Los asturianos de Lausana reivindican los sabores del Principado
Los integrantes de la comunidad asturiana reciben la visita de Olaya Romano, directora general de Emigración, en la comida anual que organizan para promocionar la gastronomía regional
Los integrantes del Centro Asturiano de Lausana (Suiza) están luchando para recuperar el nivel de actividad que tenían antes del parón provocado por la pandemia de coronavirus y de la reciente pérdida de su local social, donde también había restaurante. “Ahora mismo somos 80 familias, pero hasta hace cuatro años éramos 120”, explica el presidente del Centro, el gijonés Emilio Álvarez Sánchez, quien subraya el objetivo es encontrar un nuevo local “y retomar todo lo que hacíamos: teníamos grupo de baile, equipo de fútbol, hicimos un festival intercéltico durante cinco años…”
El pasado domingo, los asturianos de Lausana recibieron la visita de Olaya Romano, directora genera de Emigración y Políticas de Retorno. Participó en “la comida que solemos realizar en los últimos años para dar un poco de visibilidad a la gastronomía asturiana en Suiza”, explica Emilio Álvarez. “Fue un momento muy agradable que pasamos juntos, éramos unas 130 personas. No sólo hubo asturianos también españoles de otras provincias, suizos e italianos. Este año bajó un poco la afluencia porque coincidió con las elecciones en este cantón (Vaud). Vinieron tres cocineros del restaurante ‘Ciudadela’ de Gijón”, detalla este gijonés de 64 años que llegó a Suiza con 25 años. “Mis padres ya trabajaban en Suiza, pero yo estaba en Gijón empleado en montajes eléctricos. Hubo un momento en que se produjo un bache del mercado laboral en Asturias y, como a mí no me gusta estar en el paro, me vine a Suiza”, explica. De aquella, tenía novia en Asturias y la disyuntiva era, según cuenta, o romper el noviazgo “o traerla conmigo”. Se casaron. Hoy, Eva Calvelo es su esposa y madre de la hija que han tenido en común.
El menú del encuentro fue un aperitivo de torto de maíz con picadillo, luego fabes con jabalí y setas, rodaballo con almejas y, de postre, tarta de queso de Gamonéu. “Lo pasamos bien juntos, una cosa es llamarse por teléfono y otra verse en persona, poder compartir un momento con toda la comunidad asturiana”, afirma el presidente del Centro de Lausane. Emilio llegó a Suiza en el año 1986, ya había pasado la gran corriente migratoria de las décadas anteriores. “Yo fui el último mohicano”, bromea. Hoy, aquel ciclo migratorio ya no es tan potente y, además, las nuevas formas de relación entre los asturianos que salen a trabajar al extranjero han cambiado. “Aquí tenemos un vacío respecto a los jóvenes. Los que vienen son gente formada, arquitectos, ingenieros, informáticos y tienen otras inquietudes, ya no necesitan, como nosotros, ir a juntarse al Centro, a hablar de política, de fútbol, de cosas cotidianas, a echar la partida. Prefieren viajar; normal, Suiza está en medio de todo y por cuatro duros viajas”, apunta.
El presidente del Centro Asturiano de Lausana incide también en el efecto de las redes sociales en las relaciones interpersonales. “A nosotros nos perjudicaron mucho, en realidad. Los jóvenes que vienen se comunican por redes sociales y ya no les importa venir al Centro. A lo mejor ya no buscan tanto esa cercanía personal. Pero yo digo que la mayor virtud que tiene el ser humano es el diálogo, más que todas las redes sociales que puedas encontrar en el mundo”, añade. Por eso Emilio Álvarez valora la visita de la directora general del Principado. Está convencido de que las relaciones analógicas siguen siendo fundamentales: “Te voy a dar un ejemplo. Este domingo, en la fiesta de repente apareció un chico con su mujer. Había visto una matrícula española fuera, del grupo que vino a amenizar la fiesta, se puso a hablar con ellos, le dijeron que era una fiesta asturiana y resultó que eran avilesinos, que llevan aquí tres meses, y quedaron contentísimos. Yo creo que esos vínculos las redes sociales nunca los van a crear”.
Por esa cercanía personal, sin móvil de por medio, Emilio también echa de menos contar con un local social como el que tenían. “Allí la gente se veía, charlaba, veíamos el fútbol, jugábamos a las cartas, tomábamos algo. Y a la vez era un reclamo para que la gente de fuera de España pudiera tomar tapas españolas”. Con el nuevo local, cuando llegue, volverán también esos tiempos donde el ser humano se relacionaba cara a cara, sin pantalla mediante.
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