Trece lecciones de empresa de Pepín Corripio, que tiene 14.000 empleados en la República Dominicana
El empresario villaviciosino, de 90 años, encabeza un potente grupo de negocios y acaba de crear junto a sus hijos y esposa una fundación en Asturias para apoyar proyectos en beneficio de la comunidad
"El éxito responde más a la persistencia y al entusiasmo del trabajo que a la inteligencia, no hay pared que resista un martillazo diario"
"Yo digo que nadie debe ser rico sin antes haber pasado por pobre, digo que la pobreza fue la gran maestra de mis padres"

Pepín Corripio, en su casa de Villaviciosa / ángel gonzález

José Luis, "Pepín", Corripio Estrada, nacido en Arroes el 12 de marzo de 1934, noventa años cumplidos, hijo único de Manuel Corripio y de Sara Estrada, dos emigrantes asturianos en la República Dominicana que plantaron la semilla de un grupo empresarial que Pepín ha multiplicado. La familia Corripio es hoy una de la principales fortunas del país. Está en todos los sectores de la economía, posee más de 40 empresas y unos 13.000 empleados. En 2002, Villaviciosa lo nombró Hijo Predilecto y ahora acaba de constituir, junto a sus cuatro hijos y su esposa, la asturiana de Coya (Infiesto) Ana María Alonso, la Fundación Corripio Alonso para premiar económicamente y alentar el desarrollo de proyectos ejemplares para la comunidad. Recibe a LA NUEVA ESPAÑA durante su estancia vacacional en Villaviciosa. Corripio es menudo, de ojos pequeños algo achinados; emite un humor ligerísimo. Es pensador. Dicho a la asturiana: parez listu como una ardilla. Contra lo esperado, aparece en pantalón corto y camiseta, ambos grises; viene de correr en la cinta –"la caminadora"–, así que por el deporte empezará esta serie de reflexiones con las que Corripio sintetiza su visión de la vida, de los negocios y el dinero, de la riqueza y la pobreza, de la importancia de educación de los hijos y de la laboriosidad, pero también del amor y la vejez:

Por la derecha, Pepín Corripio, su esposa, Ana María Alonso, y la hija menor del matrimonio, Ana Corripio Alonso. / | Ángel González
Precalentamiento. Correr para alcanzar el "sentido nebuloso" que necesitan los negocios.
"Ya di la vuelta al mundo cuatro veces. Desde el año 65 anoto todo lo que camino todos los días como ejercicio. Siempre he hecho ejercicio. Considero que es una forma de mantener la mente alerta y dispuesta a razonar correctamente. Hay negocios y decisiones que no tomo sin correr antes diez o doce kilómetros. Hay negocios y decisiones que no las tomo por la inercia del entusiasmo ni por la inercia del razonamiento. Todo tiene que tener la aprobación de un sentido nebuloso que a uno le dice: ‘Puedes hacerlo’ o ‘No puedes hacerlo’. Corriendo, cojo yo la ecuanimidad para razonar y llegar a ese razonamiento. Es un paso previo. Estar tranquilo, sereno, es importante. Todas las medidas que se toman por entusiasmo puramente y solo por entusiasmo, sin razonamiento envuelto, suelen ser peligrosas. Me dicen mi esposa y mis hijos que yo pienso siempre en lo peor y digo yo: ¡es para lo peor para lo que hay que estar preparado! Lo bueno siempre es recibido con los brazos abierto. Para lo bueno no hay que estar preparado".
Primera clave. La "disposición" del padre.
