Asturias exporta talentos
Jaime Almaraz baila feliz en la cumbre de la danza en París
El artista ovetense reclama "la integración y normalización del sector en la sociedad, generando cada vez más demanda" y darle voz en las escuelas
JAIME ALMARAZ BAIZÁN (PARÍS). Jaime Almaraz Baizán tiene 22 años y nació en Oviedo. «Soy bailarín de ballet profesional. Estoy graduado por la Academia de Ballet ‘Vaganova’ de San Petersburgo y por el Real Conservatorio Profesional de Danza ‘Mariemma’ de Madrid. MI trabajo consiste en transportar a la audiencia a otro mundo a través de la danza. El año pasado estuve trabajando en el Ballet Nacional de Finlandia y a día de hoy continuaría trabajando con ellos si no hubiera sido porque me ofrecieron contrato para trabajar en ‘La Ópera de Paris Junior Ballet’ y lo acepté sin pensarlo, ya que era mi sueño poder trabajar aquí».
El bailarín ovetense Jaime Almaraz trabaja en "La Ópera de Paris-Junior Ballet". Un sueño hecho realidad. Qué bien suena "ir a trabajar sin tener la sensación de ir realmente a trabajar y de poder hacer cada día lo que más amo en mi vida, que es subirme a un escenario. Vivo completamente el famoso dicho de ‘Ten un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida’. No obstante, hay partes que me gustan algo menos y en este caso es la escasez de trabajo que hay en España dentro de mi sector, sin la importancia y el valor que pueden llegar a tener en países como Francia o Rusia".
Su vocación comenzó "desde bien pequeño por mi hermana Virginia. Ella practicaba danza como hobby y siempre que la veía bailar quería hacerlo yo también. A los 3 años, mis padres me apuntaron a las actividades extraescolares de baile de mi colegio. Después de ir avanzando en nivel gracias al empeño de mis profes e ir creciendo mientras practicaba durante horas todos los días, decidí especializarme en ballet clásico en la ‘Escuela de Danza Elisa’ y empezar a preparar las pruebas de acceso al Conservatorio Profesional de Danza de Gijón. Allí estudié durante 4 años".
Con 15 dio el salto para ir a estudiar a Madrid al Real Conservatorio Profesional de Danza "Mariemma". Al poco tiempo, "hice un cursillo de ballet en Alicante con maestros de la Escuela Vaganova de Rusia y fue ahí donde me ofrecieron la gran oportunidad de irme a estudiar a la prestigiosa Academia de Ballet Vaganova en San Petersburgo, considerada una de las mejores escuelas de ballet del mundo".
Después de tres años estudiando allí, "formándome con grandes profesionales, me gradué y, por desgracia, debido a la situación bélica, no pude plantearme un futuro en ese país. Es algo que a día de hoy, me sigue pesando, ya que es un país con muchísima cultura de ballet y con dos compañías muy importantes a nivel mundial. Salté al mundo profesional. Comencé trabajando en el teatro San Carlo en Nápoles, seguido de dos meses en el English National Ballet en Londres".
Su recomendación para la gente "de nuestra tierrina la enfocaría en los colegios. Hay que darle voz a la danza y el enfoque en las escuelas de que se puede vivir de ello, que no es un simple hobby para niñas. Que vean ballets, actuaciones, bailarines, tanto hombres como mujeres. Que aprovechen la oportunidad cada vez que hay ballet en el teatro Campoamor o en el Jovellanos. Que realicen excursiones a ver ballet para que los jóvenes crezcan y se culturicen en un entorno artístico. De esta manera, se irá consiguiendo poco a poco la integración y normalización del sector de la danza en la sociedad, generando cada vez más demanda y, por tanto, dándole el valor que tiene y merece".
La sensación de estar sobre un escenario, delante de tanta gente, "es indescriptible. Antes de comenzar el espectáculo, se sienten cantidades de emociones, nervios, adrenalina, tensión… pero una vez se levanta el telón, comienza a sonar la música y comienzo a bailar, desaparecen. En el momento en el que me empiezo a mover, mi mente se transporta y se centra totalmente en cada paso y en cada movimiento, todo ello aderezado de la magia que tiene un escenario, que ya de por sí sola es increíble y ¡me hace volar! Me encanta esa energía que hay alrededor de un teatro, es algo tan único e indescriptible. Un aspecto muy bonito es que estas sensaciones y sentimientos no llegan a desaparecer nunca. Ojalá me sigan acompañando en cada actuación que tenga".
También hay que ser muy conscientes "de que estamos ahí para despertar sentimientos en el público. Con cada paso de los bailarines, la composición de la escenografía, la música, las luces…. Todo ello contribuye para transportar a los espectadores a la historia que estamos contando y para ello es muy importante que nosotros lo vivamos. En parte, podríamos decir, estamos mostrando a través del personaje que encarnamos nuestro carácter, nuestra alma… es muy importante dejarnos llevar en ese aspecto por cada pieza que interpretamos. Debemos crear esa atmósfera de complicidad y sentimiento entre todos".
Y es increíble "lo rápido que pasa cada actuación. Cuando te quieres dar cuenta, el espectáculo se ha acabado, se siente como un rayo de luz. Es muy emocionante y gratificante escuchar los aplausos del público. Todo ese sonido junto con la satisfacción de haber finalizado la actuación suple todo el esfuerzo que hay detrás de cada espectáculo. Gratifica y compensa todo el trabajo que hubo detrás, ya que para un espectáculo de aunque sea una hora, hay meses de ensayos detrás y un trabajo y esfuerzo muy duro".
Restultado tangible
Ya no se siente apenas incomprendido "porque trabajo. Ya se ve y ya es tangible el resultado de mi esfuerzo y estudio. Pero cuando estaba estudiando en el instituto me sentía totalmente incomprendido por bastantes profesores. No me tomaban en serio como si le estuviese dedicando mucho tiempo a un hobby que no me llevaría a ningún lado. Sentía falta de compresión por parte de ellos, cuando ya desde pequeño siempre dejé claro cuál quería que fuese mi profesión".
Uno de los mejores recuerdos que tiene de Asturias fue la primera actuación que tuvo en el Campoamor, "con tan solo tres años. Todavía puedo recordar lo impactante que fue para mí el momento en el que se abrió el telón y estar allí delante de tanta gente. Aún siendo tan pequeño supe controlar los nervios y hacerlo bien, fue una actuación muy emotiva para mí, ya que en esa misma actuación estaba también mi hermana".
Jamás olvidará a quienes apreciaban sus esfuerzos, "que llevara todos los deberes hechos al día siguiente y que estudiase para todos los exámenes, a pesar de tener 5 horas diarias de Conservatorio por las tardes y tener que estudiar por las noches. Estoy muy agradecido a todos aquellos profesores que sí creían en mi vocación y valoraban mis esfuerzos".
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