La estremecedora experiencia de una estrella asturiana del fútbol ayudando a los afectados por la dana: "Empecé a destrozarme"

La jugadora asturiana del Levante Érika González narra su traumática experiencia y se enorgullece de la respuesta de Colombres "por recolectar y mandar furgonetas llenas de material"

Érika González, ayudando tras la dana.

Érika González, ayudando tras la dana. / E. G.

Cristina D. Menéndez

"Hace mucho viento, la calle se ve mal... ¿vais a ir a entrenar por la tarde?". Y sí, fueron a entrenar, al igual que el resto de valencianos salieron de sus casas para trabajar y hacer su vida normal hace dos semanas. Érika Gonzalez (Colombres, 2004) recuerda la conversación entre una de sus compañeras en el Levante UD y su madre, inconscientes de que sería la última vez que podrían entrar en las instalaciones del club en Buñol, una de las localidades afectadas. El viaje de vuelta en coche a su domicilio en Valencia fue turbulento, pero la asturiana llegó sin mayor problema. En los alrededores de su casa se respiraba normalidad y el único indicio de que podía estar pasando algo es el aviso por SMS de la Generalitat antes de irse a dormir, un mensaje donde se pedía precaución, pero que no denotaba la gravedad de la situación.

Érika aprende a jugar en el barro

Érika aprende a jugar en el barro

El 30 de octubre, dos mensajes levantan a Érika: un pitido que ella recuerda como "criminal" (otro aviso de la comunidad) y un comunicado del club cancelando el entrenamiento. Al igual que el resto de España, enciende la tele y se horroriza con lo que ve, caudales de agua marrón arrastrando todo lo que se encuentra a su paso. En ese momento el fútbol está en un segundo plano y Érika, junto a otras compañeras, van a Paiporta para ayudar. El estado de las carreteras le obliga a aparcar el coche a las afueras y comienza una caminata de una hora hasta el pueblo. Lo primero que le sorprende en el camino es la respuesta masiva de la ciudadanía: "Lleno y lleno de gente con cubos, escobas, con las manos vacías, pero con unas ganas enormes de llegar y ayudar".

Érika suspira al recordar la entrada al pueblo y hay un silencio: "Fue cuando empecé a destrozarme. Tienes que entrar callado. No eres capaz de comentar lo que estás viendo". Pinta las imágenes que se han visto estas semanas, locales destrozados, coches amontonados y todo cubierto de barro. La falta de maquinaria especializada y organizadores cualificados ralentiza el trabajo y pone en peligro la salud de los voluntarios. Érika cuenta cómo se vieron obligadas a arrancar puertas de armarios para sacar el barro de la clínica regentada por el padre de su compañera Estela Carbonell. También como la falta de información y la necesidad de ayudar le pusieron en una situación peligrosa sin saberlo: "Yo sacaba barro sin guantes y sin nada porque no te paras a pensar que ese agua podría haber estado en contacto con animales muertos o cadáveres". Por fortuna, la asturiana no se hizo ninguna herida física, pero confiesa que lloró en la cama antes de dormir recordando lo que había vivido ese día.

En las horas bajas, el Levante no dudó en ponerse a disposición del pueblo. "Me siento orgullosa de que mi club haya puesto el Ciutat como punto de recogida", asegura Érika. Desde el estadio granota se ha hecho llegar a los afectados ropa, comida o productos de limpieza. Recursos llegados de toda España, como el lugar de nacimiento de Érika, Colombres: "Estoy orgullosa de que, desde el pueblo donde me crié, hayan sido capaces de recolectar y enviar furgonetas llenas de material".

La Liga F, al igual que la masculina, no ha parado de jugarse a pesar de las quejas de jugadores, clubes y aficionados. El Levante, después de posponer dos partidos, vuelve a competir este domingo contra el Real Betis. El club se ha visto obligado a trasladar sus entrenamientos a Natzaret por las inundaciones en Buñol, donde no parece que vayan a poder volver de forma inmediata. Aun así, el cambio más grande en la rutina para Érika y sus compañeras es un pequeño gesto antes de empezar a darle patadas al balón: un minuto de silencio.

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