Palma Aparicio riega el desierto con palabras: las bibliotecas asturianas en el Sáhara

Una profesora jubilada gestiona a diario desde Arriondas la red de bibliotecas y bibliobuses que ha creado en los campamentos saharauis la asociación Bubisher, impulsada por el escritor Gonzalo Moure

Palma Aparicio, primera por la derecha, con otros integrantes de la red de bibliotecas de la asociación Bubisher en los campamentos de refugiados saharauis

Palma Aparicio, primera por la derecha, con otros integrantes de la red de bibliotecas de la asociación Bubisher en los campamentos de refugiados saharauis

Cada día riega el desierto con letras para que reverdezca el nuevo futuro y los 160.000 refugiados saharauis logren salir de la pena de olvido que el año próximo durará ya medio siglo. Todos los días, desde Arriondas, Palma Aparicio, profesora jubilada de Lengua y Literatura del Instituto de Cangas de Onís, conecta a través de WhatsApp con los responsables del grupo de 28 saharauis que trabajan en la red de cinco bibliotecas y bibliobuses montada por la asociación Bubisher, una iniciativa impulsada en España por Gonzalo Moure, uno de los escritores de referencia nacional en la literatura infantil y juvenil y vecino de Figueras (Castropol). Palma Aparicio es una de las integrantes de esta asociación que lleva el nombre del pájaro del desierto que anuncia las buenas noticias. Su labor es coordinar toda esa red de centros culturales presentes en los distintos campamentos de la provincia argelina de Tinduf.

Una de las bibliotecas construidas por la asociación Bubisher

Una de las bibliotecas construidas por la asociación Bubisher / .

«Empezamos en 2008 con un bibliobús en Esmara y allí hicimos también la primera biblioteca. Todo lo iniciaron los escritores Gonzalo Moure y Ricardo Gómez. Como vimos que empezaba a funcionar bien, llevamos otro bibliobús a otro de los campamentos, empezamos a ir a los barrios y a las escuelas...Primero iba el bibliobús, abría camino y luego intentábamos hacer la biblioteca. Este año inauguramos la última, en el campamento de El Aiún. Fue la quinta».

Palma confiesa que «es un proyecto que parece muy grande pero es pequeño». «No tenemos financiación oficial, salvo algún ayuntamiento que nos quiera dar algo. La mayor parte la conseguimos con la donaciones por los libros que se han editado. Y ahí Gonzalo Moure es uno de los que más recauda. También tenemos unos 200 socios y a través de la plataforma Teaming –donde cada uno aporta un euro al mes a la organización que desee– logramos ya cerca de 400 ‘teamers’. No tenemos ni oficina, ni teléfono, ni nada. Somos cuatro amigos dispersos por toda España haciendo lo que podemos cada uno. Todo el dinero que recaudamos va a los campamentos. Cuando nosotros viajamos, que yo suelo viajar una o dos veces al año, nos pagamos el viaje y la estancia nosotros. Si no, sería imposible hacer las bibliotecas».

En los campamentos tienen un equipo saharaui «que es fantástico». «Ahora mismo son 28 personas y les pagamos todos los meses una media de 130 euros al mes a cada uno. Por eso nos tenemos que mover muchísimo para sacar todo ese dinero. Para pagarles, para construir las bibliotecas y también para las reparaciones. Con los bibliobuses, ahora mismo, estamos haciendo una campaña. A ver si nos ayudan a reponerlos. En el desierto todo se destroza. No aguanta nada entre el siroco, el pedregal aquel...».

Palma Aparicio leyendo con un grupo de niños saharauis

Palma Aparicio leyendo con un grupo de niños saharauis / .

Cada mes tiene su afán económico para recaudar y lograr que el bubisher siga dando buenas noticias, también para los saharauis que se esfuerzan a diario por llevar adelante la red de centros de lectura. Palma Aparicio: «Desde que yo estoy aquí colaborando, juré y perjure que todos los meses, en final de mes, esta gente que tenemos en las bibliotecas tenía que cobrar su sueldo, que podíamos no tener más libros, que podíamos no arreglar el bibliobús o que se cayera el tejado, pero el sueldo lo tenían que tener, porque yo suelo decir esto: yo amo muchísimo mi profesión me ha encantado ser profesora, y de hecho dejé la enseñanza arreglada y me sigo dedicando con esto a la enseñanza, pero todos necesitamos tener un sueldo».

