchísimo la diferencia, el invierno fue muy duro para nosotros. Pero, sí, lo resistimos los cuatro. Somos nosotros dos y dos adolescentes, la niña tiene 19 años y el pequeño tiene 15. Van al instituto de Vegadeo, les toca madrugar un poquito porque tardan unos 30 minutos en llegar pero se han adaptado muy bien, son unos jóvenes muy flexibles, ellos han viajado mucho conmigo y hasta el momento son unos niños muy disciplinados. Ellos van a cumplir ahorita dos años en España".

"Yo llegué hace cinco años de Colombia. La situación política y social de mi país es muy complicada y son muchos los emigrantes que salimos a buscar un mejor futuro, para tratar de vivir aquí con lo que nos quitan allí, que son los derechos fundamentales, la educación, la vivienda, la salud… En mi caso, que tengo hijos, es obvio que yo no quiero que ellos crezcan en un país con un conflicto así. Ellos se vinieron tristes, pero muy conscientes del paso que estaban dando. Mi país es riquísimo en muchas cosas, la gente es maravillosa y tenemos una gran biodiversidad, pero luego está esa realidad que viene de muchos años atrás… Pero bueno, aquí en los Oscos estamos viviendo un sueño. Y, poco a poco, se forjan y se tejen los sueños".