"Mi padre llegó a Santo Domingo en tercera clase porque decía que no había cuarta. Él fue a los 13 años en un barco a Santo Domingo. Iba con un señor que era de aquí, de Cabranes. La familia se lo encargó para que lo acompañara porque el hermano mayor de papá, Ramón, ya estaba trabajando en Santo Domingo. Pero papá se mareaba. Lo pusieron en tercera clase, abajo, donde estaba el olor aceite, el olor al desperdicio de comida. Se mareó los dos primeros días y al tercero optó por ir a la cubierta a las cinco de la mañana, buscando aire fresco. La zona era exclusiva de primera clase. Él vio a los marinos cepillando el piso de la cubierta, que era de madera, con un jugo con agua y jabón. Vio un cubo que un marino, que había ido a hacer sus necesidades y lo había dejado allí. Sin preguntar nada, papá, con 13 años, se puso a cepillar el piso de la cubierta. Cuando lo vieron, los marineros dijeron que qué era aquello; está prohibido poner a un niño a limpiar. Pero él dijo: ‘Déjenme que yo me mareo mucho abajo y tengo necesidad; yo les voy a ayudar, pero es solo para que me de el aire fresco de la mañana y poder estar aquí’. Entonces lo dejaron, les cayó en gracia esa disposición. Y con esa disposición hizo el viaje allí, comiendo la comida de primera clase".
"Papá me dijo una vez: ‘Yo nunca en la vida sería un desempleado’. Hubo una época en que había mucho desempleo en el mundo; entre 1975 y 1980 hubo una crisis. Por entonces él tenía ya 85 años, estábamos comiendo y yo le dije: ‘Papá, la situación económica está muy mal en el país, hay mucho desempleo’. Pero él, que siempre quería ir contra los que ponían la cosa muy fácil, me dijo: ‘Hay mucho desempleo porque hay muchos que salen a buscar trabajo y le prenden una vela al Diablo para no encontrarlo y otra de Dios para encontrarlo’. Y yo le digo: ‘Papá, no, estás equivocado; si hay 20.000 puestos de trabajo disponibles en la economía y hay 40.000 aspirantes hay 20.000 que se quedan matemáticamente sin trabajo’. Y entonces fue cuando me dijo que él nunca iba a estar en la lista de los desempleados. ¿Y porque tú estás tan seguro? Me dice: ‘Mira, si yo estoy desempleado por una causa de fuerza mayor, iré a buscar trabajo a un sitio donde yo pueda desempeñarme con propiedad y tenga conocimientos de ese tipo. El administrador o el dueño me van a decir sí o no. Si me dice que sí, ya se cumplió la meta. Si me dice que no, yo le voy a decir: quiero que usted entienda que es trabajo lo que estoy pidiendo, no sueldo; yo le voy a trabajar a usted un mes gratis, no voy a cobrarle ni un centavo. Y al cabo de un mes, cuando usted me vea trabajando, yo le voy a preguntar: ¿me quedo o me voy?’ Entonces mi papá se sonríe y me dice: ‘¿Tú sabes lo que va a pasar, Pepín? Si no necesitaba un empleado nuevo va a cancelar a otro para ponerme a mí. Va a ser otro el que pague las consecuencias y eso es lo que yo voy a lamentar, pero tener a una persona que trabaje como yo, y con el interés con el que yo voy a trabajar, es un lujo que no se lo permite ningún administrador de ninguna empresa’. Por eso yo le digo a los que trabajan con nosotros, que son 13.000 personas más o menos, que imposible es lo que se consigue un poco más tarde".

Pepín Corripio, en su casa de Villaviciosa, con dos fotografías de su familia. / | Ángel González
Segunda clave. El trabajo es el destino.
"Mi padre me transmitió más lecciones de las que aprendí en la universidad y en los años de mis estudios, que fueron bastantes. Yo trabajaba y estudiaba al mismo tiempo y fui poco a poco incorporándome al negocio. A los 16 años me hicieron mayor de edad por algún acto de emancipación. Mis padres vinieron a España y yo me quedé manejando el negocio, que ya no era tan pequeño en 1959: ya tenía 2 millones de dólares. El empleado más próximo a mi edad tenía 27 años y yo me quedé dirigiendo. Pero a esa edad ya había pasado por el entrenamiento del trabajo, desde barrer hasta administrar. Y también, porque lo veía en casa en todos los comentarios de papá y mamá, yo observé que trabajar era el destino más seguro que uno puede tener cuando lo hace con interés y con entusiasmo".