«Nuestro proyecto es uno de los más valorados en los campamentos. Ha habido muchos proyectos. Pero llegan allí, lo montan, lo dejan con la mejor intención en manos de saharauis y no hay un seguimiento. Mi función es ésa: estar en contacto con ellos a diario. A diario. Todos los días nos mandamos qué ha hecho cada biblioteca, en la escuela, en los barrios... Y así cada uno va cogiendo ideas. Ahora mismo tenemos a 28 personas trabajando en la red, pero han pasado por ahí más de 50. Y, sobre todo, gente joven. La idea es crearles un puesto de trabajo, darles las herramientas y que luego ellos las utilicen como quieran, porque es su pueblo, es su conflicto y son ellos los que tienen que saber qué quieren enseñar a sus niños, qué les quieren transmitir a sus jóvenes y a sus mayores. Por ejemplo, les dijimos, mira: las bibliotecas no solamente son bibliotecas para leer un cuento, son centros de cultura. Si alguien quiere dar una conferencia o una charla, pues adelante. Y, efectivamente, se han empezado a dar charlas de salud, sesiones de cine... Todo eso lo coordinan ellos allí». Palma lleva también las redes spociales de la red de bibliotecas, «donde subimos noticias todos los días».

Una panorámica de uno de los campamentos saharauis

Una panorámica de uno de los campamentos saharauis / .

«Cuando empezamos cometimos el error de pensar que todos hablaban español. Y cada vez hablan menos español. Por eso veíamos que la gente joven no iba a la biblioteca. ¿Y por qué no iba? Yo no entendía. Hasta que una de las bibliotecarios me dijo: ‘Es que no tenemos libros en árabe’. Ellos quieren leer en árabe. Bueno, pues ahora también compramos libros en árabe. Y ellos los eligen. Les pagamos un viaje a Orán y los compran en las librerías de allí. Lo hemos hecho dos veces ya. Cada vez unos 5.000 euros en libros en árabe. No te creas que es tanto, que luego hay que repartir entre las cinco bibliotecas y nos quedan 47 libros en cada una. Poquito a poco vamos intentando que sean ellos los que demanden los libros que quieren leer».

Palma Aparicio, como todos los que componen la asociación Bubisher, cree en el poder de los libros. «Siempre decimos que la cultura les va a hacer libres. Les decimos que un pueblo culto es un pueblo con muchas más posibilidades. No entramos mucho en el tema político, pero qué te voy a decir... Yo, que amo al pueblo de saharaui y que estoy pendiente de ellos todos los días, me parece una traición clarísima la que han sufrido».

«¿Los motivos? Hay un submundo tan profundo ahí que solo podemos analizar la superficie, pero no la profundidad del problema. El próximo año cumplirán 50 años viviendo como refugiados. El día a día es duro. La gente joven se está yendo cada vez más, tienen que salir a buscarse la vida. Los que están allí se están asentando y están mejorando su forma de vida. Los argelinos les están poniendo medios para que vivan mejor y para que se queden. Ya son campamentos muy grandes, con muchísimos habitantes que atraen a cantidad de voluntarios. Los refugiados dejan mucho dinero de la cooperación a Argelia: dentro de Argelia solamente puedes volar con las líneas a áreas argelinas y si quieres ir a los campamentos, tienes que hacer un visado que te cuesta 100 euros. Y es mucha gente la que va».

Esta bibliotecaria a distancia sufre por la sombra de invisibilidad que ha caído sobre los saharauis. «Nadie ve a este pueblo. Es un pueblo absolutamente olvidado. El 90% de la población española sabe muy poco sobre el pueblo saharaui. Es verdad. Está naciendo la tercera generación en los campamentos. Pero la que llegó, la que luchó, la que peleó, se está muriendo sin haber podido regresar. Es el gran drama de este pueblo olvidado: los que llegaron con la ilusión de volver en poco tiempo se están muriendo allí. En los cementerios ya hay más gente muerta que viva en los campamentos. Y los que están naciendo ahora, muchos, emigran cuando se hacen jovencitos, porque allí no ven futuro».

–¿ Y usted por qué lo hace? ¿Por qué se ha embarcado en este proyecto que le exige dedicación diaria, aunque sea a distancia?

–Qué difícil la pregunta. A veces piensas que lo haces por ellos, pero muchas veces también pienso que lo hago con mí. Porque es una forma de decir que algo de mí está quedando ahí, que estoy haciendo algo por los demás. Y cuando tú haces algo por los demás en realidad, en el fondo, estás haciendo algo por tí mismo. Pero yo no soy la protagonista de esta historia, los protagonistas son los saharauis. Mis bibliotecarios saharauis. Ellos son los que de verdad entienden que su pueblo necesita ser culto y que esos niños necesitan los libros.

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