Iván Groupierre, la estrella más prometedora de la esgrima argentina vela armas en el Centro Asturiano
El joven deportista, de 16 años y descendiente de gijoneses, se ha proclamado campeón sudamericano por segundo año consecutivo y sueña en grande: “Mi aspiración no es solo la clasificación olímpica, sino la medalla de oro”
Cristian Groupierre, entrenador del equipo nacional argentino de esgrima sub-17 y sub-20, llamó a las puertas del Centro Asturiano de Buenos Aires antes de saber que el azar ya había movido sus hilos: él es argentino “cien por cien”, pero los bisabuelos de su esposa eran de Gijón. Corría 2020, en plena ebullición de las restricciones de la pandemia, y su búsqueda de un club adonde trasladar los entrenamientos de sus deportistas desembocó, casando todas las piezas, en el Asturiano. Así terminó introduciendo la esgrima en la oferta deportiva del centro, enganchándose a la herencia de los bisabuelos de su mujer, la madrileña Silvia Ramiro Robles, y poniendo la Cruz de la Victoria en el pecho de la ropa con la que compite el hijo de ambos, Iván Salvador Groupierre Ramiro, que con sólo dieciséis años es una de las estrellas de la entidad y uno de los talentos más prometedores del deporte de la espada en Argentina.
Nacido y criado en La Plata, formado en el club Juventud antes de pasar al Asturiano, viene de conseguir su segundo título sudamericano consecutivo en la competición para menores de diecisiete años y de añadir, pese a la diferencia de edad, una medalla de bronce en el torneo juvenil, donde combaten los menores de veinte. A los quince, señal inequívoca de talento precoz, se proclamó campeón de Argentina en tres categorías diferentes en un mismo año –sub-15, sub-17 y sub-20–, firmando un hito del que no puede presumir ningún otro esgrimista del país. Eso lo dice un padre asombrado y consciente por propia experiencia de lo que cuesta ganar en la adolescencia a rivales mucho más desarrollados, que frisan los veinte… Siempre en la modalidad de espada, también fue subcampeón en la categoría absoluta y saltando categorías con una facilidad inusual ya es el número dos del ranking argentino. Para ganar a los mayores le ayuda su altura, supera el metro noventa, y un carácter competitivo que no pasa desapercibido al ojo entrenado de su padre. “Enseguida me di cuenta del talento que tiene y de su capacidad para desarrollarlo. Es diferente, y eso se nota”, confirma. “Tiene una visión del tiempo y del momento muy considerables y psicológicamente es muy fuerte en el momento de la competición”, concluye.
Iván es la tercera generación de tiradores en su familia paterna –el abuelo, Víctor Sergio Groupierre, preside la federación nacional de esgrima y es el secretario general del Comité Olímpico– y ya “el que más ha triunfado”, admite su padre, que en su tiempo como competidor también tuvo “medallas sudamericanas, pero nunca el oro”. A pesar de la herencia, el más joven de los Groupierre no lo tuvo claro desde el principio. La esgrima no le convenció la primera vez que la probó, confiesa, y se enganchó a los nueve años, a la segunda, y después de probar con “el fútbol, el baloncesto, la escalada, el tenis y el skate”. El peregrinaje deportivo le ayudó, interviene su padre, a formarse como deportista y adquirir una base de “coordinación, fuerza” muy útil “para el camino final, que él todavía no lo sabía, pero ya estaba planeado” en dirección a la esgrima, remata entre risas.
Hablan los dos desde el Centro de Alto Rendimiento de Asunción, en Paraguay, donde Iván ganó su primer sudamericano el año pasado y donde estos días se prepara para viajar a Madrid a finales de año y aprovechar las vacaciones del verano argentino para competir en tres torneos del circuito europeo, en Bratislava, Belgrado y Cracovia. A Iván, que está a un curso de terminar la secundaria y le gustaría estudiar Arquitectura, no le van en el deporte los objetivos pequeños. Puestos a soñar, desde los dieciséis años se ven al fondo unos cuantos Juegos Olímpicos –va a temer veinte cuando en 2028 lleguen los de Los Ángeles–, pero él ya afirma sin titubeos que “una de mis mayores aspiraciones no es solo la clasificación olímpica, sino una medalla de oro. Sé que es un logro que requiere mucho esfuerzo y dedicación, pero está ahí”, remata.
Paso a paso, de momento su colección de medallas y la facilidad para saltarse los límites de las categorías y ganar a los mayores le ha hecho acreedor a las más altas expectativas. Su padre, once años como seleccionador cadete y juvenil, sabe de lo que habla cuando detecta a un deportista “diferente” incluso en los momentos en los que las cosas no salen o uno se arriesga a desmotivarse… De algún modo, mientras tanto, Iván Groupierre reconecta con su familia paterna siguiendo los pasos del padre y el abuelo en la esgrima y con los tatarabuelos asturianos de la parte materna cuando compite bajo la bandera del Centro Asturiano.
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