Tercera. La pared y el martillazo diario.
"Yo podría haberme dedicado a la buena vida, podía haber sido un haragán, pero no fui criado así. En este punto le debo mucho a la educación que recibí. Porque yo considero que la coacción en la educación es un ingrediente ‘sine qua non’. No se puede dejar la aventura a un niño imberbe sin condiciones que planeen su futuro, sin el asesoramiento de una persona mayor que ha demostrado tener éxito en la vida. Y la educación que a mí me dieron, y eso es algo que se puede transplantar a cualquier joven, indica que el éxito es algo que obedece más a la persistencia y al entusiasmo del trabajo que a la inteligencia y la educación académica. No hay pared que resista un martillazo todos los días. Podía yo podía haberme dedicado a la buena vida, sí, pero me hubiera sido difícil porque vi a mi madre y a mi padre trabajando durante 20 años, 14 horas diarias".
Cuarta. Enseñar es dar ejemplo.
"La enseñanza obedece mucho a los padres. Y los padres están abdicando su posición de educadores por la de acomodadores. Y eso es peligroso. Porque la tendencia natural del ser humano es hacia la ley del menor esfuerzo. Yo tenía todas las condiciones periféricas para salir un haragán. Porque no tenía la justificación ni el motivo para hacer tantos esfuerzos trabajando. Podría tenerlo sin trabajar. Pero trabajar es un esfuerzo del yo contra el yo. El trabajo pone a uno a pensar en tantas cosas que se pueden hacer…. El dinero no es la justificación real ni remota del esfuerzo de la familia".
"Y yo estas cosas, a mis hijos y nietos, se las digo con el ejemplo. Vale más un minuto de ejemplo que una hora de trabajo. Yo estoy convencido de que usted no hace nada con decirle a su hijo que hay que trabajar si usted se queda durmiendo la siesta hasta las 12 de la mañana. No vale. Es ir a trabajar. Es decir: ‘Vamos a trabajar’. Y ese fue el método de enseñanza: ‘Vamos a trabajar’. Y salimos papá, mamá y yo a trabajar".
Quinta. Lo que enseña la pobreza y la teoría de la pobreza artificialmente.
"Teníamos originalmente un tienda de almacén de provisiones de comidas al por mayor: arroz, habichuelas… Se fue ampliando de año en año. Y el horario eran 14 horas por media al día. Era un trabajo demencial, porque se trabajaba sin límite, sin saber cómo se hacía la cosa. Se trabajaba tanto porque hacíamos todo, desde barrer. Todavía era un negocio pequeño, que es cuando mejor se aprende. Un negocio pequeño tiene los mismos problemas que uno grande, pero son problemas más pequeños en su número y su costo".
"Dejábamos reinvertido el dinero que ganábamos y así accedimos a una especie de capitalización, que es una de las doctrinas mías. Nosotros no sacábamos dinero para uso de adornos y de lujos sino que lo capitalizábamos en el negocio. Así el crecimiento se hizo geométrico en vez de aritmético. Crecíamos porque todo se quedaban en el negocio".
"Nosotros accedimos a las comodidades con 10 o 15 años de retraso. El hecho de acceder a las comodidades de la vida prematuramente es un fracaso. Porque el poco capital que se necesita para crecer lo gastas en lujos, a destiempo. No tienes por qué ponerte a gastar cuando puedes esperar y el negocio lo necesita para crecer. Y, además, aprendes más. No es posible que tú tengas un negocio y necesites dinero y tengas que buscarlo siempre en un banco prestado. Te haces víctima del banco. Si no gastas el capital que necesitas para crecer mantienes la independencia y tú además tienes el aporte del trabajo y de la honradez, que es muy importante".
"Yo digo que nadie debe ser rico sin antes haber pasado por pobre. Digo que la mejor experiencia que hay es la pobreza. La pobreza fue la gran maestra de papá, y de mamá en menor escala. Porque yo creo en la pobreza artificialmente inducida, que es una política que la conocen Santo Domingo como un método de enriquecimiento".
