La huella en piedra de los indianos
Villa Ignacia, un regalo de bodas que se convirtió en símbolo de sanación en Colombres
La construcción de Colombres, conocida hoy como la "Casa de los leones", pudo ser proyectada por el arquitecto Mauricio Jalvo, que colaboró en las obras del santuario de Covadonga
La casa nació como un regalo nupcial del emigrante Francisco Sánchez Escalante a su hijo y, ya en el siglo XX, su nieto, "Don Paco el médico", la usó también como consultorio, en el que atendía a todos los vecinos
Virginia Casielles, historiadora del arte y especialista en el fenómeno migratorio de los indianos, firma esta serie de artículos sobre la huella en piedra que dejaron en Asturias los emigrantes que triunfaron en América. Esta especialista contará periódicamente para "Asturias Exterior" de LA NUEVA ESPAÑA, la historia constructiva y familiar que tienen algunas de las más señeras casas de indianos que hay en la región. Virginia Casielles es autora del libro “Una saga de maestros de obra”, sobre la familia Posada Noriega, que edificó numerosas casa de este tipo en el Oriente, y también de “El pequeño indiano”, la exitosa versión infantil del libro anterior.
Francisco Sánchez Escalante, emigrante a Cuba junto con su hermano Víctor y socio comanditario en la fábrica de tejidos La Fortuna, regresa pronto a Asturias, en 1886, asentándose en Colombres y convirtiéndose en una figura muy relevante, tanto social como políticamente, pues llegó a ser alcalde del municipio de Ribadedeva. Casado con Paula Villaverde Jalvo, decide levantar otro testimonio en piedra de su aventura americana una magnífica residencia como regalo de bodas para su hijo Francisco Sánchez Villaverde y su esposa, Ignacia Noriega. Para ello, eligen unos terrenos en la zona alta de Colombres, alejados del Redondo, lugar donde se encontraba la casa familiar de los Sánchez Escalante.
La casa, llamada "Villa Ignacia", se levanta en 1897 y, en su estética exterior, no responde a las características técnicas de las obras del maestro de obras local Manuel Posada Noriega. En cambio, muestra un aire más abierto a las tendencias cosmopolitas del modernismo, presentes en ese momento en ciudades como Madrid y Barcelona. Esto hace pensar que la quinta fuera proyectada por el arquitecto madrileño formado en el modernismo Mauricio Jalvo Millán (Madrid, 1867 - Algora, Guadalajara, 1933), primo de Paula Villaverde Jalvo. Esta hipótesis se refuerza por su participación en las obras del Real Sitio de Covadonga, donde colaboraba con el arquitecto y profesor Federico Aparici; por proyectar el panteón familiar de los Sánchez Escalante y, además, por el remate de los vanos y el cuerpo de torre cuadrada con balaustrada, que recuerdan al que, años más tarde, levantará en la vivienda modernista de Nazario Pardo, en la ciudad autónoma de Melilla, de la que fue arquitecto municipal entre 1928 y 1932. Sin embargo, en su distribución interior, la casa revela claramente la mano de Posada Noriega, pues guarda similitudes con otras construcciones suyas levantadas en el concejo.
La parte más escenográfica y sorprendente de esta construcción es su cúpula de lámina de zinc —plegada y conformada en frío, utilizada como elemento decorativo desde 1873 y que, tras la Guerra Civil, cayó en desuso por evidentes causas económicas—, que corona la cubierta de la torre poligonal. Junto con la galería acristalada del primer piso y las molduras de los vanos del piso bajo, aporta gran plasticidad al conjunto. A día de hoy, la quinta es conocida como la “Casa de los Leones”, por incluir una imagen de este animal, también realizada en zinc, que corona el vano con balcón de la torre cuadrada. En ese balcón vuelve a aparecer este metal en los rosetones que decoran su parte frontal, dejando constancia, una vez más, de su uso constructivo y decorativo en viviendas modernistas y eclécticas.
La decoración de la casa destaca por su serenidad y equilibrio, logrando una perfecta armonía con el conjunto arquitectónico. Cada elemento decorativo ha sido cuidadosamente integrado, complementando los espacios sin restar protagonismo a la estructura original, lo que refuerza la sensación de unidad y belleza atemporal. Todo ello convierte a esta quinta de Colombres en un ejemplo excepcional y único.
"Villa Ignacia" fue, y sigue siendo, una casa muy vivida. En ella habitaron Francisco Sánchez e Ignacia Noriega junto a sus hijos: Paco, Mario, Marina y José María. Los tres primeros permanecieron solteros y siempre vivieron juntos en la casa familiar. José María, el único que contrajo matrimonio, rehabilitó una de las dependencias agrícolas colindantes. Estas dependencias, en su origen, habían sido proyectadas como una granja experimental para exportar leche y carne a Madrid. Por ello, contaban con cuadras, almacenes, talleres y espacios para guardar el carro.
Ya bien entrado el siglo XX, la casa sirvió durante décadas como consulta médica. En ella, el hijo mayor, conocido por todos como Don Paco, “el médico”, se dedicó a curar a los vecinos que solicitaban sus servicios, convirtiéndose también en el médico de las niñas del Hogar, que, a mediados del siglo XX, habitaban lo que hoy es el Archivo de Indianos. Esto hizo de Villa Ignacia no solo una casa familiar, sino también un símbolo de sanación y cuidado. Los servicios prestados por Don Paco al pueblo le hicieron merecedor de una estatua y de una calle en el barrio de Badalán, en Colombres.
Hoy, este lugar emblemático sigue siendo un testimonio de las vidas que lo habitaron y aún lo habitan, pues se perpetúa la historia y la memoria en la figura de su actual propietario, Paco Sánchez, quien dedica todos sus esfuerzos a cuidar esta joya de la arquitectura, así como el valioso archivo fotográfico y documental que guarda. Pasado y presente se entrelazan en Villa Ignacia para contar su extraordinaria historia.
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