El asturiano que recorrió el camino poco transitado a Rumanía y receta “mente abierta”, “no viajar a imponer la mentalidad española”

Fernando Castañón, ingeniero de minas que ha trabajado como jefe de obra en proyectos de construcción de tres continentes, vive su cuarta experiencia en un país peculiar que ofrece oportunidades y “un boom de proyectos residenciales”

Fernando Castañón, fotografiado en las montañas de Sinaia, distrito de Prahova.

Fernando Castañón, fotografiado en las montañas de Sinaia, distrito de Prahova. / F. C.

La estadística acerca a 6.000 la última cuenta de los rumanos residentes en Asturias, que ha conocido picos de más de 9.000. Todavía son la nacionalidad europea más representada en la población extranjera del Principado y tras la colombiana y la venezolana la tercera en la clasificación general de los países que más habitantes envían a la región, pero Fernando Castañón también ha encontrado cosas recorriendo el mucho menos transitado camino inverso. Es de Mieres, ingeniero de minas, jefe de obra en proyectos de construcción en cuatro países de tres continentes y mensajero de las “oportunidades” de un país en el que ha vivido y trabajado en cuatro regiones distintas en el último decenio. Con ese bagaje ya puede hablar de “mi segunda casa” mientras cuenta que esta cuarta incursión en Rumanía es la primera en Bucarest y que levanta una promoción de 360 viviendas en Pipera, “uno de los mejores barrios” de la capital.

Su experiencia de residente fijo discontinuo en cuatro áreas diferentes del país de los Cárpatos le da para decir que “Rumanía está creciendo de manera importante, aunque tal vez de también de un modo asimétrico”. Habla de una sociedad muy desigual, de ricos muy ricos, de mucho coche de lujo y mucha necesidad, pero también de un déficit en las infraestructuras y de “un boom de proyectos residenciales” que el país mantiene con cierta estabilidad “desde hace muchos años” para dar respuesta a la demanda de una población muy joven. Adelanta una receta de actitud, "mente abierta" para la inmersión, que tal vez valga para esta y para otras culturas: “No puedes viajar con tu mentalidad española y tu modo de hacer las cosas a tratar de imponerla”. “Hay que adaptarse, respetar, no resultar prepotente…”

Pronto hará diez años de su primer aterrizaje en Rumanía, la etapa inicial del completo peregrinaje por el extranjero que siguió en su carrera profesional a trece años trabajando en Asturias para la constructora semipública Sedes. Después de ser entre otras responsabilidades uno de los jefes de obra del centro Niemeyer de Avilés, el ERE que afectó a la empresa en 2013 le empujó a explorar “la curiosidad por trabajar en el exterior”. Cuando el primer conato de tensión en Ucrania, la crisis del “Euromaidan”, canceló el proyecto en el que iba a trabajar para levantar un centro comercial en Kiev, el radar de Castañón encontró una empresa gallega que construía depuradoras en Caras-Severin, una zona “bastante deprimida” del suroeste rumano en la que pasó un año.

“Por cercanía, por desarrollo económico y por el idioma", eligió Londres como destino del vuelo que cogió a continuación un poco a la aventura, sin nada seguro. Encontró un hueco en una empresa de dueños polacos con clientes importantes, pero pronto surgió una nueva oportunidad de volver a Rumanía, esta vez con una empresa local para hacer más de mil viviendas en Brasov y, casi sin solución de continuidad, un proyecto para construir en Galati, una ciudad de gran potencia siderúrgica junto a las fronteras de Ucrania y Moldavia, la primera tienda de la cadena textil Mango en el país.

Acostumbrado a vivir con las maletas hechas, la pandemia le encontró al otro lado del mundo, trabajando en la obra de dos años y medio de un gran hotel en Punta Cana (República Dominicana), un destino que enlazó con otro proyecto hotelero a miles de kilómetros de distancia, el Fairmont de Doha (Qatar) en las vísperas del Mundial de 2022. Aún tuvo tiempo de volver a Asturias para reincorporarse durante casi dos años a Sedes como director técnico, pero el pasado verano Rumanía reapareció en su horizonte profesional con una oferta para hacer viviendas en Bucarest y no supo decir que no. El apego al país, combinado con la perspectiva de regresar al trato directo con la obra, con los subcontratistas o los arquitectos le devolvió en agosto a los Cárpatos.

Fernando Castañón, con el ciclista rumano Mattew Piciu, que compitió en la pasada Vuelta a Asturias, durante el Tour de Rumanía.

Fernando Castañón, con el ciclista rumano Mattew Piciu, que compitió en la pasada Vuelta a Asturias, durante el Tour de Rumanía. / F. C.

Ha comprobado sobradamente que “los españoles tenemos allí una imagen estupenda”, también que nuestras empresas aún despiertan recelos por la quiebra de alguna compañía española que buscó refugio en Rumanía cuando la crisis de la construcción en España lo puso todo mucho más difícil. Para el manejo exterior, incluida la alambicada burocracia rumana, él vuelve a prescribir “mucha mano izquierda”, respeto a la “idiosincrasia local” y esa mentalidad acogedora en la que coinciden, a sus ojos, España y Rumanía. “No tengo más que buenas palabras para la gente de aquí”. La de allí, mientras tanto, viene a España en masa desde hace tiempo, conjetura, porque “se adaptan muy bien, hablan muy bien el idioma y se integran rápido…” Otro tanto le ha sucedido a él en Rumanía, hasta el punto de que se ha implicado en la tarea de conseguir que el equipo rumano de ciclismo “Mentorise MLME Superstars”, que debutó la Vuelta a Asturias de 2024, repita experiencia en la próxima edición. “Están muy interesados en volver y están muy preparados”, comenta.

Tras unos días de descanso navideño en Asturias, Fernando Castañón regresa a este país convulsionado por la reciente decisión del Tribunal Constitucional de ordenar la repetición de la primera vuelta de las elecciones presidenciales por las sospechas de injerencia del Kremlin en el proceso que dio el triunfo al candidato prorruso Calin Georgescu. Con todas las prevenciones por lo incierto de la situación, Castañón detecta tras el resultado menos ideología que cabreo y protesta en un país asediado por la desigualdad y la inflación.

Tracking Pixel Contents