"Nosotros vivimos como pobres etapas de la vida en que ya no podíamos vivir como pobres porque éramos incuestionablemente millonarios, pero inducimos la pobreza para enseñarle a los hijos de uno y a los nietos cómo se ganan las cosas y cómo se triunfa en la vida. Porque no hay nada más triste que un adinerado estúpido y torpe, porque se nota más las malas cualidades que tiene. Y la pobreza enseña mucho. Esta pobreza me la indujeron a mí y yo la induje p’alante".
Sexta. El dinero, la escalera y lo que se puede y lo que se debe hacer con él.
"El dinero me importaba cuando no lo tenía porque era un método de completar la escalera. Pero yo siempre sé que la escalera de subida es la misma que la de bajada. Ganar dinero para subir la escalera no quita que bajes la escalera por el mismo sitio que subiste. Tú tienes que considerar que cuando tienes dinero se hace más difícil tener éxito, porque tienes más tentaciones y más posibilidades de cometer errores. Porque eres asediado por ti mismo en busca de lo que se puede hacer y no de lo que se debe hacer. Te pones a elucubrar sobre gastos y cosas superfluas, que son necesidades innecesarias. El mundo está lleno de necesidades innecesarias y esa es la vida más directa al fracaso".
Séptima. La importancia de mantener la honradez.
"Nosotros estamos en todos los negocios posibles de la economía de la República Dominicana. Tenemos unas 40 compañías y todas son administradas en última instancia por nuestro método. Hay algunas que las manejan gestores de no son de la familia pero siempre bajo el efecto de uno. Y aquí la honradez es muy importante. Es importante la confianza que tiene la gente en uno. En el año 1930, hubo un ciclón muy fuerte (el ciclón San Zenón). Y como las casas eran de madera con techo de zinc corrugado, se perdió casi todo el dinero de la existencia que había. Casi todos quebraron y el negocio del tío Ramón y de papá estaba muy mal. Debían al Royal Bank of Canada 30.000 dólares. El banco le propuso a los acreedores que pagaran la mitad y les condonaba la otra mitad. Pero papá y el tío le dijeron: ¿cuánto fue el dinero que ustedes nos entregaron? ¿30.000 dólares? Pues 30.000 dólares es lo que vamos a pagarles a ustedes; nosotros no queremos rebajas, queremos tiempo. Dennos dos años más para pagarlo en forma escalonada. Y le pagaron los 30.000 dólares. Fueron el único cliente que pagó completo y no se acogió a la dádiva del 50%. Y ese fue uno de los mejores negocios que hicieron en su vida, porque de ahí p’alante jamás el Royal Bank of Canada les negó un préstamo. Estaba aprobado automáticamente".
Octava. Teoría de la colindancia.
"Cuando adquiero una compañía o se pone un negocio nuevo, yo me baso eso mucho en la colindancia. Para mí los negocios que más me interesan son igual que los terrenos que colindan con terrenos míos. El mejor negocio es uno cuando colinda, en su estructura y en su manejo con otro que uno tiene. Porque se hace una simbiosis que multiplica la rentabilidad. Por ejemplo, tenemos una fábrica de pintura que controla el 80 por ciento de toda la que se vende en República Dominicana y en Haití. Esa fábrica no hubiera tenido resultado si yo no hago la colindancia de fabricar los envases de plástico o de hojalata para la pintura. Porque eso significa el 30 por ciento del valor de la pintura".
Novena. Las vacas gordas y las vacas flacas.
"Estoy convencido de que el primer libro de economía no es ‘La riqueza de las naciones’ de Adam Smith. El primer libro de economía es el Antiguo Testamento, donde se habla de los siete años de vacas flacas y los siete años de vacas gordas. Esa es la expresión de que con el dinero se puede caer más fácil en la pobreza. Muchos ven la riqueza como una vacuna contra la pobreza y no es verdad".
