Abel teme que sus deliciosas fabas se las acabe comiendo el cambio climático

"Siempre se plantó en mayo y ahora algunos adelantan a marzo"

ASTURIANOS EN VILLAYÓN: Abel Fernández

Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Abel Fernández, productor de fabas. Tiene 38 años y es uno de los productores principales de fabas en Arbón, la afamada vega de Villayón donde crecen algunas de las más selectas fabas de Asturias. Abel Fernández se volcó con la explotación agrícola familiar cuando, a consecuencia de la crisis del ladrillo, cerró la fábrica de ventanas de Navia donde trabajaba. Hoy no teme otro crack económico como aquel que estalló en 2008 y le dejó sin empleo, hoy lo que teme es que el cambio climático haga inviable su actividad agrícola.

«Por circunstancias de la vida, mis padres empezaron a plantar fabas allá por los años 90. Cuando en Asturias apenas cultivaban fabas, aquí en Arbón ya éramos pioneros. Si no el primer pueblo, fuimos de los primeros. Es un valle con tierra muy buena, fértil, queda bastante resguardado del viento y es bastante caluroso el pueblo. Reúne las condiciones que la faba requiere. Ya por aquel entonces, había en Oviedo un concurso, la Faba de Oro, que creo que el premio eran 100.000 pesetas, y casi todos los años venía el premio aquí a este pueblo».

«Mi padres eran ganaderos, tenían vacas de leche y en los últimos años, antes de jubilarse, pusieron fabas. Diversificaron un poco. Al jubilarse, quedaron libres las tierras que se dedicaban a la ganadería y ya las dedicamos a este otro uso. Luego, yo cuando fui creciendo y teniendo edad de poder ayudarlos, también iba a las fabas. Primero estudiaba y cuando me sobraba tiempo libre, ayudaba. Luego empecé a trabajar en Benito Sistemas, en Navia, que de aquella era de los talleres de carpintería (hacían ventanas) de los más grandes de España. Éramos 180 en la fábrica. Pero en 2012, con la crisis, cerró Benito. Y entonces ya empecé a dedicarme en plenitud a la faba».

«Yo ahora produzco unas 15 toneladas. De los productores individuales debo de estar entre los mayores. En los últimos años, los márgenes se han ido estrechando y son mucho menores, con lo cual intentas subsistir a base de mover grandes volúmenes. Yo ahí igual tengo una ventaja y los costes me salen más económico. Porque, salvo para la recogida de la cosecha, el resto lo hago yo todo solo. Hay otros con la misma extensión que yo que tiene tres o cuatro obreros. Yo trabajo día y noche y los siete días, y no es solamente eso, el rendimiento por hora es muy alto. Porque, vamos a ver, no sé si decir si fue la suerte o qué, pero soy un caso un poco atípico como persona: tengo la hemoglobina por encima del máximo. Y eso me da mucha potencia y resistencia. Es decir, hay deportistas que necesitan doparse para resistir y aguantar, pero yo no lo necesito porque los glóbulos rojos, la hemoglobina, los tengo sobrepasados del límite máximo. Es de nacimiento. Con lo cual, yo trabajo y trabajo, y no me sigue el paso nadie. Y apenas necesito dormir. Duermo tres o cuatro horas y aguanto. No te niego que eso no me pase factura de mayor. Pero, ¡ay Dios!, hoy no me sigue el paso nadie».

«Lo hago yo todo solo salvo para recoger. Para recoger necesitas gente, porque más o menos, maduran toda la cosecha a poco tiempo, y necesitas quitarlas rápido, antes de que yo llueva y se te manchen. Si no, pierdes el trabajo de todo el año. Y ahí tenemos un problema. Porque es muy difícil encontrar trabajadores. Cuando pones una oferta de trabajo, te llaman y lo que primero te preguntan es cuánto van a ganar. Y llaman pocos. En la anterior oferta que puse yo este mes, me llamaron cinco o seis. Y como te digo, uno de ellos me preguntó que cuánto iba a ganar, que sería mil o mil y algo euros, el salario mínimo profesional, con seguridad social, todo legal. Pero me dijo que como él era de Avilés, ya se iba a gastar 300 euros en combustible, con lo que le quedaban 700. Y que como ya estaba cobrando 650 euros de ayuda, pues por 50 euros de diferencia no iba a trabajar un mes. Y como ese caso, la mayoría. Confío que, de aquí a septiembre, pueda encontrar gente para hacer la recogida. Si no, si vienen mal dadas, yo sé que la familia no me deja tirado y que, en el último momento, si hace falta, responde».

«Igual a la vuelta de la esquina hay que replantearse todo el negocio. Porque dependemos del clima y cada año está mucho peor. Y este año no sé qué decirte, porque llevamos todo el invierno seco sin llover… Este mes (finales de abril) ya estamos sembrando todos los productores, la tierra está muy seca, necesitábamos agua. Sin agua, directamente, si pasa una semana, la faba ya no nace. No es algo que necesite agua durante los cinco meses de ciclo, que también, es que necesita agua y humedad ahora al nacer. Con la tierra seca, no nacerían. Pero tú miras en el teléfono la predicción meteorológica, y nada de lluvia. La tierra está toda completamente en polvo. No sé el futuro que nos espera y si nos seguiremos dedicando a esto o no».

«Nosotros, los que trabajamos en el campo, somos de las pocas profesiones que dependemos de la meteorología. Dependemos de lo que nos cae de arriba, sea sol o sea lluvia. Y los desbarajustes climatológicos que encontramos fuera de fecha, no son normales. Hoy había por la mañana un rocío muy fuerte que casi parecía a una helada. ¡Al finales de abril! El año pasado, el día 12 de mayo había heladas… Si coge las plantas ya sembradas, lo perdiste todo».

«Normalmente toda la vida se empezó a sembrar en mayo. El ciclo de la faba son sobre 5 meses. Ahora con el calentamiento del planeta, empezamos ya a adelantar la siembra al mes abril. En el caso mío sembré ya las primeras el 4 de abril, pero es que conozco gente que sembró en marzo. En marzo, sembraron verdina, no blanca. No sé qué va a pasar. Habrá que adaptarse o, no sé, o cerrar. Leí este día que el Serida, si no entendí mal, estaba investigando una faba que se adapte al cambio climático. No sé lo que se descubrirá ni lo que no, pero o se hace algo o nos queda futuro para poco. Porque el caso es que hay que producir, porque necesitamos comer y vivir de algo».

«Esto del cambio climático te hunde la moral. Mira, cuando trabajaba en Benito Sistemas yo veía que era una empresa potente y nunca pensé que podía quebrar. Pero me equivoqué y ahora, por culpa del clima, ahora sí te digo que no lo tengo muy fijo el continuar con las fabas. Yo debo ser de los pocos que se alarma y que ve las cosas, o los demás lo ven y no lo comparten y se lo guardan, pero es que lo que está pasando con el clima es algo realmente grave».