Así se expande una empresa asturiana en el extranjero: Reny Picot en Polonia

La compañía láctea viajó hace 17 años al este de Europa buscando soluciones para la limitación a la producción lechera en España y encontró un país “efervescente y dinámico, que en los últimos veinte años ha transmitido siempre la sensación de tener el motor en marcha”, afirma el mierense Albano Neira, director general de la planta de Ciechanów

La fábrica de Reny Picot en Ciechanów (Polonia), bajo la nieve

La fábrica de Reny Picot en Ciechanów (Polonia), bajo la nieve

Una empresa extranjera, y por tanto “exótica”, necesita sacar lo mejor de sí para dejar de serlo y vencer recelos, para hacerse valer y entrar sin molestar en una tierra nueva. Un caso práctico: Reny Picot, recién llegada, tenía que comprar leche en Polonia a ganaderos polacos. Costó. No fue fácil, pero diecisiete años después del desembarco los números cuadran de sobra. Albano Neira dirige la filial de la compañía láctea asturiana en Ciechanów, capital de un distrito de orientación agraria a unos ochenta kilómetros al norte de Varsovia, y recuerda haber tenido que aguantar en las reuniones de la de la industria lechera polaca “alguna broma del tipo ‘vosotros sois los que recogéis 15.000 litros al día ¿no?” Eso era el primer año, 2007. “Hoy recogemos 200.000, seguimos ampliando y de cara al futuro tenemos varios proyectos relacionados con la fabricación de otros tipos de queso y con un mejor tratamiento del suero que también fabricamos”.

Neira, biólogo mierense que ha sobrepasado los veinte años de residencia en Polonia, que trabaja en la planta de Reny Picot desde aquel comienzo complejo de 2007, compone el relato del proceso de adaptación y expansión identificando en aquel esfuerzo por ganarse a los productores como “la parte que más nos costó desarrollar. Comprar leche a ganaderos es una labor muy local y, se mire como se mire, aquí somos una empresa extranjera”, pero todo eso pasó y la filial polaca, la sexta del grupo en el extranjero tras las de México, Estados Unidos, Francia, Portugal y China, se ha asentado hasta rozar la mayoría de edad fabricando quesos que se envían a la factoría de Anleo (Navia) y a otros elaboradores para su transformación en fundidos o rallados, además de suero desmineralizado en polvo.

El radar de Industrias Lácteas Asturianas (ILAS) se detuvo en Polonia por el volumen de su sector productor de leche y la empresa se asentó allí impulsada por “la limitación a la producción, esencialmente injusta para España, que fijaba el sistema de cuotas”, cuenta Neira. “La decisión de abrir una filial en Polonia vino de la necesidad de tener acceso a un volumen de leche suficiente a un precio competitivo para poder fabricar quesos industriales para nuestro grupo y para terceros”. Fue por tanto la detección de una necesidad la que condujo a la empresa a buscar posiciones en el mercado nuevo de la Europa del este después de haberlo conseguido ya en cinco países de tres continentes.

Una vista de la planta de Reny Picot en Polonia

Una vista de la planta de Reny Picot en Polonia / Reny Picot

El sexto destino internacional de la compañía reclamó la experiencia de Albano Neira, biólogo natural de Santa Cruz de Mieres al que “la enorme cantidad de cosas por hacer que había en el país” había empujado a mudarse a Polonia en el verano de 2002, muy poco después de graduarse en la Universidad de Oviedo al día siguiente del 11-S de 2001. Una vez allí “me hice autónomo”, que es “lo mejor para aprender el idioma”, “luego tuve una sociedad limitada” y se incorporó a ILAS en 2007. Lo difícil fue el idioma, confiesa, aunque “por suerte conseguí integrarme bastante bien” y ahora “mis hijos dicen que soy más polaco que ellos”. El “por qué Polonia” tiene una respuesta rápida. “En estos últimos veinte años ha sido un país muy efervescente, con una población deseosa de hacer cosas, con entrada de capital extranjero e inversiones en infraestructuras. Siempre ha habido cosas que hacer y sobre todo siempre el país ha dado sensación de dinamismo y de que el motor estaba en marcha”, remata.

“Sin olvidar nunca mis raíces”, el balance del recorrido dice que “el camino que elegí no ha podido ser más enriquecedor”. Está casado con una moldava “que lleva muchos años en Polonia” y ve a sus hijos “enamorados de Asturias por los mismos motivos por los que todo el mundo se enamora de la región: la gente, la comida, los paisajes y últimamente hasta el clima”, se sorprende. Su sensación sobre un posible retorno encuentra cierto eco, por lo demás, en una parte abundante de la Asturias expatriada: “Todos los que hemos nacido allí amamos nuestra tierra y deseamos volver a ella”, pero la materialización del anhelo no tarda en tropezar contra un obstáculo fundamental: “En Asturias, y en general en Europa, hay demasiada regulación y políticas demasiado restrictivas que desincentivan posibles iniciativas de inversión”.

Tracking Pixel Contents