"En realidad, la riqueza te acerca más a la pobreza: la tendencia es que las generaciones sucesivas de una gente rica tiendan a a ser pobres. Es un reciclaje. Yo digo que es un reciclaje correcto y merecido de la sociedad por el mal uso de la austeridad".
Décima. El eslabón que tiene claro sus orígenes.
"Yo soy un eslabón que llegó en la época de la cosecha y no en la época de la siembra. A mis padres les tocó la época de la siembra del trabajo. Ellos son los que tienen mérito. No es lo mismo cuando tú empiezas en el sótano y llegas al primer piso que cuando tú estás en el primer piso y subes hasta el piso 10. Porque ya en el piso primero ya tú tienes una mecánica para seguir subiendo".
"Cuando mis nietos (diez nietos y ya quince biznietos) vienen aquí, yo los llevo a una choza que hay en Balbuena en Cabranes, cerca de Santa Eulalia, digo que es una choza porque es del tamaño de la sala de esta casa donde estamos ahora, con los aposentos y todo. Debajo tenían las vacas y arriba dormían precariamente, con una pobreza exagerada. Pues yo los llevo allí, de donde era la familia de mi padre, para que sepan de dónde salimos".
Undécima. El dinero y la felicidad.
"Yo no he sentado nunca la felicidad en las bases de la economía. Yo dije, y me pidieron permiso muchas instituciones para pasar eso como anuncio o como consejo, yo dije que en la vida había gente que se creía que tenía riqueza y que era de su propiedad, y decían que se habían ganado el mérito de tener eso y que esa riqueza era de ellos. Pero no se daban cuenta de que uno es un puro y simple administrador de la riqueza que le permite el destino haber usado. Aunque lo haya producido, todo obedece al hecho de que son cosas que el destino ha puesto en la mano de uno. Pero uno se va y yo nunca me he visto a nadie enterrándose con una caja fuerte".
Reflexión final: llegar a los noventa y más.
"Cuando cumplí 90 años me dice un amigo y compañero mío: Pepín, ya cumpliste 90 años y todavía no has empezado a decir disparates. Y yo digo: No, papá murió con 96 años y firmaba cheques y no tenía problema. Y yo espero no tenerlos. Pero te voy a decir una cosa: hoy en día los disparates los dicen la gente joven, no la gente vieja".
"Yo sigo trabajando. Aquí (a Villaviciosa, en verano) me mandan los papeles importantes, tenemos un correo de ida y vuelta. Porque me da la impresión que las ‘no-noticias’ son malas noticias. Que me den noticias nuevas aunque sean malas, aunque que sean problemas, porque así yo veo que están atendiendo los negocios".

El empresario Pepín Corripio y su esposa, Ana María Alonso, en Villaviciosa. / ángel gonzález
La historia de un amor que dirigió ese ser "escondido en el infinito"
Pepín Corripio se casó en Asturias. Su esposa, Ana María Alonso, de Coya (Infiesto), vivió en la región hasta los 23 años. Se conocían de la familia, sus abuelos eran primos. Todo surgió en una fiesta de las Piraguas.
–¿Por qué se vino a casar con una asturiana?
–Porque el amor lo dirige un ser que está escondido en el infinito y estás sentenciado. Y, además, por las buenas cualidades que mi esposa tenía y tiene. Es para volverse a casar si hay que volverse a casar. Hay un detalle que indica mucho las cualidades de mi esposa. Son inusuales su adaptación y su temperamento, firme en la educación, pero cariñosa y amable con todas las personas. Y hay un hecho que le pasó a los 13 años... Mire. Ella estaba en la tienda de sus padres en Infiesto y salió corriendo para la acera de enfrente para ir a la casa y vino un carro que no se veía, porque había un autobús aparcado delante de la tienda. El automóvil la choca y le rompe la pierna derecha. La llevan desesperadamente a un centro médico y ella lo único que decía en el camino era: no le hagan nada al chofer que él no tuvo la culpa, yo crucé sin ver. Y digo yo que en ese momento no es muy fácil que uno esté preocupado por el chófer. Ella es así y esa una constante en su vida personal.
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